Contra el olvido de Ana Mendieta

Contra el olvido de Ana Mendieta

La obra de esta artista de origen cubano está marcada por la identidad fronteriza y el uso del cuerpo y naturaleza para, entre otras inquietudes, denunciar la violencia machista. Ana Mendieta, precursora del ‘earth-body’, ha sido silenciada por la industria del arte, mientras que el Reina Sofía expone las obras de su excompañero, Carl Andre, señalado (y absuelto por la justicia) como responsable de la muerte de la artista a los 36 años.

09/05/2015
Implante de vello facial./ The Estate of Ana Mendieta Collection

Implante de vello facial./ The Estate of Ana Mendieta Collection

8 de septiembre de 1985. En una calle del Soho de Nueva York, caen gritos del cielo “¡no, no, no, no!”. Una mujer cae al vacío de la planta 34 de un edificio. Fue un golpe seco, rotundo, sin vuelta atrás. Bajo el apartamento, el cuerpo de la mujer yace desplomado en el tejado de una charcutería. La mujer ha muerto. El único testigo que presenció el acto fue su marido: Carl Andre. Antes de la tragedia habían discutido. Él tenía arañazos en la cara. Ella estaba muerta. Andre fue declarado inocente en 1988. La mujer que sólo había vivido 36 años, que murió en el mismo año de su casamiento, que cayó y fue callada; era la artista cubana Ana Mendieta.

Mendieta experimentó a través de su cuerpo desnudo, el contacto y la conexión entre la tierra y la naturaleza

Siete años después, un 24 de junio de 1992, el museo Guggenheim de Nueva York reabre sus puertas tras ampliar sus espacios. Inauguran una exposición con obras de Brancusi, Kandinsky, Joseph Beuys, Robert Ryman y Carl Andre. A última hora, se añaden también las obras de la escultora y artista francesa Louise Bourgeois. Claro, había que meter alguna obra de una mujer para evadir las críticas feministas. Pero algo ocurre media hora antes del debut. Más de 500 personas se aglutinan en el exterior del museo. Integrantes del grupo Women’s Action Coalition (WAC) y el colectivo Guerrila Girls también se rebelan entre ellos. Gritos de protesta claman la poca presencia de mujeres en la industria del arte. En una pancarta se consigue leer: «Carl Andre está en el Guggenheim. ¿Dónde está Ana Mendieta?».

La policía irrumpe en la protesta. Un grupo de activistas de la WAC accede al interior del edificio. Con rabia pegan sobre las obras fotocopias de la cara de Ana Mendieta. Las paredes se llenan de enunciados: «¿No estás aburridx de ver año tras año los mismos artistas hombres blancos?».

Mayo del 2015. La historia vuelve a repetirse. El Museo Reina Sofía inaugura una retrospectiva del escultor Carl Andre. Pero, ¿dónde está Ana Mendieta?

Exilio y auxilio

11 de septiembre de 1961. Como Wendy y Campanilla, Ana y su hermana Raquel se suben a un avión junto con otros niños cubanos que formaron parte de la Operación Peter Pan. Destino: Estados Unidos. Esta operación dirigida por los cubanos exiliados, el Gobierno de Estados Unidos y la Iglesia Católica tenía como objetivo transportar a los hijos de padres cubanos preocupados por la ideología comunista del Gobierno de Fidel Castro. Un total de 14.000 niños de entre 6 y 16 años de edad fueron llevados a la tierra de Nunca Jamás, a Estados Unidos.

Las hermanas Mendieta aterrizaron en Iowa. Pasaron las noches bajo techos de orfanatos, correccionales y casas de acogida. Allí conocieron el racismo y sintieron el rechazo hacia el color de su piel. «Putas. Negras. Volved a Cuba», les decían. Toda esa discriminación hizo que Ana Mendieta se proclamara a sí misma como una artista no blanca. El hecho de ser arrancada a las 12 años de su tierra marcaría la obra de la artista, bañada en un fuerte conflicto de identidad. Jane Blocker, especialista en arte contemporáneo, lo define en el libro Where is Ana Mendieta?: identity, performativity, and exile como una “identidad fronteriza”. Esta nueva identidad es representada por Mendieta en toda su labor artística; mezclada de significados y culturas.

Pegándose un cristal a diferentes partes del cuerpo, que aparecen deformadas, Mendieta denuncia la violencia hacia las mujeres

Más adelante, Mendieta descubría el amor en su profesor Hans Breder y el amor hacia México. Allí viajó con Breder y descubrió un lugar que no era «ni Cuba, ni Estados Unidos», allí hablaba español, allí nadie ni la miraba ni la juzgaba por ser de color. En México encontró un espacio para experimentar y explorar su arte, ya que a Cuba no podía regresar por las restricciones del Gobierno de Kennedy.

