La revolución de los once abortos
Un auto de 1982 sentó jurisprudencia e hizo públicas las demandas del feminismo: once mujeres basauritarras fueron acusadas de interrumpir voluntariamente embarazos
La madrugada del 9 de septiembre de 1976 se produjeron en Basauri las detenciones de once mujeres: nueve acusadas de someterse a prácticas abortivas y dos por llevarlas a cabo. Las asociaciones de mujeres tomaron las calles de Bilbao para exigir su absolución: ocuparon edificios, escribieron manifiestos, se movilizaron y trabajaron sin descanso en un litigio clave para el feminismo.
El juicio se celebró el 16 de marzo de 1982 tras ser suspendido en dos ocasiones. La primavera de aquel año fue especialmente calurosa. Los viejos juzgados de Bilbao no disponían de sistemas de refrigeración y tuvieron que abrir las ventanas: “Los gritos de las mujeres que esperaban en el exterior se oían desde la sala”, recuerda Mertxe Agúndez, una de las abogadas defensoras. “Gritaban que si los curas pariesen, el aborto sería sacramento”.
El día de la detención, la policía se presentó en los domicilios de nueve de las acusadas. J.G.N, imputada junto a su hija por practicar los abortos, fue quien facilitó los nombres del resto de las procesadas a las autoridades. “Fueron detenidas y pasaron 72 horas en comisaría. J. estuvo siete meses en prisión”, cuenta Oihane López en su tesina sobre el caso.
El apoyo del movimiento feminista sirvió para que las acusadas aprendiesen que su caso no respondía a una cuestión personal, “si no que afectaba, directamente, a la libertad de todas las mujeres”, asegura Agúndez. La detención se produjo en un momento social efervescente: el dictador sólo llevaba 295 días muerto. El magistrado tomó la decisión siete años después cuando el pueblo ya había votado la Constitución, pero las leyes aún eran arcaicas. “Al juicio fuimos con un arsenal de pruebas psicológicas, físicas, jurídicas y sociales. Muchas no estaban embarazadas por lo que no se produjo el aborto, otras no podían mantener económicamente un hijo más”, declara Agúndez. “Queríamos evitar que el aborto formase parte del ámbito privado de las mujeres”. Pedían también que el Estado apoyara una maternidad responsable.
La prensa de la época recogió el largo proceso judicial en sus páginas. La resolución del caso acaparó las portadas: J.G.N fue condenada por tres delitos consumados y un cuarto en grado de tentativa. El auto recogía también que la condena ya se había cumplido entre la prisión preventiva y las dilaciones del juicio. El juez encargado del caso dictó que tenía derecho a acogerse a los indultos de 1975 y 1977. El resto fueron absueltas.
Ninguna de las acusadas ha vuelto a hablar desde entonces. Los periódicos sólo recogieron las declaraciones de una ellas: “Estamos muy contentas. Nunca he bailado, pero hoy voy a bailar”. Quizás sin saberlo, hizo un guiño al viejo lema feminista de Emma Goldman: “Si no se puede bailar, no es mi revolución”.