Pop!

Pop!

Sí, este es otro texto autobiográfico feminista. Citaré a amigas, amig*s, conocidas y conocid*s, gente que vi por ahí una sola vez, algunas que me mandaron un mail, algún texto que leí. Alguna amante, a mi hermano, y a mi viejo, quizás hasta a mi abuela también. A mi novia, a algún vecino que me prestó azúcar y a la perra de mi tía. Y por eso no me haré famoso, sólo sacaré crédito de todas ellas para contar algo que no existiría si no estamos todas juntas en este texto.

Esto va de música. Ponete lo auriculares.

“Se prende fuego mi pelo, mi piano, mis discos, la ropa y el perro, puede ser que otra vez no sea cierto pero siento como el fuego me quema por dentro”, repito junto a Fabi Cantilo que me canta desde el ordenador.

La música para mí siempre fue la posibilidad de crear paraficciones, en el sentido de que me permitía un espacio paralelo para elaborar fantasías propias junto a o en contra de la misma poética que había producido la obra que estaba a mi alcance. Obras muy diversas se volvían artefactos mutantes en mi sensibilidad, junto a o en contra de mi sensibilidad. Esto implica un cierto espacio voluptuoso (que no voluntarista) de creatividad, resistencia para la libertad y un ejercicio de producción significantes. Esta ficcionalización radikal de las poéticas de representación a través de parámetros “propios” las fui haciendo extensiva a las nociones de memoria, amor, género, cuerpo, color, espacios sociales, primero a modo de reflexiones sobre “mi vida cotidiana” y luego como una manera de articular la crítica y la resistencia a las formas de construcción y representación hegemónicas. ¿Qué queda de Batman y Robin si estos inician una relación de amor? ¿Qué de la masculinidad dominante sí cuerpos asignados a diferentes sexos y razas se definen identitariamente como trans o como butch? ¿Y si además se disfrazan del Joker (Guasón/ comodín) en una fiesta de iniciación a la juventud de la clase media dominante? ¿Qué queda de las codificaciones que operan para definir el Arte y el privilegio cuando escuchamos a Floren Foster Jenkins?

Siempre sentí que no tenía lo que se suele decir cultura musical. La producción de esa afirmación se cuece entre normas de género y de clase. Yo tenía unos 11 años y vivía al norte de Argentina en un pueblito del Gran Chaco, solíamos bajar hasta Salta cada tanto, esas veces mi padre siempre iba a una tienda que se llamaba Maluf (o algo así) allí vendían electrodomésticos y cassettes. Pero también había discos de pasta. Mi padre se acercaba con timidez, él también consideraba que esa parte de la cultura de alguna forma no le pertenecía. Pero ahí íbamos a revolver discos. Me dejaba comprar los que yo quería, sin ningún tipo de guía paternal, era algo que no nos pertenecía. Era casi un hurto de clase, de clase social. Una vez me llevé Aretha franklin, otra vez Miguel Abuelo, el aita se llevó a Yupanqui. Estaban de oferta.

Hace un par de meses Jesus Jeleton me invitó a uno de sus talleres. Me dijo que siempre nos habían enseñado a ser demasiado respetuosas con los discos de pasta y que con Gelen hacían una especie de magia gurú riot feminista: se cargaban los discos de pasta para hacer música. Yeahhhhhhhh!!!!

Equipo Jeleton: http://evripidisandhistragedies.bandcamp.com/album/las-lilas-de-jeleton

Mientras jugaba sentado en un rincón con un disco de ellas me acordaba de que los discos en la casa de mi abuela siempre habían estado vedados. Eran de mi abuelo. Eran pequeños, esos que se rompen si se caen. Eran de idiomas. Según la mitología familiar mi abuelo había aprendido con esos discos inglés y francés. A mi lo que más me gustaba era el combinado. Ese mueble tenía olor a música. Me recostaba sobre su madera con los bracitos cruzados y acariciaba el entretejido por donde salía la música.

Mi abuela escuchaba la radio en un radiograbador que le regalaron mis padres, teníamos exactamente el mismo. Ahí mi hermano y yo nos grabábamos. Ahí solían poner un cassette de Abba, negro con letras doradas. Mi preferida era Chiquitita. Mi mamá se llama Loly. Tiene el pelo rizado muy afro, es la tarde noche y con mi hermano no tenemos más de 8 años y comenzamos a cantarle

Lolli Pop, lolli pop ese caramelito, lolli pop, lolli pop.

Oh! Lollipop,

Mi mamarrachito, Tírame un besito Cuando pase por tu portón.

Una vecina del barrio, mucho más grande, a la cual le solíamos silbar escondidas desde un cantero del vecino, nos llama un día y nos hace escuchar en su walkman esa canción. Me mira directo a los ojos: Son las Viudas e hijas del rock and roll. Para que sepas lo que es la buena música, me dice toda vestida de rosa con pendientes y pintalabios fucsia fluo.