Decidida por un nuevo arte representativo y transgresor, sus primeras obras –de 1972 a 1975– estuvieron marcadas por el feminismo y la preocupación hacia las mujeres. Fue una de las primeras artistas en experimentar el arte corporal o body art, el land art o arte terrestre y las performance. Las obras de Ana Mendieta están marcadas por su exilio de Cuba a Iowa, y por su forma de auxiliarse, de salvarse a sí misma a través del arte. Por la vida, por la muerte.

Mendieta se graduó en pintura en 1972 en la Universidad de Iowa. Y pronto aprovecharía los nuevos medios y tecnologías para canalizar su arte a través de videos, esculturas y pinturas.

Cuerpo, tierra y sangre

Durante su estancia en México, creó sus Siluetas (1973 – 1980). Esta obra consistía en representar siluetas de cuerpos femeninos en arena, barro y hierba; conjugándolas con hojas, ramas y sangre. Mendieta experimentó a través de su cuerpo desnudo, el contacto y la conexión entre la tierra y la naturaleza. El cuerpo se visibiliza como un elemento natural más, como si emergiera de la tierra y formara parte del paisaje. Todo esto –fijado en sus esculturas– se traduce en el término «earth-body» [Tierra-cuerpo]: combinación de Body Art, Land Art y Performance. Mendieta fue la primera en cultivar este género.

La artista experimenta la llamada a la Madre Tierra, siendo ella la propia escena y lienzo para sus obras. Como hace en Flowers on the Body (1973), representación en la que funde su cuerpo con la tierra hasta hacer creer que crecen flores de él. Otras siluetas aparecen como mitológicas y rozan también lo religioso. En Entierro del Ñañigo –nombre de una hermandad religiosa afrocubana–, unas velas negras trazan la silueta de la artista con los brazos levantados.

En sus Esculturas rupestres (1981), aparecen deidades como Guacar (Nuestra Menstruación), Atabey (Madre de las Aguas), Guanaroca (la Primera Mujer) y Maroya (Luna), Iyare (Diosa Madre) e Itiba Cachubaba (La vieja Madre Sangre) y Guabancex (Diosa del Viento). Con estas esculturas de cuerpos de mujeres, la artista pretende representar el camino entre la vida y la muerte.

La sangre es otra huella en el cuerpo que prevalece en las creaciones de Mendieta. La primera vez que hizo uso de ella fue en 1972, en la obra Sin título (Muerte de un pollo). Un pollo decapitado aparece a los pies de Ana, la sangre del animal impregna su cuerpo desnudo, que está apoyado en una pared blanca. Trazos de un color bermellón también aparecen en People Looking at Blood Moffitt (1973). La sangre queda impregnada en un telar junto a unas fotografías, mientras la gente camina impasible, hasta que un hombre la limpia.

Arte como denuncia

Pegándose un cristal a diferentes partes del cuerpo, que aparecen deformadas, Mendieta denuncia la violencia hacia las mujeres. En Glass on Body (1972), labios, nariz, nalgas y senos parecen reproducir golpes congelados a través de fotografías. La violencia de género y las violaciones aparecerán siempre representadas a través del cuerpo como instrumento artístico, siempre a modo de reivindicación.

Tras el asesinato y la brutal violación de Sarah Ann Ottens –estudiante de enfermería en la Universidad de Iowa– Mendieta realizó una performance para denunciar el caso: Rape Scene (1973). Ella permanecía con medio cuerpo desnudo ensangrentado caído sobre la mesa, atado de pies y manos. La escena fue representada en su departamento de la Universidad de Iowa, mientras esperaba a que llegaran unos amigos para comer.

Otra de sus importantes obras es Facial Hair Transplant (1972), en la que Mendieta se coloca el pelo de la barba de su amigo Marty Skal en la cara. Con ello reivindica las variaciones de identidad entre lo masculino y femenino, convirtiéndose en una mujer con bigote para romper los cánones de belleza establecidos.

Los museos mantienen su silencio (salvo excepciones) ante las obras de la artista. Mientras la industria del arte obvia sus creaciones, no callan las voces que gritan contra su muerte y su olvido.

«Mi arte se basa en la creencia de una energía universal que corre a través de todas las cosas (…). Mis obras son las venas de la irrigación de ese fluido universal. A través de ellas asciende la savia ancestral, las creencias originales, la acumulación primordial, los pensamientos inconscientes que animan el mundo. No existe un pasado original que se deba redimir: existe el vacío, la orfandad, la tierra sin bautizo de los inicios, el tiempo que nos observa desde el interior de la tierra. Existe por encima de todo, la búsqueda del origen» (Ana Mendieta)


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