Si me cambio de nombre, ¿sigo siendo la misma?

Si me cambio de nombre, ¿sigo siendo la misma?

¿Cuánto de importante es para ti tu nombre? ¿Siempre nos llamamos de la misma manera? ¿Estos diferentes apelativos están condenados al contexto de la vida privada? Si no es así, ¿qué hace que mantengamos la ficción de que los nombres son fijos y estandarizados? Con estas y otras preguntas nos acercamos al trabajo de una artista visual, Yera Moreno, con la que entablaremos una conversación provocadora.

05/03/2014

Su trabajo nos enfrenta con una cuestión íntima y política, como es el hecho de elegir (o no) cómo mostrarnos ante el mundo, es decir, qué posibilidades de agencia tenemos frente a la construcción de la identidad. Una identidad que se construye como un espejo personal y social, que puede ser un arma política, y que siempre alude también a una experiencia subjetiva, y que como veremos, atraviesa las vidas de todas las personas.

Name to Name tiene por objetivo (re)pensar las relaciones entre los nombres, las identidades y los cuerpos, y trabajar sobre las posibilidades y fisuras que los cambios de nombre generan/provocan. El proceso de investigación de Name to Name continúa abierto*, y hasta el momento se ha materializado en un videoensayo** en el que, a modo de collage narrativo, diferentes personas relatan sus tránsitos y derivas con los nombres propios:

Este video-ensayo se realiza en el marco del Seminario de Prácticas Críticas ‘Somateca’ del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, dirigido por Beatriz Preciado. En él diferentes personas reflexionan sobre sus diversos nombres y de dónde surgen.

Yera, ¿Por qué te fijaste en los nombres de las personas como centro de tu trabajo artístico?

Creo que los nombres propios funcionan a modo de “performativos”, es decir, que más allá de describir la identidad de quien porta dicho nombre, producen dicha identidad, y la producen en unos términos muy concretos que tienen que ver con una visión esencialista según la cual la identidad sería siempre la misma a lo largo del tiempo. El nombre propio cumple así una función productiva de la identidad, o más bien de una ficción de la identidad en esos términos esencialistas y articulada en torno a unas normativas de género, sexo, sexualidad, origen étnico, etc. Lo que propongo es ver el nombre propio y su funcionamiento desde una óptica distinta, crítica con esa perspectiva esencialista de las identidades, para analizarlo como un elemento clave en la construcción de las identidades individuales y en su ficción en tanto que estables y unitarias.

“Los cambios de nombre suponen una oportunidad para (re)narrarnos y muestran la inestabilidad, rearticulación y heterogeneidad de las identidades”

Con esto quiero decir que cada vez que alguien nos llama con nuestro nombre, y aquí incluiría la propia narrativa que cada quien hace a partir de su propio nombre (es decir, cada vez que yo misma me cuento como Yera), el nombre no sólo refleja o describe quién es el sujeto que está detrás de ese nombre, en este caso quién es Yera, sino que al nombrarlo está produciendo al propio sujeto, y lo está haciendo articulándose conforme a unas normativas sociales que son las que nos dan reconocimiento (legal, simbólico y social). Además, en este proceso complejo que supone la articulación de la identidad y su relación con el nombre propio, intervienen otros elementos, como la memoria, que funciona a modo de “postproducción” (V. Villaplana) en el sentido en que es constantemente narrada y renarrada por parte de un sujeto que se constituye como tal en esa memoria de su vida en torno a un nombre propio.

Me pregunto qué tiene de unitaria y estable nuestra identidad, con todo lo que cambiamos y cambian nuestros cuerpos, necesidades, relaciones y deseos, más allá de ese mismo nombre que mantenemos a lo largo de toda nuestra vida. Y de ahí surgen otras muchas preguntas que están presentes en el proyecto, por ejemplo, ¿si yo me llamo de otra forma, sigo siendo la misma? ¿En qué medida cambio cuando cambia mi nombre? ¿Qué posibilidades me ofrece el cambiar de nombre para transformar mi identidad, mi cuerpo, mis deseos? Los nombres propios me interesan, precisamente, porque analizados desde una perspectiva crítica y antiesencialista, desvelan a las identidades como procesos cambiantes, heterogéneos, móviles, frágiles y abiertos a constantes rearticulaciones.

Es muy interesante que te fijes no sólo en la importancia de “nombrar”, que es una necesidad básica del ser humano para poder relacionarse con el mundo, sino también en lo que hacemos las personas con los nombres. Por ejemplo, cambiarlos, duplicarlos, transformarlos, cambiarlos de género… ¿Qué implica alterar el nombre propio?

