¡Estamos hasta el culo de tanto tío chulo!
Itziar Abad narra una agresión machista que sufrió en un bar de Bilbao el día de la manifestación contra las mil caras de la violencia sexista
El sábado pasado un grupo de mujeres fuimos agredidas en un bar de ambiente de Bilbao. Ocurrió -paradoja- pocas horas después de que finalizara la mani nacional contra las mil caras de la violencia machista. A lo de “paradoja” iba a añadir “casualidad” pero, lamentablemente, no lo es; las agresiones a las mujeres, de distintos tipos e intensidad, son el pan nuestro de cada día en las calles y en la noche bilbaína.
En el episodio del otro día, un gilipollas recién sacado de una cena de empresa estaba bailando subido a una tarima -haciendo el gilipollas más bien, como no podía ser de otra manera-. Después de molestar un rato al personal, se cayó de la tarima y le tiró la cerveza a una de nosotras, que se limitó a decir: “Y encima, me tiras la cerveza”. El tío que, como poco, se esperaba una sonrisa por respuesta al empujón, montó en cólera ante la “falta de humanidad” de la chica, que se había preocupado por su cerveza en lugar de por la salud de quien se acababa de caer de la tarima. (¡Lo que nos faltaba era tener que cuidar y proteger también al denso de turno!).
La reacción de nuestro grupo, formado en aquel momento por cuatro chicas y un chico, fue cerrar el círculo e ignorar la perorata que había iniciado este tío acerca de lo malas y lo feas que éramos todas nosotras. Entonces, su indignación aumentó porque pasó a sentirse ninguneado; esto debe ser duro para alguien que se piensa que todos los espacios le pertenecen y que, visto lo visto, está acostumbrado a que así sea.
El tío se fue a la barra y volvió a nuestro grupo con dos cervezas, una para él y otra solucionar el “error” cometido. Empezó a hacerse un hueco a base de codazos en el círculo en el que no era bienvenido. “Me estás empujando”, le dije. Y retomó su actitud abusiva y prepotente y su perorata, esta vez para arremeter contra la igualdad y contra el hecho de que “ahora” las mujeres “no pasamos ni una”.
¿Que no pasamos ni una? ¿Pero quién te crees que eres para adjudicarte el derecho a actuar chulescamente y dar por hecho, además, que las afectadas van a perdonar esa conducta? ¡El baboso de él aún nos pedía dos besos para arreglar las cosas…!
Rompimos nuestro silencio y comenzamos a responder verbalmente. La agresividad del tío aumentó y yo sentí miedo al pensar en la posibilidad de que nos partiera un botellín de cerveza en la cabeza, aprovechando que seguía situado a nuestras espaldas.
A todo esto, un grupo de otros tres machos que estaban detrás de nosotras empatizaron al momento con el tío, en un pacto de género insultante, y comenzaron a decirle a otra de nosotras que les molestaba cuando bailaba (en un bar petado de gente que va, precisamente, a bailar…).
Asqueadas y aburridas, dos de nosotras nos piramos para casa. Me dormí con una sensación de impotencia que seguía ahí al día siguiente. Nos agredieron cuando estábamos tranquilamente de fiesta, tomando algo y charlando entre nosotras. No quiero ni imaginar qué hubiera pasado si llegamos a estar en el local más desatadas, morreándonos entre nosotras o si respondemos a la primera con la misma agresividad con la que fuimos atacadas. Supuestos, claro está, que también nosotras queremos ejercer libremente y que reivindicamos.
A lo largo de la historia, los espacios públicos han resultado lugares prohibidos para las mujeres puesto que, atendiendo a su rol tradicional de madresposa, el sistema patriarcal de relaciones sociales las relegaba al espacio privado al que, por otro lado, desproveía de valor.
En la actualidad, los logros del movimiento feminista han abierto grietas en el espacio público, de tal forma que las mujeres tenemos una presencia destacada en él. Sin embargo, las pautas culturales siguen estando basadas en la superioridad de un sexo y en la inferioridad del otro. De esto resulta, en el caso que nos ocupa, que las calles y la noche continúen siendo hostiles para nosotras y que diariamente tengamos que soportar en ellas todo tipo de agresiones y de violencias.
“¡Estamos hasta el culo de tanto tío chulo!” fue una de las consignas que gritamos el sábado en la mani y que seguiremos gritando siempre que nos agredan.