Germaine Greer

Germaine Greer

En realidad han sido un montón de ellas, muchas. Muchas de sus palabras, y del cómo defienden unas ideas

Ana Castillo Ramírez

Habían sido textos sueltos, palabras que de repente iban adquiriendo otro significado. Todas fueron acompañándome en este camino de infinitas direcciones del que no sabía ni que recorría. Pero del que me hice consciente casi de repente. En el metro, ahí estaba. Germaine Greer y esa idea sencilla. “Si te crees emancipada, intenta probar cómo sabe tu sangre menstrual. Si la idea te repugna te queda un largo camino que recorrer, nena”. Y me repugnó la idea. ¡Pero me atrajo tanto el desafío!

La leí, y la releí. Y me compré una copa menstrual. Y seguía escuchando y leyendo a todas ellas. A Dolores Juliano, a Judith Butler, a mi tía y sus historias cotidianas, a Gail Pheterson, a Victoria Sau, a Pedro, el amigo de Josefina que me sacudió con su vorágine LGTB.

La seguí releyendo mientras me acostumbraba a la copa, al (no)olor de mi sangre menstrual, a la sensación de saberme más y mejor. De conocerme. De divertirme tanto haciéndolo. Y entonces siguieron viniendo Silvia Federicci y Beatriz Preciado.  También películas sueltas como “l’Apollonide (souvenirs de la maison close)” o “Meek’s Cutoff”. Y June Fernández primero con su claridad, y sobre todo después con su transgresión.

Y todavía hoy, ahí sigue Germaine Greer. Tan acompañada. Con esta idea, que continúa persiguiéndome. Esa imagen que va mostrándome dónde estaba y por dónde voy. Algo tan sencillo y tan potente.

 

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