Micromachismos en las sesiones de tuppersex

Micromachismos en las sesiones de tuppersex

Mujeres interesadas en dar placer más que en recibirlo, preocupadas por que un dildo grande intimide al novio, empeñadas en tener orgasmos simultáneos durante la penetración... Mayka Cuadrado Zurinaga repasa las inquietudes sexistas que afloran en las reuniones sobre juguetes eróticos

22/05/2013

Mayka Cuadrado Zurinaga

Reunión tuppersex

Reunión de tuppersex organizada por Los Placeres de Lola

En estos momentos me encuentro en el proceso de convertirme en sexóloga. Toda profesión es siempre un proceso, ¿no? Realizo sesiones tuppersex desde hace dos años. Para quien no lo sepa, son sesiones donde se muestran artículos eróticos. Y he descubierto una serie de pequeñas discriminaciones, a veces micromachismos y otras sexismos en ambas direcciones, de una sutilidad tal… que quería compartirlos con un público igualitario.

Seguimos queriendo satisfacerles a ellos

En primer lugar, cuando enseñamos los artículos de cosmética sensorial, es decir, aceites, plumas, todo tipo de pócimas comestibles, tratamos de acompañarlos con consejos para introducir en el arte de hacer masajes. Pero, ¡ojo!, queremos que, más bien, sean ellas quienes decidan si dan o reciben dichos cuidados. De hecho, qué mejor que decir a la pareja sexual de ese momento: “estoy cansada, me dejo hacer”. Pues bien, en la mayoría de las situaciones, me he encontrado con que eran ellas quienes querían aprender a “dar placer”. Por supuesto esto sigue teniendo vigencia en relaciones homosexuales. Pero no deja de ser curioso cómo abrían los ojillos para, como ya recomiendan las revistas femeninas –y no las masculinas- dar, más que recibir. Obviamente la perspectiva de mi tienda es pensar en ellas y reconducir esto (hablar de los cinco sentidos, descoitalizar, el egoísmo sano, etc.).

Cuando la chica tiene una relación monógama heterosexual, considera que no puede llevar un juguete grande, porque su pareja se asustará y tendrá la sensación de competir en potencia con el artículo erótico

Y si fuera sólo esto… Cuando empezamos a enseñar los juguetes eróticos, suele haber varias preocupaciones que se repiten frecuentemente:

“Quiero algo que sea para los dos, no sólo para mí”. Cuando les enseñas un juguete que sirve para estimular el clítoris o para penetrar, sienten que la masturbación es una práctica sustitutiva de la penetración, y por lo tanto innecesaria, sobre todo si tienen pareja. Prefieren algo para mejorar su relación, darle placer a él (especialmente en parejas heterosexuales), ser buenas amantes. Así que tienen que pensar un artículo que tenga algún uso para ellos, que se pueda usar en pareja, que le guste a su novio/marido, que le satisfaga o que al menos no le disguste. Y aquí viene la segunda situación:

“Quiero algo que no intimide a mi pareja”. Cuando la chica tiene una relación monógama heterosexual, considera que no puede llevar un juguete grande, porque su pareja se asustará y tendrá la sensación de competir en potencia con el artículo erótico. Así que aquí volvemos a que están comprando no pensando en ellas sino en función de sus parejas; lo que pensarán, lo que les gustará.

“¿No has traído nada para ellos?” Pues mira, no. Ya es hora de pensar en nosotras. O sí, pero me niego. He estado hablando sobre cómo curaban la histeria de las mujeres con la estimulación del clítoris pero no pensaban que las hacían llegar al orgasmo porque no era penetración, he hecho educación sexual, he mostrado diferentes aspectos sobre tu anatomía, y ahora vas y te llevas sólo un juguete para que él disfrute.

Por otro lado, los talleres que más triunfan son para aprender a hacer striptease, a seducir, a hacer masajes, etc. Nosotras, obviamente, los enfocamos desde el empoderamiento, la autoestima y el feminismo. Pero eso ellas no lo saben cuando se apuntan.

Muchas nos dicen en las sesiones, “esta información tendríais que dársela a ellos”, pero incluso abriendo la posibilidad de que los varones se informen sobre cómo darles cuidados y placer a ellas, apenas preguntan sobre cómo hacerlo.

¿El clítoris empodera y el Punto G desempodera?

Durante la Caza de Brujas, un clítoris grande era el símbolo del demonio. En 1865 el doctor Baker Brown recomendaba la extirpación del clítoris para curar la locura. Cientos de mujeres siguieron su consejo. Freud consideraba que las mujeres que no llegaban al orgasmo con la penetración vaginal eran frígidas e inmaduras y que debían seguir terapia. Actualmente sigue habiendo mutilación genital (en España también, y no sólo del clítoris, hay médicOs millonariOs que operan los labios vaginales a pacientAs).