Analizados desde esta perspectiva antiesencialista que comentaba más arriba, los cambios en los nombres propios implican toda una serie de posibilidades para (re)narrarnos, para cambiar la historia de nuestra identidad (de quienes hemos sido y quienes queremos ser), abriendo así una brecha y una posibilidad de ruptura con esa supuesta historia lineal de la identidad. Esta ruptura identitaria que supone el cambio de nombre nos permite presentarnos a otrxs, y a nosotrxs mismxs, de nuevas formas, conformando una nueva narrativa, que es algo que en realidad hacemos continuamente, puesto que cada vez que nos contamos lo hacemos de diferente forma según cómo queramos narrarnos en ese momento, pero que el cambio de nombre hace visible. Los cambios de nombre suponen, así pues, una oportunidad para (re)narrarnos y muestran la inestabilidad, rearticulación y heterogeneidad de las identidades. Quizás haya quien pueda ver estas “alteraciones nominales” como algo alejado de sus vidas, sin embargo creo que es algo que funciona constantemente en cada unx de nosotrxs.

Yera Moreno

Yera Moreno

En cierta forma, cada quien lleva a cabo distintos tránsitos y derivas a través del nombrarse y del ser nombrado por otrxs: a veces decidimos nombrarnos de otra manera para presentarnos al otrx, otras veces son las otras personas quienes nos renombran (apelativos, nombres cariñosos, pero también apodos o motes). Por otro lado, en el ámbito de las relaciones íntimas y afectivas suele darse de forma cotidiana esa superposición de nombres distintos con los que nos sentimos más identificados en ese momento según la persona con la que estemos. Otro ejemplo en esas derivas de los nombres estaría en internet, donde manejamos también múltiples nombres y alias y creamos con ellos diferentes identidades. A veces, por el contrario, lo que nos pesa es la heterodesignación que nos hace el otro, cuando nos nombran de una forma que no nos gusta, y que no nos hace sentirnos bien con quienes somos en ese momento; pensemos, por ejemplo, en el ámbito familiar, cuando se nos nombra a través de nombres que no nos gustan, en los que no nos reconocemos y que ejercen un papel clave en la memoria de la relación familiar y en quiénes somos en ese contexto.

Me interesa mucho esta tensión productiva que introduces entre poderte nombrar (que incluye por ejemplo las dificultades para poder elegir tu propio nombre), una autodesignación que se enfrenta a recibir el nombre de los demás (heterodesignación). Contraponer la auto y la heterodesignación puede transformar la relación que mantenemos con los otros, por tanto, cómo nos construimos y sentimos sobre unx mismx. Esta posibilidad de alterar el nombre es especialmente importante para las personas trans, o para quienes odian su nombre asignado en el nacimiento, para quienes han cambiado de contexto y quieren tener un nuevo comienzo, o para aquellas personas que desean desligarse de sus familias o entornos de orígen…. En realidad para todo el mundo, ¿qué impacto tiene cambiar, transformar o modificarse el nombre?

Creo que el impacto del cambio de nombre depende en gran medida de las diferentes situaciones que nos llevan a ese cambio de nombre y lo que dicho cambio está alterando, subvirtiendo y transformando. Quiero decir que el cambio tendrá más impacto, y probablemente provocará más resistencias en nuestro entorno, si altera ciertas normativas que tienen que ver, por ejemplo, con la regulación del cuerpo, el género y el sexo. En este sentido no debemos olvidar que el nombre propio ejerce un importante papel regulador y legitimador de un sistema social que produce los cuerpos a través de unas fuertes normativas en torno al género y al sexo desde una perspectiva binaria. No es casual, por ello, que por ejemplo en el caso español la legislación obligue a que los nombres propios sean “claros” en cuanto al género/sexo que designan y que dichos nombres deban “corresponder” al género/sexo asignado socialmente a nuestro cuerpo. En estos casos, el cambio de nombre provoca una mayor resistencia social en el reconocimiento del nuevo nombre debido a esas normativas y regulaciones que atraviesan todo proceso identitario nominal.

“El nombre propio ejerce un importante papel regulador y legitimador de un sistema de género binarista. No es casual que en el caso español la legislación obligue a que los nombres propios sean “claros” en cuanto al género/sexo”

No obstante, si bien un cambio de nombre que provoque una alteración o transformación de mi identidad sexual puede provocar más resistencias en mi entorno (y por ello también muchas más posibilidades de subversión y apropiación de las normativas que regulan los cuerpos), creo que, en general, cualquier cambio de nombre provocado por otras razones, levanta siempre ciertas resistencias en porque rompe con esa linealidad y estabilidad narrativa de la identidad, que es la que se legitima socialmente.

