Carmina, heroína de lo doméstico

Carmina, heroína de lo doméstico

Las dos películas dirigidas por Paco León dinamitan los límites de la realidad y la ficción y retratan a feminidades invisibilizadas en el cine; mujeres que sobreviven a la precariedad tirando del humor y de estrategias atípicas.

19/05/2014

“Carmina o revienta es básicamente el retrato de mi madre y su entorno, donde se mezcla realidad y ficción, improvisación y texto y así tratar de conseguir la verdad necesaria para contar a esos personajes con toda su dignidad, fuerza y sentido del humor”. De esta manera definía el actor y director Paco León su primera incursión en el cine, con su madre Carmina Barrios como protagonista absoluta y rodeado de su familia y amistades. Dignidad, fuerza y sentido del humor se convierten en las señas de identidad de dos películas que irrumpen en el panorama cinematográfico español dinamitando los límites de la realidad, la ficción y la representación de cierto tipo de feminidades, las feminidades invisibilizadas que pasan desapercibidas por la fuerza y vigencia del patriarcado.

Crítica social a la España cañí

Carmina o revienta (2012) y Carmina y amén (2014) son dos propuestas que, con una vocación documental la primera y con mayores pretensiones cinematográficas la segunda, construyen un universo muy propio, el del propio director, definido por la omnipresencia de su madre y, en menor medida, de su hermana. También por una España, la España cañí, la que vive entre la precariedad y la exclusión, pero que sobrevive gracias a un carácter y una idiosincrasia que, frente a cualquier dificultad, tira del humor y de estrategias propias. Dos películas marcadas por la domesticidad que el director subraya siempre que tiene ocasión, bien sea mediante planos del espacio doméstico o exteriores del extrarradio.
Esta cercanía y el hecho de que Carmina hable de forma directa a la cámara hace que las películas tengan la capacidad de conectar con un público que, si bien puede echar en falta un mayor rigor cinematográfico, empatiza de inmediato con los personajes y sus circunstancias. Las películas llevan implícita una marcada crítica social, ya que visibilizan las maneras de vivir de personas precarias que pertenecen a una extracción social baja. En la segunda película, ese tono crítico se materializa con referencias a un loro llamado Bárcenas y claras alusiones a gente que se suicida a consecuencia de los desahucios. De esta manera, las películas son una suerte de frescos sociales de una realidad que afecta especialmente a las mujeres y que, por regla general, se omite en las representaciones cinematográficas.

Los títulos de las películas son toda una declaración de principios. El primero nos recuerda a El Lute, camina o revienta (Vicente Aranda, 1987) en la que Imanol Arias interpretaba a Eleuterio Sánchez, el Lute, un delincuente de la década de los 60, con un importante arraigo en la cultura popular. El segundo enlaza con una frase que dice la protagonista -“Mira, María, yo no miento nunca: yo cuando digo una cosa se convierte en verdad y amén”- y que nos remite a una autoridad que viene de la costumbre y del reconocimiento social.

Las dos películas comienzan con planos de la cocina de Carmina. Existe un interés consciente en presentar a Carmina como un ama de casa, una mujer perteneciente al espacio doméstico, que se subraya mediante los planos del grifo de la fregadera, de la cafetera. Su personaje recuerda de forma inevitable al de Gloria (Carmen Maura) en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (Pedro Almodóvar, 1984), esa ama de casa sometida, drogadicta y triste que transitaba por el extrarradio de mediados de los 80, ajena a lo que la Transición había hecho por su género. Pero Carmina va más allá de la Gloria almodovariana porque no es una ama de casa cualquiera. Además del trabajo en su casa, regenta una venta junto con su marido Antonio (Paco Casaús), pero trasciende el referente porque no se supedita a la voluntad del marido y porque crea sus propias estrategias de supervivencia, que surgen de los márgenes.

Si el sistema te machaca…

carmina

Sus estrategias no son habituales ni reconocidas en las mujeres

Cansada de que siempre la que se jode sea ella, decide crear sus propias tácticas, porque si algo muestra Carmina es que, si el sistema te machaca, al sistema hay que combatirlo con otras armas. Así, en Carmina o revienta es ella quien soluciona el problema con los yonkis que le han robado la (mítica) furgoneta Diane 6 a golpes, se zafa del cobrador del frac propinándose un botellazo a sí misma en la cabeza y acosando al cobrador, convence con sus palabras y su mirada al hombre que ha tenido un golpe con el coche y, lo que es más definitivo, simula un robo en su venta para afrontar los anteriores robos que ha sufrido. Estrategias que incluyen la violencia física y psicológica, no habituales ni reconocidas como válidas en las mujeres.

Además, Carmina no actúa de forma impulsiva. Es fría y calculadora, algo especialmente visible en Carmina y amén. La película arranca con la muerte de Antonio en su propia casa. Muere un viernes, dos días antes del ingreso de la paga extraordinaria. Carmina decide dejar el cuerpo de Antonio en el cuarto de estar para poder cobrar la paga.

