“Mi pareja se siente culpable por no darme orgasmos”

“Mi pareja se siente culpable por no darme orgasmos”

Nuestra sexóloga, Mónica Quesada Juan, habla de la culpabilidad que sentimos al creer que no sabemos dar placer a la otra persona y cómo interfiere en nuestras relaciones.

Sonia R. Arjonilla

“Al leer El orgasmo como examen me he sentido muy identificada puesto que nunca he sentido uno; aún sigo sin sentirlo pero disfruto cada vez más mis relaciones sexuales. Me lo paso muy bien con quien las comparto puesto que tenemos mucha confianza, me encanta y me atrae mucho, pero ella se frustra bastante porque no consigue hacerme sentir uno y se siente culpable porque ella sí llega, aunque yo intento convencerla de lo contrario, y es cierto que me lo paso genial.

Gracias a la confianza que tenemos ambas, hablamos mucho y me comentó que le ayudara a tocarme porque no sabe si lo hace bien y se siente bastante insegura. Yo intento contarle qué y cómo me gusta y le acompaño al tocarme, pero aún así se siente “torpe”. Cuando estamos juntas, tengo la sensación que no se deja llevar y no sé cómo puedo darle esa seguridad.

Me gustaría saber qué puedo hacer para que aprenda, se sienta cómoda, disfrute creyéndose lo que siento cuando me toca. Tienes alguna sugerencia?” B.

¡Hola B! Gracias por remitirnos tu duda y dar lugar a este tema que a tantas y tantas parejas les ocupa: la culpabilidad por no creerse capaces de proporcionar placer a la pareja.

Nunca nadie ha provocado el orgasmo de otra persona. Como mucho, ha contribuido y participado. Cada cual se gestiona sus propios orgasmos. Si nuestra disposición no es buena, difícilmente disfrutaremos, incluso con la más experta en artes amatorias

En el ámbito de la sexualidad, la palabra culpa choca de frente con el placer. Y más cuando hablamos de sensaciones subjetivas no comprobables, puesto que partimos de la base de que la otra persona no conoce tu disfrute, sino que lo interpreta. Parémonos a analizar la culpa: Un encuentro sexual en el que la persona 1 disfruta, pero interpreta que la persona 2 no lo está haciendo tanto. Aparece la preocupación y la culpa, produciéndose el siguiente efecto dominó: el disfrute de la 1 disminuye y la persona 2, al ver el agobio de la 1, también se siente incómoda disminuyendo así también su placer. Todo ello basado en una creencia no comprobable como puede ser el placer que siente la otra persona.

 

¿Resultado? Algo que se inicia con el objetivo de disfrutar acaba en sufrimiento: todo ello por el aprendizaje de que cuando dos personas se juntan para mantener relaciones sexuales, cada una tiene que ser la autora del placer de la otra. Gran mito éste en la sexualidad y, en concreto, en el sexo.

Partimos de la base de que nunca nadie ha provocado el orgasmo de otra persona. Como mucho, ha contribuido y participado, pero nunca ha tenido su autoría más allá del propio. Cada cual se gestiona sus propios orgasmos. Podemos encontrar a la persona más experta del mundo en las artes amatorias, pero si nuestra disposición no es la adecuada, será muy difícil que la disfrutemos. Y mucho menos que tengamos un orgasmo puesto que, como ya hablamos en el artículo ‘La intensidad de los orgasmos’, el orgasmo no sólo es algo fisiológico, sino también psicológico y cultural.

Es más, si llevásemos a último término la creencia de que la otra persona tiene que disfrutar como yo creo que tiene que hacerlo y, si es posible, que tenga un orgasmo antes que yo para que me pueda quedar tranquila y abandonarme a las sensaciones, nos encontraríamos con que las calles estarían desiertas puesto que todo el mundo estaría esperando al orgasmo de sus parejas, y así hasta el infinito.

¿Qué hacer frente a esta preocupación? Comenzar a practicar la responsabilidad del propio placer. Yo suelo recomendar que se puntúe del 1 al 10 el placer global obtenido. ¡Importante! No estás puntuando el desempeño de tu pareja, sino TU placer fuera de lo que haya hecho la otra persona. Es decir, si has recibido un masaje genital lo que puntúas es el disfrute propio y no cómo lo ha hecho la otra persona. La otra persona puede ser una experta en masajes genitales, pero si tú no te permites disfrutarlos por el motivo que sea, sería un gran fallo culpar a la otra persona de lo que tú no disfrutas. Y si realmente no lo has disfrutado por la manera de hacer de la otra persona, es tu responsabilidad decir cómo te gusta sin esperar que la otra persona lo adivine.

Hay que tomarse los comentarios como aprendizajes, no como correcciones. Y no pensar que la otra persona es adivina, sino preguntar y hablar

Por ejemplo, imagínate que al finalizar el masaje puntúas tu placer en un 5, cuando lo que a ti te gustaría es un 8. Hazte las siguientes preguntas: ¿Qué engloba ese 5? ¿Qué podría añadir o hacer diferente para llegar a un 6? ¿Tal vez decir cómo te gusta? ¿O dejar de pensar en lo que vas a hacer mañana, la cara que estarás poniendo o si tal vez no estarás tardando demasiado?

El motivo de llegar a un 6 en vez de a un 8 es que, como sabes, generalmente el aprendizaje se disfruta más cuando es a pasitos. Este ejercicio no es para sacar la fusta y castigarte por estar en un 5, sino para ser consciente y saber que al igual que estás en un 5 puedes estar en un 8 cambiando algunas cosas que, al hacerlas conscientes, están aún más en tu mano.

Tomarse los comentarios como aprendizajes y no como correcciones. Me he encontrado en algunas casos parejas en las que una de las partes ejercía la responsabilidad con su placer explicitando qué le gustaba y la otra persona lo tomaba como una corrección en su hacer, ofendiéndose por ello y creándose un conflicto. En estos casos se trata de ser conscientes de que cada persona es un mundo y algo que a alguien le puede encantar puede que a otra persona no tanto. Todo cuerpo es un mundo por descubrir y qué bien poder jugar de otras maneras, ¿no?

Preguntar, no adivinar…ni dar por sentado que la otra persona es adivina. En cualquier encuentro, sea del tipo que sea, conocerás a la típica persona que se enfada porque tendrías que haber hecho algo que tenías que haber sabido de antemano porque tienes un superpoder que te hace adivinarlo. Y es posible que en algún caso esa persona fueses tú. Volvemos a que cada persona es un mundo, con sus gustos y preferencias…no pierdas energía en adivinar ni frustraciones en que te adivinan, es tan simple como preguntar y hablar.

Confía en que la otra persona es responsable de su placer. Si la otra persona te dice que está disfrutando, quédate con eso y no le des más vueltas. Si la otra persona aún no es totalmente responsable de su placer, dale tiempo, porque tarde o temprano se contagiará al ver cómo tú disfrutas.

Lo que está claro es que para disfrutar de las relaciones sexuales el primer paso es pasar de preocuparse a ocuparse, ya sea hablando, guiando, jugando… Pero sobre todo disfrutando… ¡Que para eso están!

Si quieres que nuestra sexóloga conteste a tus preguntas, escribe a participa@pikaramagazine.com

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