Años más tarde, mis padres despachan a su hija tímida en el cumpleaños de la hija de “una divorciada” que vende prendas de cuero, tiene el cabello largo rubio verdoso con mechas blancas, botas y pantalones súper ajustados. Adentro hay muchas adolescentes muy a la moda. Me quedo en un rincón cerca de las papas fritas, una chica muy alta con un moño celeste en la cabeza me dice: son feministas. Yo miro a mí alrededor, ella sonríe y me dice: las del bikini a lunares amarillo, diminuto, justo, justo. Primera noticia de la palabra feminismo. No había Google. Pero había chicas rock & pop sonando en la fiesta.

Esa costumbre de estar un poco al margen de lo social de alguna forma me agudizo la vista o el oído o algo para observar lo que estaba fuera de cuadro. En las tardes del norte suenan la cumbia, el tango y los viernes a la noche el dance yanki para bailar apretaditos o para soñar que te metes mano con alguien. Tenía largas zoombie tardes viendo vídeos musicales en programas bizarros. Y entonces sonaba un bajo ahí al costado a la derecha del escenario, y unas piernas enfundadas en botas negras cruzaban la pantalla. La Epumer. Me acuerdo que una vez le dije a una chica después de follar: siempre he sido de coristas. Me tiró un vaso de agua en la cara. Pero yo no estaba pensando en ella, que por cierto era actriz protagónica, sino en la imagen que aparecía en la tv. que teníamos al frente: Hilda Lizarazu y Fabi Cantilo haciéndole los coros a Charly García. Para escuchar música hay que mirar fuera del cuadro, le dije como para arreglar. Y ella puso las riot grrrls tan fuerte como para callarme la boca.

Manifiesto riot grrrls en castellano http://radiotlc.blogspot.com.es/p/manifiesto-riot-grrrl.html

Luego de desfilar un febrero de carnaval con linternas de colores por las calles de mi pueblo, escoltando un inmenso ovni de papel maché plateado al ritmo de Material girl de Madonna supe que el pop definitivamente era resignificable, reapropiable, (hit!)iterizable, parodiable y una largo etcétera y que además también, por supuesto, podía volverte una paria social.

Hubo un eclipse de luna el mismo día que yo lograba pinchar el cable para ver los canales de pago de la televisión al vecino de abajo. Tenía una perra que le gustaban los sugus, era la primera vez que vivía sola y quería ver a la Infarinato en la mtv gratis. El vecino escuchaba Tori Amos, Alanis Morissette, Natalie Imbruglia, a veces incluso Maria Karey y Celine Dion. Yo le respondía con Hole, L7, Bikini kills, Gilda y Britney Spears. Mi vecino y yo seguro nos iríamos al infierno juntas.

Vuelvo de Ezeiza en el 8. Son cerca de las 6 de la mañana. En el autobús suben y bajan todos los personajes de Sexy bondi, entre sueños incluso me parece ver al mismo Washington Cucurto al volante. Entreabro medio ojo y me atraviesa un rayo de sol, de esos que sólo hay entre La Matanza y Capital. Me acomodo contra el vidrio, se me ha caído un auricular. El colectivo se inclina como para saludar la banquina, levanto la vista y la veo entrar. No tiene más de 20, gorro, camiseta blanca y chandal con txoto negro, cadenas, auriculares, zapatillas. Mira alrededor como si fuera a saludar a alguien y se tira en el asiento al lado mío. Ya se sabe, el verdadero pop mainstreem del sur es la cumbia, por eso yo estaba escuchando No eres para mí de Damas Gratis en la versión alter pop de Mariana Päraway. Así que la vi entrar al bondi toda musicalizada.

¿Qué escuchás? Me dice. Le paso un auricular. Escuchá esto. Intercambiamos auriculares. Es Grimes. Me dice. Está bien la pibita, aunque si ella escribe un manifiesto por los problemas con el machismo en la música no se que tendríamos que hacer nosotras, ¿no? WOW! el nosotras me sacó una sonrisa de una. La miré sin mover el rostro y vi que buscaba algo nuevo para hacerme escuchar. Me quedé pensando en lo del manifiesto. Como para darle conversación le digo:

-Igual de vez en cuando que una ultrapop hable de machismo no está nada mal.

-Sí, sí. Pero en términos tan edulcorados, fijate nosotras aquí en el 8. ¿Qué parte del manifiesto nos toca? ¿La parte de no quiero vivir en un mundo en el que tengamos que llevar guardaspaldas? Nos reímos a carcajadas.

– ¿No quiero comprometer mi moral para ganarme la vida?

– A veces te das ese lujo, cuando decís: loco estoy harto que me mires el bolso antes de salir de trabajar y me cagues explotando por una miseria. Y te tomas unas birras con las compañeras. Y al otro día nada. Fin del lujo.

– Ni sexualizar ni infantilizar a las chicas pop para vender.

– Que se calce unas zapatillas y una gorrita y sha está! Nos volvemos a reír.

El colectivo sigue tragando asfalto, el sol ya está alto. Seguimos dándole repaso a los feminismos que nos llegan y a los que nos hemos ido haciendo día a día, canción a canción. Se baja en Flores, yo sigo unas paradas más. Suena Oblivion desde una tienda de lencería. Me pongo los auriculares.

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