Las rederas quieren que se reconozca su oficio
Rederas y neskatillas de Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco se han unido con el objetivo de visibilizar a las mujeres en el sector pesquero. Han logrado avances, como reducir el grado de precariedad, pero les queda camino por recorrer y, sobre todo, lograr que las nuevas generaciones continúen con su labor.
Ondarroa en un pequeño puerto pesquero de la costa más abrupta de Bizkaia. En 2007, rederas y neskatillas de Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco, se juntaron para firmar la Declaración de Ondarroa. El objetivo: la visibilización de las mujeres en el sector pesquero. Tres años después, tras el Primer Congreso de la Red Española de Mujeres en el sector de la pesca celebrado el pasado mes de octubre en San Sebastián, sus impulsoras se muestran satisfechas por lo conseguido: reducir el grado de precariedad en la que se encontraban y hacerse visibles. Eso sí, les queda camino por recorrer y, sobre todo, lograr que las nuevas generaciones continúen con su labor.
La división tradicional de trabajos por sexo en el sector pesquero dejaba el mar para los hombres y la tierra para las mujeres, una división de género marcada respecto a las actividades desempeñadas y a los ámbitos de trabajo o condiciones laborales. Así, el informe ‘Situación de la mujer en el sector pesquero español’ lista las tareas de las que se encargan las mujeres: la pesca, el marisqueo, la acuicultura, el procesamiento y comercialización del pescado, la reparación y creación de redes, y la administración y gestión de empresas pesqueras.
En el País Vasco, el 85% del empleo en la industria de transformación, conserva y semiconserva está ocupado por mujeres. Unas 1.300 trabajan en la industria conservera y 135 en la reparación de redes y descarga de pescado (se denomina neskatillas a las que lo descargan, colocan y limpian). Estas últimas no tienen reconocido su oficio y, en la mayoría de los casos, carecen de horario y calendario laboral. Trabajan a cualquier hora, cuando los barcos arriban a puerto con las redes rotas. Su trabajo es imprescindible para que las tripulaciones salgan de nuevo a la mar con las redes reparadas. Pero su esfuerzo no se valora como el de los hombres.
El Fondo Europeo para la Pesca establece como objetivo la eliminación de las desigualdades entre mujeres y hombres. Diversos documentos reconocen la situación de desconocimiento de este colectivo y de su actividad, el alto nivel de riesgo con el que desempeñan su trabajo, así como su importante función en la creación de nuevas oportunidades en zonas de pesca en declive.
La imagen de la mujer en el sector de la pesca tiene nombre de red, Red de rederas. En 2006 se creó la Asociacion de Rederas y Neskatillas de Euskadi (Saregin eta Kai Neskatilla Euskadiko Elkartea) con el fin de representar, gestionar, defender y fomentar los derechos e intereses económicos, sociales, laborales y profesionales de sus asociadas. Reivindican que su oficio se reconozca como profesión, que se garantice el relevo generacional, se incremente su salario y se mejoren sus condiciones de trabajo. Además, denuncian las enfermedades laborales que sufren estas trabajadoras.
[sc name=”suscribete”][/sc]Rederas y neskatillas forman un eslabón imprescindible en la cadena de pesca de los barcos de cerco. En el País Vasco, los principales puertos que se dedican a este tipo de pesca están en Gipuzkoa: Hondarribia y Getaria están a la cabeza con 15 barcos en cada uno. En Bizkaia, el oficio está presente con dos barcos en cada puerto en Bermeo, Ondarroa y Lekeitio, pero tiende a la baja.
La asociación vasca ha logrado dar pequeños pero importantes pasos, como hacer visible a este colectivo ante los organismos de la Administración y ante los propios trabajadores del sector pesquero; obtener una buena disposición por parte de los gobiernos con quienes han negociado, y hablar también con los diferentes estamentos de la profesión para obtener mejoras en su situación.
El trabajo en red les ha permitido, por ejemplo, unificar el salario que perciben en los distintos puertos del País Vasco, a 8 euros a la hora, (antes en Bizkaia cobraban de media 6 euros a la hora) lo cual ha eliminado una posible competencia entre puertos y ha mejorado su situación económica. De todas formas, este salario queda muy escaso teniendo en cuenta la cantidad y condiciones de trabajo que realizan al cabo del año. En Bizkaia son autónomas, lo que significa que tienen que pagar la cuota mensual aunque trabajen de forma irregular: días sueltos, sin horarios -de día o de noche- ni festivos, cuando llegan los barcos, y según las campañas (principalmente anchoa y verdel). El regreso de la campaña de la anchoa les ha tranquilizado después de 4 años sin esta importante porción de su trabajo, que suele concentrarse en aproximadamente 4 meses al año.
Las condiciones en las que se trabaja varían mucho de un puerto a otro siendo las mejores en Gipuzkoa, especialmente en el puerto de Hondarribia, donde disponen de un local acondicionado para realizar su trabajo y donde además han logrado tener asegurado un trabajo de media jornada bastantes meses al año.
Enfermedades no reconocidas
En Bizkaia las mejoras han sido menores, pero han logrado la instalación de unas sillas para trabajar sentadas, postes con ganchos donde sujetar la red y carpas que las protegen de las inclemencias del tiempo. Esto ha supuesto un gran avance en la salud de las rederas, que anteriormente trabajaban en el suelo, con las redes extendidas, encorvadas, sufriendo dolores y soportando viento, lluvia o los rayos del sol sobre su piel.
“Después de varias horas en esa postura a veces no puedes ni levantarte”, explica Josune Renteria, presidenta de la Asociación de Rederas y Neskatillas del Cerco de Euskadi. Esto provoca dolores cervicales y de espalda, y también es muy común la enfermedad del tenista. Muchas de estas mujeres están operadas de las muñecas.
Entre las reivindicaciones actuales, sus esfuerzos van dirigidos al reconocimiento de su oficio como profesión. Se trata de una demanda fundamental, ya que, en la actualidad, las dolencias que sufren por el desempeño de su labor no pueden ser reconocidas como enfermedades laborales.
Entre los avances a este respecto Josune Renteria destaca la creación de la titulación de Redero, que equivale a un FPII. Este es un paso que a su vez plantea otras dificultades, y es que las mujeres que trabajan en dicha actividad no están en situación de realizar estos estudios ni de superar pruebas del nivel de un FPII. La media de edad es de 50 años y en algunos casos no disponen de un graduado escolar. Por lo tanto, su reto en este momento es que se les reconozca la experiencia y el trabajo realizado para equiparar su categoría profesional con esta nueva titulación. “Antes aprendíamos de unas a otras, de abuelas a nietas o con alguna mujer mayor que nos va enseñando”, explica.
También se han realizado recientemente cursillos que han tenido buena acogida: al último acudieron 15 personas de las cuales 3 han comenzado a trabajar. “A pesar de eso”, dice Josune Renteria, “el relevo generacional no esta en absoluto asegurado”. “Cada año se jubilan más de las que comienzan. En Bizkaia este último año se han retirado seis o siete, y tan solo se ha incorporado una”.
Los avances conseguidos han mejorado sus condiciones laborales, pero sin duda de lo que más orgullosas están es de haber podido unificar a todos los puertos de Euskadi « antes ni siquiera nos conocíamos entre nosotras, ahora nos ayudamos entre unos puertos y otros, cuando hay mas trabajo en uno que en otro nos desplazamos y salimos ganando todas». Han formado una verdadera red de rederas.
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