Patetismo hardcore o bienvenida a la vida real
Este artículo no pretende ser esperanzador, ni alegre, ni fresco, ni veraniego. Mis fobias sociales crecen por momentos. No tengo un duro. Me siento socialmente muy presionada para hacer algo útil con mi vida y cumplo 31 años. ¡¡Socorro!! Nunca he sido yo de las que se asustan con las crisis impuestas desde fuera, pero este golpe bajo de los 30 a los 31 es tan mierdamente cliché que no me lo esperaba por nada del mundo.
Nota de la editora: Este artículo lo escribió y envió el 15 de julio pero no dio tiempo a publicarlo antes de las vacaciones, de ahí que las referencias temporales estén algo obsoletas. Sentimos las molestias.
Hoy cumplo 31 años. No sé si la crisis de los 30 existe, o son los mpadres, que no dejan de meterse donde nadie les llama, a opinar, aconsejar y guiarte autoritariamente y con chantajes, a lo que consideran un puerto seguro. Un puerto seguro, que personalmente a ti te apetece menos que meterte alfileres entre las uñas y apretar hasta que salga sangre, para meterla en un frasco , echártela por el cuerpo en pelotas un día con sol y tirarte a un césped con hormigas. Ese no parar de intoxicar sin descansar ni los domingos, como si cobraran por trauma creado, me pone un poco nerviosita. Pero nada, lo justito. Porque yo, al haber ido a ikastola de pago y tener todo lo material que una persona de Occidente puede desear y/o necesitar, de poco o nada puedo quejarme. Así que chitón. Sea como fuere, contradiciéndome como viene siendo habitual e incluso con la increíble suerte que tengo en la vida (¡oh, pobre niñata burguesa!), quería dejar constancia escrita del maldito yugo que son unxs progenitorxs intrusivxs con expectativas ridículamente concretas e inamovibles para sus retoñas. Es la muerte. Es la muerte a cámara lenta desde que tienes uso de razón, y posiblemente antes. Todos y cada uno de los días: sentimiento de culpa, insatisfacción crónica, vacío brutal dentro y un puñetero largo etecé. For no reason!! Así que cuando no sabes qué hacer con tu vida y has agotado todas las posibilidades, hay gente que entra en aplicaciones de ligar, otra fuma porros, hay quien se da a una causa noble como el feminismo, el antiespecismo, el antirracismo, ser gogó y bailar en un pódium…you name it! Y yo personalmente, cuando me aburro de estar conmigo, tengo una práctica muy socorrida que consiste en entrar en Facebook, a espiar vidas ajenas que parecen mejores que la mía en estos momentos. Y me pregunto si todo el mundo estará haciendo lo mismo. Like like like. Me gusta me gusta me gusta. Compartir. Difundo. Posteo. Etiqueto. En fin. Qué horror. La cita de Frida Khalo quetamién cumplía años en julio, sobre sentirse rara y no ser la única, me viene como anillo al dedo. “Yo solía pensar que era la persona más extraña del mundo, pero luego pensé que hay mucha gente así en el mundo. Tiene que haber alguien como yo, que se sienta bizarra y dañada de la misma forma. Me la imagino, e imagino que ella también debe estar por ahí (en Facebook) pensando en mí”. ¿Hay más gente patéticamente rara por ahí, que no sabe si cortarse las venas o dejárselas largas? (Suspiro). El caso es que en un alarde (igualitario, Aupa Irun!) de ingenio, te sacas hobbies de la manga y hoy decides que harás ganchillo, mañana tortitas, pasado tallarás madera, luego serás malabarista, para después recitar poesía en esperanto… y cuando descubres que todo lo que no te dé satisfacciones a muy, pero que MUY, corto plazo te crea el puñetero maldito mismo desasosiego, te conformas con comer pizza margarita de Simply (te vienen tres por menos de dos euros), ver Supervivientes (hay resúmenes a diario y Suhaila es una clara referente) o pensar que cuando tengas dinero para volver a terapia todo será mejor. Afortunadamente, gracias a Youtube, puedes verte el nuevo