Rock en femenino

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El pasado mes de agosto, la revista musical ‘Rolling Stone’ publicaba un amplio reportaje bajo el título ‘Mujeres que cambiaron las reglas del rock’. La lista de las artífices encargadas de reinventar el género la componían Janis Joplin, Patti Smith, Madonna, Courtney Love, Amy Winheouse, M.I.A y Lady Gaga. En el correspondiente a septiembre, la publicación volvía a realizar otro ranquin de artistas en el que se glosaban las 50 mejores bandas de rock de la historia. Ninguna de las ‘revolucionarias’ citadas en el reportaje central del mes anterior ocupaba alguno de los puestos de ese olimpo del rock.

20/11/2010

Las mujeres se quedan fuera de la historia oficial del género rebelde

Santa Rita

La banda punk Santa Rita en concierto

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El pasado mes de agosto, la revista musical ‘Rolling Stone’ publicaba un amplio reportaje bajo el título ‘Mujeres que cambiaron las reglas del rock’. La lista de las artífices encargadas de reinventar el género la componían Janis Joplin, Patti Smith, Madonna, Courtney Love, Amy Winheouse, M.I.A y Lady Gaga. En el correspondiente a septiembre, la publicación volvía a realizar otro ranquin de artistas en el que se glosaban las 50 mejores bandas de rock de la historia. Curiosamente, y a pesar de las alabanzas con las que se realizaba el retrato de cada una de ellas, ninguna de las ‘revolucionarias’ citadas en el reportaje central del mes anterior ocupaba alguno de los puestos de ese olimpo del rock. La mayoría de ellas tampoco son mencionadas en muchas de las clasificaciones que acostumbra a elaborar la revista, como el de las mejores 100 voces del rock de todos los tiempos realizada en 2008, en la que sí conseguían colarse las dos primeras.

No se trata de un caso aislado. Las artistas que destacan en el género más rebelde suelen recibir cobertura por parte de los medios de comunicación, pero la gran mayoría de las veces se las coloca fuera del canon oficial, compuesto por bandas y artistas masculinos. “Se tiende a colocar etiquetas del tipo ‘las divas o las reinas del rock’, pero se las sitúa separadas de los hombres, que son los que conforman la historia oficial de la música”, explica Laura Viñuela, musicóloga y autora del libro ‘La perspectiva de género y la música popular: dos nuevos retos para la musicología’.

“Esta consideración de los grupos de mujeres como excepción acarrea un grave problema: no se crea una genealogía, un sentido de continuidad que permita a las mujeres encontrar referentes en los que mirarse”. Meter en el mismo saco a músicas que, desde el punto de vista puramente artístico, no tienen nada en común –Patti Smith o Madonna sirven como ejemplo– provoca otro problema: “Son las propias mujeres las que rechazan apoyarse en otras, porque no quieren que se las considere parte de un gueto”, aclara Viñuela. “Otras intentan evitar la cuestión de la identidad de género porque no quieren que su música sea etiquetada como música de mujeres, una categoría con connotaciones peyorativas”.

A ese tratamiento de excepcionalidad cabe añadir un nuevo factor que ha contribuido, según la musicóloga feminista Pilar Ramos López, a silenciar e incluso a menospreciar las aportaciones de las mujeres al género. En su libro ‘Feminismo y música’, Ramos López afirma que “la tradicional división entre rock y pop, entendida por muchos críticos de manera jerárquica, donde el rock ocuparía el escalafón más alto como música auténtica, es de nuevo una clasificación que relega a un nivel inferior a la música en la cual las mujeres han brillado más, el pop”.

“Para dedicarse a la música hace falta tiempo, educación y recursos económicos. Las mujeres no siempre han tenido acceso a ello”

No son las únicas razones que ayudan a comprender por qué el del rock sigue siendo un mundo predominantemente masculino. “Las mujeres han tenido siempre menos acceso a la cultura como participantes”, señala Viñuela. “Para dedicarse a la música, son necesarias tres cosas: tiempo, educación y recursos económicos para adquirir los instrumentos… Las mujeres no siempre han tenido acceso a ello”.

Hoy, desaparecidos aparentemente esos impedimentos,, nada las imposibilita, en teoría, para dedicarse al rock. ¿Por qué, sin embargo, el cartel de cualquier festival está repleto de bandas mayoritariamente masculinas? Porque en el rock, como en otros ámbitos, también operan los estereotipos de género. “Antes ser feminista era mucho más fácil”, reconoce Viñuela, “porque estaba muy claro contra qué había que luchar. Ahora es más difícil ver que los obstáculos siguen existiendo, porque son más sutiles y, por tanto, es más difícil luchar contra ellos. Pero en el rock persiste una socialización que impone distintos roles a cada género”.

La perpetuación y naturalización de los distintos papeles que el rock tiene reservados a hombres y mujeres se explican mediante la denominada ‘ideología del romance’ en el libro ‘La perspectiva de género y la música popular: dos nuevos retos para la musicología’. Según esta teoría, las mujeres tienden a identificarse con las protagonistas de las canciones, lo que les lleva a desarrollar un sentimiento de “protección y amor” platónico hacia los artistas. Los medios de comunicación, y especialmente las revistas dirigidas a adolescentes, alimentan el convencimiento de que ellos, los artístas, se enamorarán de ellas. Por el contrario, los hombres tienden a sentirse identificados con los músicos, lo que les anima a “adoptar una posición activa como productores de música y a convertirse ellos mismos en músicos de rock. En cambio, a ellas se les niega la posibilidad de asumir el control de la producción musical: fomentando así una identidad pasiva como consumidoras”.

Los roles sexistas influyen en el reparto de funciones: ellas cantan y ellos se ocupan de lo técnico

El reparto de las funciones que el rock tiene reservado para cada uno de los sexos alcanza también a la posición que hombres y mujeres suelen ocupar en las bandas. Ellas, generalmente, prefieren ser cantantes y dejarles la parte técnica a ellos. “Hay una idea subyacente de que ellas deben ser más dulces. Están asociadas con la naturaleza, los sentimientos, las emociones. Y todo eso se puede transmitir cantando, porque la voz no se ve y parece que es algo que sale de forma natural. La parte técnica, donde no entran tanto los sentimientos, donde todo es más mental, se asocia a lo masculino”. Dice Viñuela.

También la elección de los instrumentos depende del sexo: “Ahora las prohibiciones de género no pueden ser directas −nadie le impide a una chica tocar la batería− pero , sino que son más sutiles. Antes, por ejemplo, una mujer no podía inclinarse por la viola de gamba o el violonchelo, porque se tocan con las piernas abiertas, impropio de una señorita. Tampoco la flauta, porque era algo muy fálico. Hoy en día, algunos instrumentos se consideran “más apropiados” para las mujeres. Así se explica por qué es tan difícil encontrar baterías y bajistas entre las artistas. “La batería es ruidosa, aparatosa, se coloca al fondo del escenario. No se ve a la intérprete. No puede mostrar el cuerpo y tiene poco ‘glamour’. Además, a las que tocan la batería se las suele asociar con marimachos, con lesbianas, con la fuerza… Acaba resultando un instrumento poco atractivo”, reconoce Viñuela.


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