“Abogo por un feminismo de frontera, para contaminarme con cosas nuevas que me abran los poros”

“Abogo por un feminismo de frontera, para contaminarme con cosas nuevas que me abran los poros”

Entrevista a Lilián Celiberti en ‘Y luego diréis que somos cinco o seis’

Texto: Itziar Abad

Lilián Celiberti (Departamento de Durazno, Uruguay, 1949) coordina el Centro de Comunicación Virginia Woolf de Cotidiano Mujer, colectivo feminista que promueve el protagonismo de las mujeres como sujetos de transformación política y social. Para ello lleva a cabo investigaciones y acciones ciudadanas que tratan de incorporar la pluralidad de voces y la perspectiva feminista en la agenda pública. También es coordinadora de la Articulación Feminista Marcosur e integrante del equipo coordinador de la Universidad Popular de los Movimientos Sociales.

Para esta maestra y autodidacta, “el trabajo de campo es lo que el feminismo ha recorrido desde las líneas de fuga de los cuerpos, mapeando dolores, violencias y placeres silenciados y colocando el cuerpo como territorio de poder y de liberación”. Resalta que esa cartografía no representa solo el “cuerpo pasivo frente al dolor”, sino uno “capaz de producir el placer de la vida, del encuentro y de la comunicación”.

Celiberti participó como ponente en las jornadas ‘Cooperación para el desarrollo y políticas corporales: reflexiones feministas’, organizadas en Bilbao por Hegoa, Instituto de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación Internacional.

El Manifiesto de la Campaña por la Convención de los Derechos Sexuales y Reproductivos define una nueva política del cuerpo elaborada por el movimiento feminista latinoamericano. ¿Qué destacas de él?

Destaco el hecho de que fuera un proceso de elaboración colectiva. El Manifiesto de la Campaña recoge el pensamiento compartido respecto a cómo visualizamos el cuerpo como territorio de poder y de disputa de poder en sus dos vertientes: el cuerpo como campo de las políticas disciplinarias y de regulación, por un lado, y como campo de liberación, emancipación y construcción de alternativas, por otro. Siento que definir una política corporal es parte de lo que el feminismo latinoamericano ha construido como su acervo. Después, podrá haber mil diferencias, matices y enfoques respecto a la práctica política, pero hay zonas interesantes de discurso compartido.

Mariluz Esteban sostiene que “el empoderamiento es un trabajo corporal activo”. Según esta antropóloga, el feminismo en Euskal Herria ha teorizado mucho sobre la sexualidad como forma de placer para los cuerpos, pero tiene pendiente hacerlo también sobre otras fuentes de placer, como la danza o la risa.

“En América Latina venimos de desigualdades y exclusiones históricas muy fuertes, pero ya se dio la emergencia de sujetos que antes no estaban en el escenario público, que no eran tenidos en cuenta y, si lo eran, en calidad de víctimas”.

Yo creo que teorizar e investigar al respecto nos brindaría más instrumentos políticos y nuevas oportunidades de libertad. Para mí, por ejemplo, un campo de placer para el cuerpo es la posibilidad de sorprenderme. Ya no quiero estar en reuniones en las que no me sorprenda, en las que no me pasen cosas. Podemos estar hablando de nuevo de los mismos temas, pero la vuelta es lo que colocas de ti. Creo que necesitamos volver a un feminismo que nos salga más desde las entrañas, desde lo que nos remueve y conmueve.

Por otro lado, las profundas amistades que he desarrollado gracias al feminismo son también muy placenteras. En Brasil me encuentro con amigas con las que comparto un montón de cosas, en Perú tengo una amiga del alma… Eso aún queda en el plano más personal e individual, pero sería bueno teorizar al respecto.

Reivindicas la necesidad de estar siempre “un poquito fuera”

Sí, porque nos permite ser críticas para examinar las acciones que llevamos a cabo y ubicarnos como víctimas, en algunos casos, y como victimarias, en otros. Incluso en los movimientos emancipadores existe una tendencia disciplinaria que, si no vigilamos, acaba simplificando los procesos de transformación. Se trata de una tendencia que sirve para afirmar una identidad política, social o personal concreta que, cuando entra en funcionamiento, deja fuera a miles de otras identidades que también nos pertenecen. Podríamos transitar entre una y otra, ¿por qué no?

A mí me ha fascinado el pensamiento de Judith Butler porque nos permite cuestionar si no estaremos haciendo del género una categoría disciplinaria que establece binarismos en los que se fundamenta, justamente, la cultura patriarcal.

¿De qué forma el feminismo en América Latina ha resignificado los cuerpos de las mujeres?

Por un lado, como cuerpos pensantes y presentes en los espacios de poder, de decisión, en la academia, etc. Por otro, como cuerpos en sus figuraciones performativas. El Estado, a través de las políticas de población y demográficas, y la iglesia, disciplinando la sexualidad, ejercen un control profundo sobre los cuerpos de las mujeres. Por eso, los recomienzos de los debates que han dado como fruto esa resignificación han partido siempre de hechos provocados por las políticas de Estado.
La diversidad sexual, la sexualidad, el cuestionamiento de la heteronormatividad, la violencia, el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos o el aborto como parte de la agenda democrática siguen siendo terrenos fundamentales para el feminismo latinoamericano.

