Uruguay apuesta por el matrimonio igualitario
Se convierte en el duodécimo país del mundo y el segundo de la región después de Argentina en aprobar las uniones entre personas del mismo sexo mediante una ley que las sitúa en igualdad de condiciones a las parejas heterosexuales
Texto y fotos: Marta González y Paula Vilella./ Montevideo
La entrada de Parlamento uruguayo estaba abarrotada con una interminable cola de personas de varias generaciones que no querían perderse el momento en que por fin la ley de matrimonio igualitario fuera una realidad. Afuera la música y el ambiente festivo fueron el broche final en un escenario teñido de los colores de la diversidad. Entre muchos y muchas se felicitaban y abrazaban mostrando un trabajo conjunto de diversos colectivos que ayer se sintieron protagonistas de la historia y un ejemplo a reproducir en otros lugares. A través de este texto, que falta ser ratificado por el presidente José Mujica, las personas del mismo sexo podrán casarse mediante la misma ley que rige a las parejas heterosexuales. Tan solo tendrán que pedir número en el Registro Civil y llevar a sus testigos. Exactamente igual que cualquier otra pareja.
Este jolgorio es una alegría aplazada. Estaba previsto que la ley se aprobara en diciembre pero la discusión sobre la despenalización del aborto y la regularización de la marihuana retrasaron las idas y venidas del proyecto entre el Senado y el Congreso.
Con sus tres millones de habitantes, Uruguay avanza en la ampliación de derechos en el terreno legislativo impulsadas por los movimientos de la sociedad civil
En su exposición ante el Senado el pasado 2 de abril, la senadora Constanza Moreira celebró estar votando “un proyecto raro desde el punto de vista del origen y del procedimiento por el que llega”. El 70% de los proyectos de ley aprobados en cada Legislatura proviene del poder ejecutivo y sólo el 30% tienen origen parlamentario. Sin embargo, iniciativas como ésta “corroboran que los proyectos de ampliación de derechos que se han votado en la última década en este país (…) proceden de la sociedad civil, se los apropian las bancadas parlamentarias y luego terminan modificando un estado de cosas”, añadió la senadora.
Desde las barras del Senado, la abogada Michelle Suárez observa la sesión en la que se discute el texto. No pierde detalle. Conoce todos los detalles. No en vano, fue la encargada de darle forma legal a las reivindicaciones del colectivo por la diversidad sexual Ovejas Negras, del que forma parte. Fue despacho por despacho del Palacio Legislativo a todas las fuerzas políticas convenciendo para que avalaran la propuesta. Y convenció. El proyecto ha sido aceptado por amplia mayoría en todos los partidos del país. 71 de los 92 parlamentarios presentes votaron a favor.
A la salida, mostró su satisfacción ante la prensa pero lamentó que el pleno analizara aspectos ya permitidos por una ley anterior: “Se discutió que este proyecto permitía la adopción y eso está permitido desde 2009, las parejas homosexuales o personas del mismo sexo en unión concubinaria o solteras pueden adoptar en pie de igualdad con familias hetero-parentales. Denota un desconocimiento de la legislación actual y eso me preocupa, no como abogada o integrante del colectivo Ovejas Negras, sino como ciudadana. Las personas que están acá nos representan y, por lo tanto, lo mínimo que podemos pedir es que conozcan la legislación vigente”.
El proyecto ha sido aceptado por amplia mayoría en todos los partidos del país. 71 de los 92 parlamentarios presentes votaron a favor
Federico Graña también milita en Ovejas Negras. Asegura que aunque el matrimonio es una de las reivindicaciones principales de la comunidad LGTB, en su caso aprovecharon la aprobación de la Unión Concubinaria en 2007 y la modificación de la Ley del Menor en 2009, que observaba el tema de la adopción, para que las parejas del mismo sexo estuvieran contempladas en ellas.
Después, dejaron de lado esa lucha para centrarse en la propuesta de cambio de identidad de género: “Nos dimos cuenta de que quienes estaban más en el horno [peor paradas] de todas las identidades de diversidad sexual son las personas trans. Era ahí donde teníamos que arrimar el hombro”. Tras su aprobación en 2009, pudieron volver a retomar la discusión en torno al matrimonio igualitario.
Yo no me quiero casar, pero mi novio sí
“La sociedad uruguaya es muy laica. En lo que cree es en el Estado y en las leyes, lo que es legal está bien. Por eso las luchas buscan la legislación de los asuntos”. Quien habla es Magdalena Bessonart, de 28 años.
Si bien la Iglesia rechazó la propuesta públicamente y pidió a los diputados y diputadas votar “en conciencia”, no movilizó de la manera a la que acostumbramos ver en España con las marchas por la familia heterosexual y cristiana o por la penalización del aborto.
