¿Y quién le ha dicho usted que yo no quiera meterme en camisa de once varas?

¿Y quién le ha dicho usted que yo no quiera meterme en camisa de once varas?

En esta nueva sección, Itsaso dará rienda suelta a su verborrea de "feminista obsesiva y neurótica que se esfuerza por pasar por normal haciéndose la tonta"

Salidadesocrro

Da igual cómo me llamo pero creo que es curioso subrayar que odio mis apellidos porque tienen demasiadas zetas. Vivo en Bilbao y tengo 29 años. Lo cierto es que, aunque físicamente me veo cambiada porque he engordado unos 37 kilos en los últimos 9 años, mentalmente me siento estancada en los 21. Hubo un día, mientras vivía en Dinamarca, en el que los planetas se alinearon y los astros se pusieron de acuerdo para escribir en el cielo PRINGADA. A partir de ahí, yo que siempre había sido muy inconsciente, visceral y ligerita de cascos, seguí siéndolo, pero desde la inteligencia emocional. ¿Os ha pasado alguna vez? ¿Que de repente os sentís listas, y por ello, poderosas? Tengo múltiples cualidades, pero sobre todo soy una tía obsesiva y neurótica que se esfuerza en pasar por normal haciéndose la tonta.

Ya sé que “normal” es un programa de lavadora y una palabra muy poco cool (bla bla bla). Pero yo siempre he soñado con serlo. Llamadme rara. Siempre he querido ser de esa gente que no se sale de tiesto. De esa gente que cuando le pasa algo, lo gestiona de una manera resolutiva y no se mete en berenjenales. De esa gente que no llora en público. De esa gente que no grita en público. De esa gente que no necesita controlar todo lo que le rodea. De esa gente no pierde los nervios. De esa gente que después de una conversación con una persona nueva, no llega a casa y se pone a gesticular en el espejo para ver cómo queda decir «excepto» moviendo los labios de tal manera, o apartándose el pelo de la cara de cual manera. Probadlo. EXCEPTO. Es una palabra rara de pelotas. Y a mí me interesa saber cómo se me ve la cara cuando la digo. ¿Soy la única? Bueno, ahora que lo pienso, a veces quiero ser de “esa gente”… y a veces no. Casi todo está sujeto a cambio en mi vida. Casi siempre. En fin. También soy una histriona y tiendo a idealizar las relaciones que vivo. Siempre parece darme por pensar que todo está siendo más bonito de lo que realmente es. Lloro mucho de emoción. ¿Qué tipo de frase es “lloro mucho de emoción”? ¿Cuándo se llora de “no-emoción”? Bueno, que en mi vida, me guste o no, la combinación entre expectativa y batacazo es de agárrate que hay curva. Pero llevo todo con mucho estoicismo. Porque como sándwiches de queso con mantequilla hechos en la sartén, y escribo en mi ordenador para intentar encontrar un poquito de cordura en todo este caos mental en el que vivo. He estado yendo a terapia una temporada de mi vida y cuando terminó me di cuenta de que aún siendo una pequeña gran burguesa a la que nunca le ha faltado nada material, así a grandes rasgos, he sido tratada mal. Eso me ha hecho demasiado buena para este mundo. Así de simple todo. Podría empezar con teorías que explicaran que de cero a tres meses mi madre en vez de quedarse conmigo cuando me daban una vacuna, huyó despavorida porque le daba miedo la sangre, y desde entonces tengo miedo al abandono, a lo inesperado y a sentir demasiado. La psicología tiene explicaciones para todo. Y si no, se las inventa. Que sepáis, además, que la vagancia en realidad es miedo. Como dato. ¿Qué haría yo sin la psicología? Morir. En fin. También podría adornar mi historia vital con falsa humildad en la que me hago la tonta y finjo que no me entero de que valgo mi peso en patatas fritas. Pero todo se reduce a que no encajo porque el mundo es mierda. Y yo que supongo que antes también sería mierda, aquel día que os cuento me negué a serlo, puse puntos sobre las íes, y ahora me siento una outcast como la copa de un pino. En mi no tiempo libre soy profesora de Inglés. De esas profesoras que no veías en ‘Al salir de clase’ o ‘Compañeros’. De esas a las que ves por el pasillo y nunca tienes del todo claro si es todavía alumna por el miedo con el que parece andar. Por eso empecé a pintarme los labios. Para marcar diferencia entre yo y el resto, y sentirme algo menos insegura de mí misma. Lógicamente todo es una ilusión óptica. Cuando la gente cercana me ve disfrazada de payaso con los labios rojos, sabe que me cago por las patas. Otra gente me dice que soy muy femme. A mí me hace gracia porque al final la ropa y el maquillaje son sólo un disfraz. Yo en