Colonia: las consecuencias de atribuir la violencia sexual a los refugiados
María González Gorosarri analiza desde Berlín los relatos mediáticos en torno a la alarma provocada por las denuncias de agresiones sexistas
La agresión en grupo sufrida por cientos de mujeres en la Nochevieja de Colonia (Alemania) ha sido la principal noticia de los últimos días, especialmente, fuera de Alemania. La policía de Colonia informó en su rueda de prensa semanal que muchas mujeres habían denunciado robos y agresiones en la noche de Fin de Año. La policía informó de denuncias aisladas. Debemos señalar dos cuestiones: primero, las mujeres identificamos más fácilmente los robos con delitos y por lo tanto los denunciamos antes; y segundo, las feministas alemanas han desarrollado mayor capacidad para denunciar agresiones sexuales que en el sur de Europa no identificaríamos como agresiones denunciables.
La respuesta del Gobierno alemán: endurecer la legislación para expulsar a refugiados y aumentar la dotación policial en las calles para proteger a las mujeres
A pesar de que las cifras son altísimas, cuando ocurre algo similar en España, el número de denuncias es significativamente inferior. Por ello, los medios alemanes han informado con sorpresa sobre la repercusión de las agresiones en Colonia: “Los medios europeos discuten sobre las agresiones sucedidas en Colonia en Nochevieja, a veces con malicia, otras con datos” (taz, 07/01/2016).
Hasta ahí, lo sucedido. El relato de lo sucedido, sin embargo, se ha centrado en que los agresores eran árabes. En ese momento, se ha producido una división en la sociedad alemana: de un lado, quienes acusan a los refugiados de las agresiones sexuales y, de otro, quienes hacen frente a la propia violencia sexual. Por ello, se han multiplicado las noticias que reflejan a extranjeros como agresores sexuales: “Después de Colonia y Hamburgo: En Berlín también se dieron agresiones sexuales en Nochevieja” (Berliner Morgenpost, 06/01/2016). La noticia informa de dos denuncias en cada ciudad (Berlín y Hamburgo), que para una noche de fiesta en una gran ciudad resultan cifras extremadamente bajas. Al relacionarlo con lo sucedido en Colonia, en cambio, lo presentan como una ola de delitos ocurrida por todo el país. En ese sentido, los medios también han señalado la carga que suponen los extranjeros para el sistema social alemán: “Cada vez más extranjeros cobran ayudas sociales; Merkel, a favor de recortarlas” (Süddeutsche Zeitung, 08/01/2016).
Al de cuatro días de esa exposición racista de lo ocurrido en Colonia, ya podemos ver las primeras consecuencias. En primer lugar, los movimientos fascistas han incrementado las marchas en contra de los refugiados de guerra. Pegida, entre otros, ya ha llamado a un par de manifestaciones: “Pegida, NPD y AfD: Cómo la derecha utiliza las agresiones de Colonia” (Schleswig-Holsteiner Zeitung, 06/01/2016). Cabe recordar, además, que en Alemania grupos nazis dan fuego a centros para refugiados al menos una vez por semana, pero el relato de los mismos no se extiende a todo el país, sino que los medios las presentan como agresiones locales:
“Por segunda vez en una semana: Fuego en un centro para refugiados en Herxheim” (Die Zeit, 10/12/2015).
“Fuego en un centro para refugiados en Kirchhundem” (WRD, 13/12/2015).
“Fuego en un centro para refugiados en Surwold” (Osnabrücker Zeitung, 15/12/2015).
“Fuego en un centro para refugiados cerca de hamburgo” (Süddeutsche Zeitung, 16/12/2015).
“Gran fuego en un centro para refugiados en Ruppertshofen” (Rems Zeitung, 01/01/2016).
En segundo lugar, la islamofobia se ha propagado a los países cercanos. Eslovaquia ha anunciado que no aceptará refugiados musulmanes, “sólo cristianos”, porque no quiere “convertirse en lo que es hoy Alemania” (FAZ, 2016/01/08). Por último, la respuesta del Gobierno alemán ha sido doble: de un lado, endurecer la legislación para expulsar a refugiados y, de otro, para proteger a las mujeres, colocar mayor dotación policial en las calles. Sin embargo, Feminist Current ya ha recordado que la medida más efectiva para evitar que nos agredan en las calles es un toque de queda para hombres.
De hecho, la narración racista por parte de los medios ha desplazado el debate sobre la violencia sexual que padecemos las mujeres (también) en fiestas. Han contado que hombres no-alemanes agreden a mujeres alemanas. La realidad, en cambio, es que en Alemania hay demasiados agresores de ascendencia alemana y que muchas de las mujeres agredidas en Colonia son de ascendencia árabe. No existe una raza que nos agreda a las mujeres, sino una ideología. La violencia sexista no es natural, inevitable, espontánea. Los hombres sólo nos agreden cuando creen que no recibirán castigo: cuando estamos solas, está oscuro o van en grupo, como sucedió en Colonia. Si fuera una pulsión o fuerza incontrolable, nos agredirían también en el supermercado e incluso delante del juez. La cuestión a analizar, sin embargo, es otra: ¿Por qué se estremece la sociedad sólo cuando se dice que los agresores son extranjeros?