Diez puntos básicos para generar una revolución social desde el trabajo doméstico

Diez puntos básicos para generar una revolución social desde el trabajo doméstico

Quiero cobrar y cotizar en la Seguridad Social. Quiero reconocimiento material y social. Quiero que las plazas y las calles también lleven nombres de cuidadoras. No quiero volver a la vida que tuvieron mis abuelas, lo que estoy pidiendo es una nueva forma de entender todo ese limbo legal en el que estamos muchas mujeres. Y tengo diez propuestas.

22/03/2014
Foto de las manos de la abuela de Alicia

Las manos robustas de mi abuela, ama de casa, sobreviviente del patriarcado, pilar fundamental de mi vida.

He incluido “ama de casa” en mi currículum y esto ha desatado en mi entorno, una vez más, la duda y la pregunta que llevo escuchando toda mi vida: “¿Por qué?”. Todo el mundo llega a la misma cuestión, una y otra vez, cuando conocen mis opciones de vida: “¿Por qué tu hijo lleva tu apellido en lugar del paterno?” “¿Por qué te has rapado?” “¿Por qué te defines como ama de casa?” Me quedo en blanco, no sé qué decir, porque la respuesta para mí es tan obvia que me parece mentira que alguien me lo plantee: “Porque quiero y porque puedo”.

Ante la libre elección de una mujer siempre viene un cuestionamiento. Lo primero es la desacreditación, poniendo sobre la mesa el tema de las opciones: “¿Qué opciones tuviste?”, porque está claro que si te has decantado por algo así es porque no pudiste hacer otra cosa. Si le pones tu apellido a tu criatura es porque el padre no lo reconoció, si te rapas es porque tienes cáncer (os doy mi palabra de honor de que me lo han llegado a preguntar varias veces), si te defines como ama de casa es porque no pudiste encontrar un trabajo mejor.

No soy ama de casa, estoy ama de casa. Ser ama de casa no me define, pero es parte de mi vida y no creo que tenga ningún sentido negarlo. La labor de las personas que nos dedicamos a los cuidados constituye una parte fundamental del PIB

El segundo cuestionamiento viene a través del intento de proyección del miedo de mi interlocutor/a sobre mi persona: “Pero… ¿te has parado a pensar las consecuencias que esto te va a acarrear?”. Esa premisa me recuerda mucho a los consejos que oía durante la adolescencia, cuando decía que me quería hacer un tatuaje. Y es que las mujeres, a ojos de esta sociedad, somos eternas adolescentes que no calibramos bien las consecuencias de nuestros actos porque no tenemos capacidad o madurez o vivencias o todo ello junto, para saber qué nos conviene.

Y si esto no sirve para bloquearte, si aún así sigues siendo tan terca que incluso te atreves a defender tu posición a estas alturas de la conversación, llega el chantaje de la culpa: “Muy bien, si piensas que eso es bueno para ti, allá tú pero… ¿Te has parado a pensar en las consecuencias que va a tener esto para el resto de las mujeres, para tu hijo, para tu padre y tu madre, para un largo etcétera de personas damnificadas? Por culpa tuya nos seguirán viendo a las mujeres como responsables únicas de la crianza, por culpa tuya la gente va a pensar que tu hijo, que lleva el apellido materno, viene de una familia desestructurada (sí, esto también me lo han llegado a decir), por culpa tuya tu padre y tu madre están señalados en el barrio como los de la hija rara, la calva bollera…” ¡Qué egoístas somos las mujeres cuando decidimos hacer con nuestras vidas lo que nos sale del coño!

Por otro lado quiero decir que soy ama de casa y no creo en los binomios. Creo que esto me condenará a la llama eterna. No conozco a ninguna mujer que sea ama de casa y punto. Ser ama de casa vs. trabajar fuera no existe. No soy ama de casa, estoy ama de casa. Ser ama de casa no me define, pero es parte de mi vida y no creo que tenga ningún sentido negarlo. Mi trabajo es importante, muy importante, y la labor de las personas que nos dedicamos a los cuidados constituye una parte fundamental del PIB de este y de cualquier país.