realidad la única manera que tengo para no proponer suicidios colectivos a gente desconocida es ordenar mis ideas escribiendo en mi ordenador. He intentado escribir en un cuaderno para preservar el romanticismo de la acción. Pero supongo que estoy teconologizada para según que cosas, y me cuesta demasiado trabajo no asquearme de mis frases una vez escritas. En el ordenador puedo escribir y borrar. Escribir y borrar. Escribir y borrar. En mi cuaderno sólo puedo escribir y tachar. Escribir y tachar. Escribir y tachar. Yo siempre me he movido mejor entre ausencias que con demasiado estímulo. Todo empezó (¿de cero a tres meses?) de la manera más tonta: me sentía mal y empecé a contarlo con pelos y señales. Como he vivido varios años en el extranjero, al principio eran emails a mis amigas. Muchas me llamaban pesada y no se leían ni las primeras tres líneas de mis parrafadas. Después llegó un momento en el que me tocó asumir que mis amigas no tenían tiempo para leer mis conjeturas, porque estaban demasiado ocupadas con sus trabajos de 8 horas, sus relaciones amorosas heteromonógamas más o menos funcionales, pagar alquileres o hipotecas, y en algunos casos incluso dar a luz churumbeles que posteriormente absorberían la mayoría de su tiempo. ¿Dónde quedaba yo en todo esto? Volver a terapia a pagar 65 euros la hora no era una opción, porque con esta situación precaria que la vida nos brinda a las de mi generación, no está el horno para bollos. ¿Soy previsible si hago una broma con la palabra bollo? ¿Os he contado que soy lesbiana por elección? A mí me gusta decir que politizo mi deseo. Pero si queréis, podéis englobarme en la categoría esa de “de repente parece que está de moda y todo el mundo es gay”. ¿Habéis dicho esta frase alguna vez ? ¿Sí? PUES ME CAGO EN TU ESTAMPA. Hay que ser cutre para comentar los procesos vitales del resto como si entendieras algo. La ignorancia es atrevida. Y, precisamente porque yo también soy una cutre de mierda y atrevidamente ignorante, en estas líneas, de aquí en adelante y una vez al mes, me dedicaré a despiezar mi vida y la de quienes me rodean. Los requisitos para escribir en mi caso son muy simples: que sea lo suficientemente traumático como para poder tratar el tema con humor. Es fácil, porque la mayoría de lo que sucede a mi alrededor me traumatiza. Desde ver fuegos artificales, tener que correr para coger el autobús o hacerme una tortilla. ¿Soy previsible si hago una broma con tortilla? En fin, que a veces mi humor sólo me hace gracia a mí. Y otras veces, lo que yo escribo sobre mis percepciones desde la oscuridad más absoluta, es entendido con humor por quien lo lee. Yo creo que basta que me ponga un objetivo para que suceda justo lo opuesto. En este caso quería ser breve. ¿? Lo que yo quería decir, en un par de líneas, es que para mí es un honor, y una alegría, ser invitada a compartir mi stream of consciousness con las mujeres admirablemente inteligentes y creativas de este espacio. Quiero recalcar, para terminar, que soy feminista. Feminista radical. Y aunque quede francamente mal decirlo en pleno siglo XXI, empiezo a sospechar que puede que incluso sea hembrista. Eso me dicen a menudo. A la gente no le gusta. Lo lleva mal. No lo entiende. Se siente ofendida. Y sufre. Y a mí me hacen sufrir por su sufrimiento. Pero creo que va siendo hora de encarar lo que dicen que soy. Y resignificarlo. No me muevo en espacios mixtos. No suelo relacionarme con hombres exceptuando situaciones muy concretas. Discrimino. Discrimino mañana, tarde, día y noche. Y ojo, que no parece, ¿eh? Que como ya os he dicho intento llevar una existencia relativamente normal mientras me hago la tonta, para que la gente no me empuje por la calle. Pero soy sectaria, rígida y discrimino. Podría llamarlo discriminación positiva o affirmative action, como en Estados Unidos. Pero no creo que haya necesidad de adornar con girnaldas lo inadornable. ¿Que esto es ser hembrista? Pues entonces lo soy. ¿Que esto no es ser hembrista? Pues entonces no lo soy. Al grano. Espero que os gusten u os disgusten mis vómitos de verborrea. Si os quedáis indiferentes por favor dejadme un mensajito porque me haréis feliz diciéndome que os he resultado aburridamente pedestre. Ya os he contado que mi objetivo vital a corto, medio y largo plazo es ser normal. Aunque creo que en realidad la idea es que, de repente de golpe y porrazo, la norma sea yo. Y a partir de ahí el resto se adapte.

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