El pasado lunes, apenas medio centenar de personas marcharon en la Ciudad Vieja de Montevideo para reivindicar que familia, es la suya: “Familia es marido y mujer, ninguna otra cosa que nos quieran imponer”, era el cántico más sonado. La posición oficial de la Conferencia Episcopal acepta la unión entre personas del mismo sexo pero no que se les llame matrimonio o familia. Una lucha que, al fin y al cabo, es de palabras, pero que implica derechos.
Federico es consciente de que la mayor parte de los activistas que han luchado por que se apruebe esta ley no cree en el matrimonio. “No tengo ni idea de si me quiero casar con mi pareja de hace cuatro años, a quien amo, pero sí sé que quiero transformar la sociedad. Para eso hay que pasar etapas. Yo me pongo a día de hoy en mi país y creo que hemos hecho lo que debíamos. Aunque se critique la institución del matrimonio, es un paso para naturalizar las relaciones entre personas del mismo sexo”.
La Conferencia Episcopal acepta la unión entre personas del mismo sexo pero no que se les llame matrimonio o familia
Magdalena opina como él. Para ella, lo importante es el valor simbólico que tiene, dado que de esa unión institucionalizada parte la familia. “Lo que implica eso de ‘para siempre’ me resulta lejano a mi concepción del amor y de la pareja”. No se espera un aluvión de solicitudes en un país en que cada vez más las parejas optan por la unión libre.
El primer caso en que la justicia reconoció el matrimonio entre personas del mismo sexo fue el de un uruguayo y un español casados en España que querían formalizar su situación en el país. Hay parejas del mismo sexo que se ampararon en una unión concubinaria, uruguayos que se casaron con personas extranjeras, otros que fueron al extranjero para firmar los papeles y regresaron, también quienes quieren casarse pero en su propio país.
Con esta ley, su opción queda abierta, como en las parejas heterosexuales. Permite, no obliga. Como señaló un amigo, heterosexual pero oportunista: “Yo me haría una camiseta que dijera ‘yo no quiero casarme, pero mi novio sí'”.
Más allá del ‘matrimonio gay’
Aunque la resonancia de la ley de matrimonio igualitario provenga de que permita la unión de personas del mismo sexo, alcanza mucho más que eso. Por ejemplo, permite el divorcio por la voluntad de solo uno de ambos cónyuges. Además, las parejas podrán decidir el orden de los apellidos de su descendencia y también aumenta la edad de consentimiento para contraer matrimonio de los 12 para las niñas y 14 para los niños a los 16 para ambos sexos.
La situación del matrimonio del mismo sexo en el mundo
Holanda fue el primer país en aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo en 2001. Desde entonces, en Europa le han seguido Bélgica, España, Noruega, Suecia, Portugal, Islandia y Dinamarca.
Si nos referimos a la totalidad del territorio, Canadá fue el primer país de América, en 2005, y Argentina de Latinoamérica, en 2010. Sin embargo, once estados de Estados Unidos y tres jurisdicciones tribales también lo tienen regulado por ley. Lo mismo ocurre con dos entidades federativas de México y diez unidades federales de Brasil.
El tema se encuentra en discusión en Francia, donde el Senado aprobó el miércoles el primer artículo que permitiría estas uniones. También en Estados Unidos, que se lo plantea en todo el territorio. Eso cambiaría la situación de parejas de distintas nacionalidades, casadas legalmente en un Estado pero con la espada de Damocles de la deportación sobre sus cabezas ya que las leyes migratorias actúan a nivel federal.
Entre Asia, África y Oceanía, Sudáfrica queda aislada en el mapa de este tipo de uniones. En algunos países del Magreb, del África subsahariana y Asia la comunidad LGTBI es perseguida y castigada con penas de distinta dureza. En Irán, Arabia Saudí, Yemen, Mauritania, Nigeria y Somalia pueden enfrentar la pena de muerte, según un informe de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales (ILGA).
Luchas integradas
Ovejas Negras nació a finales de 2004 con la intención clara de generar diálogo con otros actores sociales e influir en la agenda política. Se alió con organizaciones feministas y el movimiento estudiantil. Más tarde con organizaciones de afrodescendencia y sindicales. En siete años han conseguido pasar de 500 personas marchando juntas el día del orgullo, a congregar alrededor de 25.000 el pasado 2012.
Para Graña, este paso no sólo afecta al colectivo LGTBI sino a toda la población uruguaya: “se trata del modelo de sociedad que perseguimos construir”.
Por eso, en Ovejas Negras lo tienen claro, se vinculan con otros movimientos sociales y hacen suyas luchas que, sin tener que ver particularmente con su identidad sexual, abogan por esa transformación social que pretenden. La despenalización del aborto, la regularización de la marihuana o la derogación de la ley de caducidad de los crímenes de la dictadura son banderas que enarbolan con gusto.
Graña asegura que el debate LGTBI llegó tarde a Uruguay, algo que se puede convertir en una oportunidad: “No hay una comunidad tan fuerte como en otros países, no hubo gueto que acabara convirtiéndose en barrio gay, por ejemplo. Sin embargo, eso hace que estemos en condiciones más favorables para conseguir una sociedad más integrada”.