Me preocupa que se vea el punto G como la solución definitiva para llegar al orgasmo con el pene de tu pareja, en vez de pensar que puede haber penetración con dedos, con juguetes, a solas, con chicas…

Desde que profesionales de la sexología como Kinsey, Johnson y Masters y, por supuesto, la grandiosa Shere Hite pusieran de manifiesto que, mayoritariamente, a las mujeres les gustaba más la estimulación del clítoris, se custionó el modelo coitocentrista y heterocéntrico.

En su momento estuvo muy bien, porque era una manera de decirles a muchos varones, -demasiado obsesionados con la penetración y con las películas porno como documental científico-, que las mujeres, al menos físicamente, no tenían su fuente de mayor estimulación en el canal vaginal. Y que hay otros centímetros de piel, que las fantasías eróticas nos abre el maravilloso órgano sexual del cerebro, etc.

De hecho, desde el punto de vista de la reivindicación política del feminismo de descoitalizar las relaciones, el punto G fue un retroceso. Porque era como volver a decir que sí, que la penetración era lo que más nos gustaba para llegar al orgasmo. Que no había que estimular el clítoris. Y es que –supuestamente-, el punto G es un granito que está a unos dos o tres centímetros dentro de la entrada del orificio vaginal.

En aquel momento aún no estaba extendida la Teoría Queer, la ruptura de las categorías de la heterosexualidad normativa, el postporno, los cursos de eyaculación femenina, los arneses y los dildos para las performances. Realmente se asimilaba penetración a hombre heterosexual.

Me preocupa que se vea el punto G como la solución definitiva para llegar al orgasmo con el pene de tu pareja, que las chicas (sobre todo jóvenes) lo quieran ver así. Quizá el error sea asociar penetración a mandato patriarcal. También puede haber penetración con dedos, con juguetes, a solas, con chicas…

Y, efectivamente, en los tuppersex todas las chicas se quedan con los ojos como platos esperando a que les explique dónde está. Muy pocas, por no decir casi ninguna, se lo ha encontrado. Aunque yo les diga cómo buscarlo con los dedos o con juguetes, la mayoría está interesada en que se lo encuentre su pareja. Es decir, en llegar simultáneamente al orgasmo con él. Durante la penetración.

Es curioso cómo se plantea una dicotomía entre el clítoris y punto G que no existe.

Helen O´Connel, la doctora que volvió a estudiar la anatomía del clítoris, descubrió que éste tenía unos 8-10 centímetros de longitud. Sus bulbos quedan muy cerca del canal vaginal, por eso hay mujeres que con la penetración pueden llegar al orgasmo. Ella afirma que en ninguna incisión se ha visto el órgano llamado punto G. En el documental ‘En busca del punto G’, la doctora Burri, que había investigado a gemelas idénticas, vio que la percepción de tener punto G era subjetiva. Siendo su cuerpo igual, algunas hermanas decían tenerlo y otras no. Mi opinión es que es una zona de nervios que queda muy cerca del clítoris, que podría incluso considerarse parte de él. Vamos, que no hay orgasmos diferentes, sino formas de estimulación diferente.

De nuevo, la mejor fuente de investigación son los tuppersex. Cuando comparto esta inquietud con mis compañeras de trabajo, llegamos a la misma conclusión. Hay gente a la que le resulta placentera dicha estimulación y gente a la que no. Pero convertir la búsqueda de un orgasmo por medio de su estimulación en una obsesión es absolutamente contraproducente. Por eso estos dos puntos tienen su vertiente política y hay que entender que en su momento la reivindicación del clítoris fuera clave y que entonces la del Punto G desempoderara. Si ni siquiera ahora lo ven como debe ser, una opción personal, sólo de pareja cuando tú lo decidas…

A la hoguera por liberarnos demasiado

Otra desigualdad que me he encontrado, en la sociedad en general, y en los tuppersex en particular, es la falsa liberación de las mujeres. Se supone que ya podemos liderar el cortejo, entrar a una persona que nos gusta y pedir lo que queremos en la relación sexual. Pues bien, no creo que esto sea exactamente así.

En las sesiones tuppersex sigo encontrándome mujeres maravillosas pero que aún se muestran tímidas y vergonzosas de cara a liderar sus relaciones sexuales. Están deseosas de saber más porque quieren agradar a sus parejas sexuales, pero también desean su propio placer de modo individual. Aunque en este último caso, veo que tienen cierto pudor a parecer egoístas por pensar en el propio bienestar, o incluso por reconocer que pueden masturbarse a solas, como si eso fuera una maldad porque no incluye a su pareja. O tal vez sea por pereza; o por la recurrente falta de tiempo que tenemos las mujeres para nosotras mismas.

