A veces las cosas suceden, sin que las intermedie la necesidad, el deseo, la utilidad o la rutina, y te encuentras situado en el espacio de lo posible, como cuando eras niño. Cuando inicié esta serie sobre El Poeta, destinada a dormirse sobre sí misma aún en el caso improbable de que la continuara, y recibí el mensaje de Verónica de que quería ilustrar los textos, los dos regresamos a ese espacio lejano y fiero. Cada aportación de uno es un amoroso puñetazo que sitúa al otro más allá de donde podría llegar por sí solo. Los Escalones son la huella de esa batalla. Felizmente, Verónica y yo todavía no nos conocemos.

Nano

Textos: Nano ©

Ilustraciones: Verónica Leonetti ©

Uno

El poeta va y dice.

Enseguida se marcha, despreocupado de los ecos.

Tres

El corazón nuestro de cada día, Señor, ¿cuándo es el día?
La ausencia de respuesta fue inmediata.

Dejó de mirar al cielo
del que solo caía agua, y eso cuando llovía.
Vio que los corazones paseaban en distintos grados de desasimiento
que se hacían guiños y señales.
Comprendió que tenía que desnudar el suyo. Exponerlo a todo riesgo.
Que era así como era.

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