Y después de toda esta aclaración (… o justificación), una vez que ha quedado claro que soy ama de casa porque quiero y/o porque puedo, que parte fundamental de mi jornada está dedicada a eso que llaman trabajo reproductivo y de crianza, ahora sí, ahora lo lanzo: quiero cobrar y cotizar en la Seguridad Social. Quiero que el “trabajo de ama de casa” pase a ser “empleo de ama de casa”, con días de vacaciones pagadas, con una remuneración digna, con un horario establecido. Quiero reconocimiento material y social. Quiero que las plazas y las calles también lleven nombres de las trabajadoras del hogar, tengas éstas o no un vínculo familiar con las personas a las que cuidan. No quiero volver a la vida que tuvieron mis abuelas, no es eso lo que pido, no me estoy cagando en los esfuerzos de la generación de mi madre por poder estudiar y trabajar fuera de casa, lo que estoy pidiendo es una revisión del trabajo doméstico, una nueva forma de entender todo ese limbo legal en el que estamos muchas mujeres y para ello propongo una revolución de amas de casa basada en estos diez puntos:

1. Que entendamos la diferencia entre trabajo y empleo y que luchemos por dejar de ser trabajadoras y empecemos a ser empleadas, autoempleadas o empresarias.

2. Que abandonemos la idea de maternidad y familia romántica y veamos la familia como lo que es: una empresa que genera gastos y beneficios y que no debe sostenerse a base del trabajo gratuito de nadie.

3. Que admitamos que nuestra situación actual es de esclavitud: estamos trabajando por comida y techo, solo que ahora el amo es nuestro marido en lugar de un señor que nos ha comprado en el mercado. Esclavas gratis, oiga, me las quitan de las manos.

4. Que cuidemos el lenguaje y, en todo momento, las mujeres que nos dedicamos a esto tengamos conciencia de que estamos trabajando. Aún se escucha eso de “trabaja mi marido, yo no, yo estoy en casa cuidando de los niños”.

5. Que separemos el trabajo reproductivo y de cuidado de personas dependientes, del resto de las tareas domésticas y que gestionemos su reparto como creamos oportuno, pero siendo conscientes de que no es lo mismo una cosa que la otra.

6. Que creemos entidades a partir de las cuales puedan hacerse posibles las contribuciones en la Seguridad Social (empresas familiares, cooperativas de amas de casa, asociaciones…)

7. Que creemos entidades que nos ayuden a sentirnos fuertes como colectivo y a encontrar apoyo y ayuda de diverso tipo en otras mujeres en las misma situación de esclavitud (sindicatos, asociaciones, colectivos, asambleas…).

8. Que apelemos a la imaginación y no dejemos que nos llamen utópicas, que diseñemos y reivindiquemos fórmulas de organización que constituyan objetivos a largo o medio plazo en nuestra lucha, como que el salario y las contribuciones del cónyuge o la persona que trabaja fuera de casa, dejen de ser nominativos y pasen a ser familiares y que las cantidades monetarias que se generen se ingresen en cuentas de doble o múltiple titularidad. Si todos/as trabajamos, todos/as cobramos.

9. Que incluyamos también una revolución desde lo doméstico, que dejemos de “pedir derechos” y empecemos a “arrebatar los privilegios” de los que gozan nuestras parejas, nuestros/as hijos/as o cualquier otro/a miembro/a de la familia con respecto a horarios de trabajo, vacaciones y repartición de tareas.

10. Y por último y a forma de resumen, lo que quiero decir es que… Nadie debería nunca recoger la ropa interior de otro del suelo y echarla al cesto de la ropa sucia, si ese otro puede hacerlo por sí mismo. Para todo lo demás, me tendrás que pagar.

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