Pero es que en los casos en los que sí hemos conseguido la liberación sexual de pedir más para nosotras, se le ha dado la vuelta y se ha visto como negativo. Por ejemplo, me he encontrado a varios profesionales de la sexología y hasta a la mismísima Helen Singer Kaplan, autora de La nueva terapia Sexual diciendo que el nuevo rol (el supuestamente liberado) de las mujeres provoca impotencia en los hombres. Tal cual, como lo oís. Al parecer, damos miedo. ¿No será una percepción subjetiva de cómo se supone que somos estas nuevas mujeres más que la existencia real en sí de las mismas?

Cuando estamos un poco más “liberadas” en el sexo (la parte del feminismo que se supone que sí les conviene a algunos hombres), se nos culpabiliza porque, supuestamente, pedimos demasiado

Muchas veces, en especial las chicas jóvenes, no están suficientemente empoderadas para decir no a una relación sexual cuando el chico dice que no se quiere poner el preservativo. Esto lo demuestran varios estudios sobre variables de riesgo en la prevención de ITS (infecciones de transmisión sexual). De hecho, sí que me he encontrado alguna chica que me preguntaba por el preservativo femenino porque a su pareja no le gustaba el masculino… Pero, segundo, cuando estamos un poco más “liberadas” en el sexo (la parte del feminismo que se supone que sí les conviene a algunos hombres), se nos culpabiliza porque, de nuevo supuestamente, pedimos demasiado. En un primer momento se usó el feminismo como chantaje para decirnos que si no follábamos más con ellos, es que no estábamos liberadas, no éramos “auténticas feministas”. Y ahora se creen que somos una panda de desenfrenadas consumidoras de sexo que vamos demandado penetraciones de horas sin ninguna empatía con los hombres. ¡Venga ya! ¡Si los juguetes más vendidos son para parejas, clitorianos, no de penetración y pequeños!

Así que las mujeres que sean predominantemente heterosexuales muestran en los tuppersex su preocupación por no liberarse demasiado, para no asustarles, pero aprender algunos truquillos, para sorprenderles. ¡Vaya esquizofrenia para nosotras! ¿En qué quedamos? ¿Es que algún rol de género nos pinta como buenas mujeres? Pero, ¿dónde estamos esas mujeres que pedimos demasiado? ¿Seguro que hemos cambiado tanto de rol, que sabemos lo que queremos, y que tanta calidad y cantidad pedimos?

Repito, creo que eso es lo que creen ellos. Como mucho, hemos empezado a pedir igualdad. Pero seguimos comprando revistas en las que se nos aconseja sobre cómo complacer sexualmente (en las suyas ni se trata el tema). Seguimos preguntando en los tuppersex cómo darles placer a ellos, hacerles masajes y no intimidarles con juguetes demasiado grandes. Seguimos teniendo agentes de socialización (familia, escuela, medios de comunicación, etc.) que nos enseñan a ser más delicadas y sumisas. Entonces, ¿cuándo se supone que pedimos algo para nosotras?

Doy la razón a Silvia Béjar en Tu Sexo es Tuyo: a veces ponemos la responsabilidad de nuestro placer en ellos. Pero basta de culpabilizarnos, por favor. Nosotras mismas nos fustigamos con muchos látigos ya, si les sumamos los de la santa sede por malas madres, los de la sociedad porque ahora, supuestamente, hemos dado la vuelta a la tortilla; los de la televisión intentando devolvernos al redil, ¿alguna vez nos sentiremos bien con nosotras mismas? ¿Os habéis fijado en el elevado número de programas de televisión que hay sobre ser madres, ser novias, vestir bien? ¿Dónde están los programas para ser buenos padres, ser buenos novios, ser buenos hombres, en definitiva?

Creo que la liberación sexual es una trampa, una etiqueta que les viene bien usar a ciertos hombres para pedir que les sigamos satisfaciendo en la cama. Cuando, en realidad, tanto en ese ámbito como en los otros ámbitos de la vida seguimos siendo socializadas para que el hombre siga teniendo más poder sobre nosotras. Por eso pienso que el sistema sexo-género está más vigente que nunca. Ahora que la gente joven empezaba a entender que unas diferencias son biológicas y otras construidas por un sistema al que le interesa que haya un grupo oprimido… ¿vamos y denostamos nuestro propio discurso? Sé qué el género es sólo una categoría, pero es útil y sirve para explicar precisamente todos esos roles de género que seguimos asumiendo, además del presente control sobre la sexualidad de las mujeres. Pero este tema es muy extenso y merece ser objeto de otro artículo.

Download PDF

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

Download PDF

Título

Ir a Arriba