En el proyecto, de hecho, me interesaba trabajar con situaciones diferentes en los cambios de nombres, donde las personas deciden estos cambios por muy diversas razones, no sólo relativas a modificaciones de sexo/género, sino por cuestiones que rompen con la herencia familiar de un nombre impuesto, con la carga de un nombre que marca nuestro origen étnico y el papel que cumple ese nombre en nuestro contexto de origen, con la elección de los nombres que nos designan en medios artísticos, o simplemente el cambio de nombre para romper con nuestra identidad pasada y contarnos de nuevo de otra forma. En todas esas situaciones creo que siempre se dan ciertas resistencias en los entornos más o menos cercanos que nos rodean, lo que visibiliza todas las regulaciones y normativas (legales, administrativas, sociales) que atraviesan la nominación y la consiguiente producción de la identidad.

En tu trabajo artístico abordas cuestiones importantes como son los roles de género, las identidades sociales, e incuso también la pedagogía social crítica… Temas muy amplios y actuales, pero que tienen miles de posibilidades de experimentación, con líneas de fuga casi infinitas. ¿Qué te llevó a estudiar esta manipulación, duplicidad y apropiación de los nombres?

Mi interés en los nombres se inserta en un contexto más amplio de investigación que tiene que ver con cómo se construyen y articulan las identidades. Es en esta investigación en torno a la identidad donde voy abordando muchos elementos que estructuran el complejo proceso de articulación de las identidades como son el cuerpo, la memoria, la producción de normas, nuestra capacidad de acción para subvertir esas normas, la ficción, los espacios, etc. Para mí la identidad es sobre todo un proceso narrativo, en el que nos narramos a nosotrxs mismxs y a otrxs en torno a ciertos parámetros para darnos cierta estabilidad que nos es exigida (tanto social como individualmente). En este sentido, nos narramos como sujetos fijos y estables, pensando que hay “algo” que se mantiene siendo siempre lo mismo y que es lo que articula esa esencia identitaria que nos hace individuos. Y como yo creo poco en ese núcleo esencial, es decir, en que haya algo que se mantenga siempre igual a nosotrxs mismxs, a excepción de esa memoria narrativa que se articula en torno a un nombre propio, por eso mismo me interesa el nombre en cuanto productor de identidad.

Por otro lado, los nombres me sirven también para indagar sobre las posibilidades de apropiación que tenemos dentro de unos contextos que son fuertemente normativos y de los que no nos podemos salir. Los cambios de nombre provocan la ruptura con esa idea de identidad estable, visibilizando también que no sólo porque nos cambiemos el nombre somos otrxs, sino que constantemente hay un juego en el que somos distintxs a nosotrxs mismxs y nuestra identidad es, justamente, ese proceso que intenta poner estabilidad al juego a través de elementos como el nombre propio o la construcción de la memoria, pero cuyas fronteras “estabilizadoras” siempre se ven desbordadas por esos continuos cambios y modificaciones que están presentes en cualquier identidad.

Es interesante que interrogues esa noción de estabilidad que tienen los nombres, ya que en el fondo se refieren a la creencia social de que las identidades son estables, que como mucho transitan de “x” a “y”, mientras que nuestras vidas son bastante más complejas. Hay cierto interés en creer que abarcamos un conocimiento sobre la realidad, que imprime cierta estabilidad… Que contrasta con el dinamismo que demuestran las personas en nuestra sociedad, no sólo las personas trans, o migrantes, sino buena parte de la sociedad. Muchas gracias por compartir tu trabajo artístico y dedicarnos un tiempo a pensar sobre la identidad.

*Actualmente está abierta la segunda fase del proyecto Name to Name. Si te apetece participar en el proyecto ponte en contacto con la artista: name2name.project@gmail.com.

**Han colaborado en este videoensayo: Alex Transfronterizo, Cabello / Carceller, E.G, Iñaka, Jorgorio de Canarias, Julia Yagüe Manzano, María Estévez-Serrano, M en conflicto (Mario), m.o, Paca, Raquel (Lucas) Platero, Sara Fuentes y Sayak Valencia.

Download PDF
Etiquetas:

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

Download PDF

Título

Ir a Arriba