Miss-celánea
El verano llega a su fin. Todo el mundo sabe que septiembre es la muerte. Sobre todo hoy. Estoy en mi día tres de regla, retorciéndome de dolor como si fuera una gusana a punto de no convertirse en mariposa. Más bien soy una Mari-Sosa. No quiero hablar. No quiero salir a la calle. No quiero nada.
Los terceros días menstruales son duros. Tengo las piernas con un tembleque descompasado digno de ser grabado. Los riñones me pesan dos toneladas cada uno. Además siento como si una batidora se me hubiera metido por la vagina y se hubiera propuesto crear un smoothie con mis ovarios. Es más, el día tres de regla, en vez de desprenderme sólo de un óvulo, me da la sensación de que se me rompe la huevera de doce por dentro y me chorrea por la entrepierna. ¡SOCORRO! Esto es un sin vivir. Y yo intento ser moderna, ojo, y sé que tengo que amar mi regla porque es buena, y en realidad el problema reside en que me han adoctrinado en querer actuar como si no me desangrara una vez al mes sin respetar los ciclos de mi cuerpo, porque los machos blancos cincuentones adinerados y dominantes del planeta Tierra me odian a mí y nos odian a todas. Pero es que no puedo con mi vida. He visto el documental Luna Roja, otro sobre una niña de Europa del Este que también habla de la regla y he rellenado un gráfico detallado sobre mi ciclo menstrual y no tan menstrual, durante una temporada. Hasta he participado en un espectáculo de danza y teatro que se llama Cíclicas y Macabras. Pero no puedo más. No puedo aguantar hasta los cincuenta. La menopausia está tardando demasiado. Además, para que el sumaysigue no se quede corto con tripas revueltas y cagalera perpetua, últimamente me dan tensiones cabeciles por el mismo precio, y tengo un dolor intermitente intenso dentro del cráneo, que parece que me va a explotar en cualquier momento. “No caerá esa breva”- pensarán algunos y hasta pienso yo misma. Los días tres de regla are killing me softly. Sin prisa pero sin pausa. Una vez al mes durante los últimos 19 años deseo que llegue el día en el que el sol devore la cochina Tierra, de una vez por todas para que la vida tal como la entendemos termine de una vez por todas, y mis ovarios dejen de darme la lata. “¿Y no podría morirse ella sola”-pensaréis. No. Quiero una limpieza integral. Yo pensaba, además, por alguna estúpida razón, que la regla con la copa menstrual sería más divertida. No sé si es una coincidencia, pero las mujeres de mi entorno que la usan, siempre parecen estar más en sintonía con la luna, con sus ciclos, con sus cuerpos y con su feminidad en general (¿?). Por esa extraña razón, y por inercia un poquito también, el otro día pagué 21 euros ni más ni menos, por un katxi de silicona que no sé muy bien todavía como la gente lleva metido en su vagina con orgullo. Sé que la Paco Martinez Soria soy yo. Pero es que se me hace muy raro. Para empezar, no puedo evitar cada vez que voy a mear, sacar la copita de marras introduciéndome por las entrañas el brazo casi hasta el codo, para ver cómo voy de espacio sangriento. Y resulta que la regla en realidad, no existe. O al menos mi regla, no existe. A mi ovario parece darle por escupir pequeños minicoágulos de irrisorio tamaño cada doce horas. Y a eso le llamo menstruación. ¡Y yo que pensaba que mis bragas eran el vivo reflejo de la matanza de Texas porque me salían cataratas del coño! Error. Se ve que a lo sumo goteo. De cascada sangrienta nada. Luego está el factor olor. ¿A alguien más le pasa que cada vez que se saca la copa tiene la imperiosa necesidad de oler su sangre? Será la novedad, y supongo que en algún momento dejaré de hacerlo, pero por ahora, llevo tres días olisqueando cual perrilla todo lo que sale de mi apertura vaginal. Y mi duda eterna es: ¿huele la sangre de regla como la sangre “normal”? Y con sangre “normal” supongo que me refiero a cualquier sangre que no salga de la pocha de ninguna mujer. Aunque ahora que lo pienso me pregunto también, si la sangre que sale del culo olerá como el resto de la sangre “normal”. ¿Y puestas a preguntar, a qué huele la sangre de la nariz? Si intentas oler la sangre que te sale de la nariz, ¿no está el resultado siendo un poco trampeado por tu propio cuerpo? Todavía recuerdo una historia que una examiga contaba a menudo, sobre un compañero de clase al que se le fermentó un pepe que se metió por el orificio nasal izquierdo. Dicen que hasta le echó raíces. No puedo asegurar que esto sea cierto. Pero si lo fue, la otorrina debió flipar. O quizás no. Puede que esto sea mucho más común de lo que imaginamos. Quizás la gente se meta frutos secos por la nariz, pero esté mal visto contarlo. Las convenciones sociales no dejarán de sorprenderme. Ver para oler y creer. En otro orden de cosas, y como un “must tell” que me había propuesto contar en algún artículo divagador de estos, quería compartir que ahora vivo con un Perro Bendito. San Otto. Sí, queridas amigas. El otro día, por poner una fecha concreta, yo y mi amada (el burro delante para que no se espante) montamos en coche con sus dos perrxs, sin rumbo fijo, y la vida nos llevó a la Virgen de Umbe. Nadie sabe cómo ni por qué llegamos allí. El caso es que nos dio por curiosear la zona, y había una especie de estanque con agua bendita. Carteles informativos avisaban de que no era agua potable, pero también te animaban a echártela por la cara, los pies, los brazos, y cualquier parte del cuerpo que consideraras que querías bendecir. En aquel concreto momento no caí, pero podía haberme llevado un tarro para hervir la Copa Menstrual. ¿No? El caso es que mientras mi amada y yo charlábamos y flipábamos al leer que por el camino de detrás de nosotras, había que pasar descalza imitando los pasos de la Virgen por esa zona, allá por el Pleistoceno, oímos un ruido de bañista zambulléndose en el agua. Nos giramos para mirar, y no pudimos evitar carcajadas sonoras de risa enlatada de serie de televisión porque ¡cuál fue nuestra sorpresa cuando vemos al perro nadando intentado salir del estanque bendito cual Obelix de la marmita de poción mágica! El perro, astuto como él sólo, consiguió salir de allí después de unos cuantos intentos. Como si no fuera con él la cosa, corrió como alma que lleva el diablo por los campos de alrededor y se restregó con cadáveres de pájaro como suele ser habitual en él. No sé qué estatus me da convivir con un Perro Bendito, pero desde aquí quiero hacer un llamamiento a un posible peregrinaje a mi casa. O en su defecto a la virgen de Umbe a nadar unos largos ¿Cómo lo véis? ¡Oh Diosa! Pido perdón desde ya mismo si alguna se siente ofendida por el sacrilegio que acabo de proponer, pero lo cierto es que la zona en sí tiene “algo” y me gustó. Puede ser que después de leer ‘Dios es mujer’, sea cierto que vea a las Vírgenes envueltas en un halo de misterio, que las haga la mar de atractivas por múltiples razones inconexas y sobre todo irracionales. Cambiando de tema drásticamente, también quiero añadir que no entiendo por qué a la gente le gustan los fuegos artificiales o los flashbacks de la archiconocida serie ‘Orange is the new black’. No puedo ni con unos, ni con otros. Los primeros son demasiado ruidosos. Los segundos no pueden interesarme porque aún no conozco suficientemente a las personajes, por lo que su pasado me es indiferente. Sé que puedo ser muy criticada por este apunte. Pero es lo que siento y quería decirlo. Sed piadosas. Es mi tercer día de regla. No puedo con mi vida. ¿Puedo saludar? Un fuerte abrazo para Bea y María. Y ¡feliz vuelta al cole para todo el mundo! Creo que estoy delirando. Debe ser la fiebre de domingo noche. ¡Vuelve Pikara! ¡¡Feliz nuevo curso!!