“No queremos un sujeto político blanco, rico y heterosexual, sino múltiple; de las indígenas, las jóvenes, las campesinas, las lesbianas o las negras”

¿Cuál es la figura del sujeto político que demandáis?

Tiene que ver con el ‘pensarnos’ en todos los ámbitos de la vida cotidiana de las personas y con la pluralización. No queremos un sujeto político blanco, rico y heterosexual, sino múltiple; de las indígenas, las jóvenes, las campesinas, las lesbianas o las negras, que pugnan por definir su propio feminismo. A mí me parece apasionante pensar que no hay un sujeto único y que esa pluralización nos traerá unos matices y unos enfoques que nos enriquecerán. Nosotras, educadas en la cultura occidental, seguimos creyendo que nuestra civilización es superior y eso es muy limitador.

En América Latina venimos de desigualdades y exclusiones históricas muy fuertes, pero ya se dio la emergencia de sujetos que antes no estaban en el escenario público, que no eran tenidos en cuenta y, si lo eran, en calidad de víctimas.

¿Y qué hay sobre las reflexiones acerca de la necesidad de que en América Latina se descolonice el feminismo?

El debate descolonial recobra fuerza a partir del año 2000, tras desaparecer durante las dictaduras, y encuentra entonces un espacio de diálogo político intelectual dentro del feminismo. Los cuestionamiento más fuertes aparecen con la revolución zapatista, que reclama la creación de un feminismo indígena y empieza a cuestionar el feminismo más institucionalizado. Yo no reniego de él, al contrario; creo en la plasticidad de un feminismo que sea capaz de combinar todas las dimensiones. Sin embargo, es verdad que a partir de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (en Beijing, 1995) el movimiento feminista dedicó grandes esfuerzos a la política pública, que es posibilista: ¿qué tipo de políticas corporales pueden surgir de la administración cuando ha penalizado el aborto?

La descolonización del feminismo tiene un recorrido teórico que desarrollar. Este pensamiento ha ganado terreno en los movimientos sociales y se abren nuevos debates y confrontaciones. Por ejemplo, en Bolivia se tiende a identificar el patriarcado como una construcción exclusivamente colonial, introducida en América Latina por los colonizadores españoles.

“Para mí, dos fuentes de placer corporal son la posibilidad de sorprenderme y las amistades que tengo gracias al feminismo. Necesitamos volver a un feminismo que nos salga más desde las entrañas, desde lo que nos remueve y conmueve”

Ese país cuenta con la Unidad de Despatriarcalización, que depende del Viceministerio de Descolonización. ¿Crees que ese es un buen punto de partida para luchar a favor de los derechos de las mujeres?

Sí, porque permite a las indígenas bolivianas abrir un debate social, problematizar y empezar a desarmar los mecanismos del poder patriarcal que están presentes en todas las culturas. Sin embargo, muchas feministas ponen en tela de juicio que la identificación entre patriarcado y colonización sea un buen punto de partida, porque deja fuera el análisis del patriarcado en las sociedades precolombinas. Cuando las indígenas cuestionan su vida aparecen las disonancias. Cuentan que los hombres les preguntan que qué están haciendo acá reunidas cuando ellos están hablando de la tierra y del territorio. Esas mismas cosas que nos decían a nosotras cuando queríamos comisionar mujeres en los sindicatos o en los partidos de izquierda, que no perdiéramos el tiempo en esas pavadas.

¿Qué corriente descolonizadora del feminismo te convence más a ti?

Personalmente me acerco más a una que define un feminismo de frontera, que deja una parte abierta a la contaminación. Quiero estar en esa frontera para contaminarme con cosas nuevas que me abran los poros. En ese sentido, me gusta muchísimo el portugués Boaventura de Sousa Santos, doctor en Sociología del Derecho. Él habla de ‘comunidades amebas’, de identidades múltiples, inacabadas y permeables, que tienen esas fronteras que no están exactamente definidas.

Para finalizar, ¿qué le piden los grupos feministas latinoamericanos a las ONG para el desarrollo?

Lo mismo que exigimos a los gobiernos: que habiliten procesos democratizadores de construcción de sujetos. Los efectos de la cooperación pueden ser perversos cuando trata de construir agenda o de dirigir procesos políticos de personas que no son sujetos de la acción, por muy buenas que sean las intenciones.

Muchas veces, las relaciones con las ONG son de poder, de escaso diálogo y de utilización del Sur. Las feministas tenemos abierto un debate con ellas, sobre todo ante la instrumentalización de las mujeres como objetos de desarrollo en términos de vulnerabilidad, en lugar de considerarlas como protagonistas políticas.

 

En pocas palabras
Lo sugerente: nuevos caminos críticos
Lo deserotizante: el cansancio
Lo pendiente: equilibrar los tiempos
Un éxito: sobrevivir a la dictadura
Algo como para tirar la toalla: no lo descubrí, por suerte
Una feminista: Virginia Vargas
Una época: la que vivo
Un lugar en el mundo: Montevideo

 

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