Estás confundido
"Yo te puedo contar muchas cosas que nos pasan a los bisexuales...". Una conversación con mi peluquero.
¡Buah! ¡Es que me pongo malo cuando escucho que a un niño no le dejan pintarse porque igual sale invertido! Que igual se confunde, dicen, y que va a confundir a la gente. ¡Pues si tu hijo sale maricón, pues sale maricón! ¿Cómo puede ser que todavía se vea como algo malo? Parece mentira que todavía estemos así, con padres de 38 años que siguen siendo homófobos.
[Vicenç agita con furia la mano con la que blande las tijeras sobre mi cabeza. Responde así a la queja de su socia sobre los amigos de turno que no dejan a su hijo jugar con cosméticos. El chorro de voz y la presencia de este peluquero imponen. Uno ochenta de alto. Tupida maraña de tatuajes que tapizan sus brazos y su pecho. Viste camisa negra -arremangada y con varios botones abiertos- a juego con el chaleco y los pantalones vaqueros. Completa el look rockero con un tupé rizado y la barba, cana y frondosa.]
Se confundirá si tiene una familia que no le apoya, que no le deja vivir su sexualidad. Y como si la culpa fuera nuestra, que vamos confundiendo a la gente. De eso sabemos mucho los bisexuales.
Sí, es verdad, yo tampoco conozco a mucha gente como yo, que se haya emparejado con hombres y mujeres indistintamente a lo largo de la vida. Es más habitual tener novias de joven y luego pasar a estar sólo con hombres.
Hace falta visibilizar la bisexualidad. Porque si no la gente sigue pensando que no te aclaras o que no te terminas de animar a salir del armario.
Y una cosa te voy a decir: no te creas que entre los gays y lesbianas está todo bien. La bisexualidad sigue sin entenderse. Como que no tienes las cosas claras. En el ambiente también he notado miradas raras cuando he aparecido con una novia después de haber tenido novio. O eso que me contaban el otro día de que entre las lesbianas se llama ‘golden’ a las que nunca han probado varón. ¡¿O sea que no haber estado con un tío da puntos?! Yo flipo.
[¡Tlin, tlin! Suena la campana y entra una treintañera. La peluquería es moderna y sobria, blanca y amarilla, con exposiciones de arte y con El Jueves y Revista Cactus en vez de la Cuore. Vicenç acompaña a la clienta adonde su socia. Comentan cómo decolorarle el pelo para que se impregne bien el tinte rosa chicle, que está de moda. Regresa a mí, ahora con la maquinilla. La enciende y él también se enciende retomando su relato sin cambiar el tono de voz.]
Yo te puedo contar muchas cosas que nos pasan a los bisexuales. Una noche de fiesta ligué con una chica, se notaba que nos gustábamos… Y de pronto se le acercó un amigo y oí que le susurraba a la oreja: “No te vayas con este, que es medio maricón”. La tía cogió y se piró, sin decirme nada, me dejó ahí plantado.
Cuando me eché novia después de estar seis años con un hombre, la gente me preguntaba: “¿Y ella ya lo sabe? ¿Ya se lo has contado?” ¿Ya sabe el qué? ¿Cuál es ese gran secreto que le tengo que contar?
Tuve una novia que me decía que llevaría muy mal que me fuera con un hombre, porque contra una mujer puede competir pero contra un tío no. ¿Pero qué tontería es esa? ¡¿Por qué la gente no entiende que no es cuestión de colas y chochos?!
¿Y sabes eso que dicen a las lesbianas los tíos, que lo que les hace falta es probar una buena polla? Vas a flipar, pero a mí eso me lo dijo una vez una tía. Que si estaba con una mujer como ella se me iban a quitar las tonterías. “Llegas tarde, querida”, le dije.
¿Cómo te ves así? ¿Quieres que te quite más peso por arriba?
[Me despeina con las yemas de los dedos y observa durante unos segundos el movimiento de mi pelo. Un poco más corto, para que me dure, le digo.]
Otro tema es la familia. Yo ya llevo dos años sin hablarme con mis padres. Son muy conservadores. Pero cuando era joven, yo aparecía con mi novio en su casa. No les gustaba pero les decía que mi pareja va en el pack. Que si me quieren ver le tienen que aceptar. Desde muy joven fui claro con este tema. Nunca me preguntaban por mis novios, en cambio cuando tenía novia sí que se interesaban por ella.
Lo peor es tener que salir del armario todo el rato. Claro, porque la gente da por hecho mi sexualidad en función de la pareja que tenga. Cuando tenía novio la gente me veía como gay y ahora que tengo novia dan por hecho que soy hetero. Eso es un rollo. A ver, que tu entorno más cercano siempre te va a respetar, pero no dejas de ser motivo de chistes malos durante unos días. Luego te quieren y todo sigue igual pero te jode que no se normalice desde el minuto uno.
No es que lo vaya proclamando pero claro que lo digo con naturalidad si sale el tema. A veces en la peluquería alguna clienta me ha preguntado. “Oye, ¿tú eres gay o hetero?” Y yo contesto: “Me alegra que me hagas esa pregunta” [Risas]. Sí, hay que ir hablándolo.
Mira, igual hasta un día me siento e intento escribir todo esto para tu revista. ¿Estaría bien, verdad?
Quiero pensar que con el tiempo se irán utilizando menos esas categorías. Porque ¿cuántas siglas llevamos ya? LGTB, Q de queer… ¿I? Ah, de intersexuales. Pues ya ves, son cada vez más. A mí me gustaría que fueran perdiendo sentido. A mí me gustaría que hablásemos de libertad sexual.
Bueno, ya estás lista. ¿Te mola?
[Gira mi silla y me extiende el espejo de mano para que me vea el rapado por detrás y el volumen hacia la coronilla. Me encanta. Me sacude los pelos y me levanto mirándome de reojo en el espejo grande.]
Pasa por aquí. ¿Cuál era tu chaqueta?