Carmina es un personaje poderoso por cómo resuelve sus problemas, por cómo se enfrenta a la vida, por cómo cuida de su familia y de sus gentes por encima de todo. Pero es además un personaje único porque es capaz de cagarse encima, de beberse en un vaso de agua un lavado vaginal destinado a diluirse en 2 litros de agua, de viajar en una vespino mientras se le vuela la blusa, de tener una autoestima a prueba de bombas: “Yo antes era muy delgada y ahora, aunque estoy gorda, no me veo gorda. Que yo muchas veces digo: ¿tendré lo contrario a la anorexia?” Estas actitudes la hacen merecedora de un lugar en el olimpo de la iconografía del cine español.

Para Carmina, su marido Antonio es una carga

Para Carmina, su marido Antonio es una carga

Interesa destacar la representación de lo doméstico como un lugar privilegiado para las mujeres, un espacio propio en el que se sienten protegidas y seguras. Esta misma sensación se desprende del momento en el que el grupo de vecinas vela el cadáver de Antonio en la sala. El ambiente es de complicidad y de convivencia. Cuando uno de los amigos de Antonio se acerca a ellas, éstas sienten su presencia como una intromisión.

Antonio es el marido de Carmina. Él mismo se define así: “Me llamo Antonio y soy el marido de Carmina (…) yo no me meto en ná. La dejo a ella que haga”. En su relación se da un claro cambio de roles. Carmina es la responsable de la familia, encargada de proteger a su esposo. Para Carmina, Antonio es una carga que es para ella nada más, que no podrían ni debieran soportar su hija e hijo.

Si en la primera película es generosa con su marido, en Carmina y amén abundan los reproches. Frases como “hasta para morirte has sido inoportuno, hijo de la gran puta” revelan la conclusión de que aguantó a su marido durante 40 años por haber tenido un padre machista que dictaba una supremacía masculina frente a una feminidad sumisa y resignada, y por no querer disgustar a su suegra abandonando a su suerte a un marido alcohólico y dependiente.

Alianzas femeninas

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Tiene una gran complicidad con su hija María

Carmina labra alianzas femeninas basadas en la falta de autonomía económica, la culpa y una lástima muy desarrollada ante los hombres que no saben valerse por sí mismos pero hacen sufrir a sus mujeres. Así, cuando Fany (Estefanía de los Santos), su nuera, le comunique que ya no puede más con su hijo, que va a acabar con ella, Carmina realiza un conjuro (o un amarre) para que éste vuelva a ser un hombre atento con su mujer.

Con su hija María, una madre joven, soltera y moderna que no ha estudiado porque a los 15 años le interesaban más las discotecas y los chicos que los libros, tiene una relación estrecha y cercana. Más allá de las desavenencias, de las broncas y de los choques, entre madre e hija existe una complicidad evidente tejida sobre horas compartidas, de amor y de afrontar lo que venga.

Otro de los pilares de Carmina es la relación con sus vecinas y amigas. Siempre recibe a las mujeres que recurren a ella con generosidad y con una enorme capacidad de escucha. Esta relación se destaca en Carmina y amén. Por ejemplo, con Teresa (Teresa Casanova), la vecina que tiene un hijo de 32 años con un retraso mental. A pesar de ser una mujer fuerte y optimista, como ella misma se define , vive preocupada por el futuro de su hijo dependiente. Yoli (Yolanda Ramos) es la masajista de Reiki que bebe y fuma porros, está interesada en Teresa y aterriza borracha en la puerta de Carmina. Merece la pena detenerse en la conversación entre Yoli y Carmina en la que hablan del trabajo de Yoli en un teléfono erótico, del sexo con negros, de la heterocuriosidad de Yoli que le ha llevado a comer coño (para estupefacción y asco de Carmina).

Yoli

Yoli, masajista de reiki que fuma porros

Ani (Ana Mª Garcia) habla siempre que tiene ocasión sobre la reina Sofía y Maira Gómez Kemp, sus (supuestas) amigas íntimas. En la primera película, su amistad con la famosa presentadora de los 80 se certifica en los créditos; su cercana amistad con Sofía de Borbón queda en el aire. Pero una de las grandezas de la película es que ninguna de sus cercanas cuestiona la inverosímil amistad entre una de las suyas y la Reina. Y es que no interesa la veracidad de lo que se cuenta, sino lo que a una le pueda hacer feliz o ayudar a resistir.

Si algo aporta Carmina, mediante una épica y una majestuosidad indiscutible, son nuevos caminos para crear una genealogía de heroínas domésticas que se apropian de lo que conocen para resistir en un universo que las oprime pero que ellas resignifican.

Por todo esto y mucho más, gracias, Carmina.

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