¿Género?

¿Género?

Miren, quemada con su compromiso político, probó a llevar una vida "normal", con marido, hipoteca y dedicación total y solitaria a los niños. Su vida volvió a dar un vuelco pasados los 50 años, cuando conoció a alguien con quien volvió a ser ella misma

Casi siempre he sido una mujer rebelde,(lo del casi lo entenderéis a continuación). A finales de los años 60, principios de los 70 mi curiosidad, mis ganas de aprender y mi necesidad de cambiar aquella sociedad rancia, opresora y fascista me llevó por el camino de la clandestinidad (único camino) a leer sobre el movimiento feminista, a interesarme por aquellas mujeres de las que nunca nadie me había hablado (mujeres invisibles). Leía todo lo que caía en mis manos (que no era demasiado) en este País no existían esas cosas y lo que nos llegaba era a través del exilio. Con ese ardor que da la juventud, comencé a poner en práctica en mi vida diaria todo lo que leía, a revindicar, a hacerme visible y también incómoda y así llegué a convertirme en la “rarita” de la oficina en la que trabajaba, donde se practicaba el machismo en grado superlativo, tanto que llegaba a asfixiarme, por lo que decidí buscarme otro modo de vida en el que no tuviera que relacionarme con tanto patán.

Mi compromiso y actividad política (en la que también había que enfrentarse con compañeros que dejaban bastante que desear) me hicieron pasar por comisaría donde pude experimentar los métodos que aquellos funcionarios utilizaban con nosotras, las mujeres.

En fin, con 25 años estaba ya más quemada que la pica de un indio, llena de miedo y de dudas por lo decidí darme una receso y probar con la vida “normal” esa que parecía satisfacer tanto a la gente de mi generación.

Y así lo hice (lo hicimos) mi chico y yo. Estábamos tan cansados de conflictos que ni siquiera pusimos oposición a casarnos por la iglesia (otra institución que nos sometía al mismo tiempo que nos ignoraba) y nuestra única condición fue que al menos fuera en una ermita en el monte y sin ningún tipo de parafernalia, (que ingenuos).

Luego vino la hipoteca al 14% de interés, el pequeño coche y las horas y horas de trabajo. Cuando ya empezábamos a respirar un poquito más hondo llegaron los niños, los tan deseados niños, y con ellos mi dedicación exclusiva después del trabajo diario, porque mi compañero tenía un trabajo de muchíiiiiiisima responsabilidad y no llegaba a casa hasta muy entrada la tarde, cuando los niños ya estaban en la cama o a punto de irse (eso sí, siempre por el bien de la familia).

Y así años y años, trabajando, cuidando, educando y volcando toda mi energía en los que tenía alrededor sin apenas percatarme de lo que me estaba pasando, de que me estaba perdiendo, me diluía , me desdibujaba como individua, era solo un rol, bueno, muchos roles; madre, esposa, hija cuidadora de sus progenitores, ya ancianos, y de los de su pareja, por supuesto, profesora comprometida, y la relaciones públicas de la pareja (quedar con amigos, organizar salidas, vacaciones, ect).

La familia va cambiando, los mayores nos abandonan (con alto coste en la mayoría de los casos), los hijos crecen y tu vas teniendo tiempo para pensar, y pensando y pensando te vas dando cuenta de que aquellos a los que tantos años y atención has dedicado apenas se enteran de que estás ahí, de tus ganas de vivir, de apasionarte, de que te quieran.

¿Qué ha sido de aquella chica que a principios de los 70 quería cambiar el mundo?
¿Qué ha sido de aquel muchacho que la animaba, que decía que la quería y que la dejó sola ante el peligro?

Entre preguntas, sueños y deseos la cabeza se convierte en un hervidero y comienzas a ver el mundo con otra perspectiva, y comienzas a imaginar otra forma de relacionarte, a desear que te quieran y a querer sin más, sin proyectos de futuro, sin corsés familiares, sin tener más obligación que la que tu desees.

Y la vida es tan curiosa, que vas… y la encuentras, te la tropiezas un día cualquiera envuelta en un precioso cuerpo de mujer madura. Alguien que te habla en tu mismo lenguaje, alguien que no te pide más que ser tu misma, alguien que comparte con la misma naturalidad que respira, alguien que sabe de ternura, de caricias y más allá.

Y entonces vas… y lo dejas todo. Y a l@s más íntim@s se lo cuentas y al resto les dejas a su libre albedrío, y entonces especulan, critican, te crucifican y a algun@s les da tal morbo que apenas pueden relacionarse contigo sin que se les desbarate la mente en una mil fantasías. Por mi que les den, sinceramente me importa un rábano.

Soy feliz con mi chica y aunque ya han pasado diez años y con ellos las pasiones más ardorosas, estoy orgullosa de ella, de nosotras, de nuestra complicidad y libertad.

Os lo recomiendo, jajajaja

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