videoclip de Ylenia. Y también puedes reírte con la genial personaje morena de la ridícula serie ‘Don´t trust the bitch in apartment 23’. Pero lo más fascinante de todo es asumir de una vez por todas con estoicismo que estás loca. Y no eres una loca especial, dios me libre, eres una de esas locas tan normales y jodidamente cuerdas que no necesitan medicación, ni similares. Por ahora no me autolesiono, no me ha dado por tomar drogas duras y salgo a pasear con las perras a diario. Y por cierto, estoy que trino con los desconocidos que me dan consejos que no he pedido tooooodo el cochino rato. No voy a pasar ni uno más. Por eso dejo constancia escrita en estas líneas que como algún maromo con su “quita coño, que tú no sabes” me toque las narices o escuche por un casual el puñetero “lo que tienes que hacer es”, a Margaret Atwood pongo por testiga que no respondo de mis actos y puede que todo termine con un charco de sangre. No sé si un charco de sangre menstrual, kétchup como en las películas o si me atreveré a ordenar a mis cachorras de cuatro meses que ataquen. Pero no soporto ni un maldito consejo más. ¡¡No lo soportoooooo!! Aconsejadores callejeros, os aviso: meteos los comentarios en la oreja. Como broche final, para resaltar mi pedestridad absoluta, os cuento que quedo con mis amigas a diario y doy fe de que están igual de trastornadas que yo… Soy un caso bastante fácil. Realmente, mi diagnóstico es sencillo, porque yo sólo necesito “lo de siempre”: hacer deporte, comer cinco piezas de fruta y verdura al día, tener un trabajo de ocho horas que no me permita dar rienda suelta a mis tendencias suicidas light, echarme una novia funcional con dinero, y los fines de semana quedar con mucha gente. Mucha mucha gente. Tanta tanta tanta gente que me dé casi el pánico social, para poder beberme hasta el agua de los floreros, y tener tal resaca descomunal el domingo, que el fatídico día en cuestión pase casi de puntillas sin que a penas me entere, para volver a empezar con un maravilloso incombustible lunes. Yo hubo una época que hacía esto. Luego no me renovaron en el curro, por aquello de la crisis, tal y cual, y el invento “funcional” de actuar como si fuera una veinteañera normal se fue al traste. A veces pienso que vivo en un show de Truman y ahora me han metido un poquito de misterio porque todo era demasiado predecible porque seis brotes semanales no son suficiente televisivos. El otro día vi el documental sobre Vivian Maier y me sentí bastante identificada con la niñera fotógrafa. Sólo que yo no soy fotógrafa, y en vez de para niñera, me dicen que me contratan para dar clases de inglés o euskera. En fin. Si no habéis visto el documental, vedlo, porque no tiene desperdicio. Es como Amelie, sin tener nada que ver. Encontrar 9457630035984829 negativos de fabulosas fotos que alguien tan peculiar como Maier tomó cuidadosamente, no tiene desperdicio. Me cago en el chaval que dio con ellas. Maldito cabrón. Me muero de envidia. Ojalá los hubiera encontrado yo. ¿A que a ti también te hubiera encantado encontrarte los extraordinarios negativos de una antisocial y misteriosa niñera supuestamente francesa de hace la tira de años? ¿Soy la única envidiosa? El caso es que no quiero perder la oportunidad para recomendaros que veáis el documental porque te deja toda loca de intriga. Te pasas los 84 minutos de visionado mirando a quien tienes al lado, buscando en su cara de sorpresa el reflejo de la tuya. O al menos eso me pasa a mí, por ser dependiente y buscar aprobación y feedback constante de hasta el último mindundi. A lo que iba. La mujer es una incógnita y conocerla por sus fotografías, los audios de voz que se han recuperado, y lo que el resto cuenta de ella, lo envuelve todo en tal halo de misterio, que quieres seguir investigando por tu cuenta. Mi amiga y excompi de piso Mónicus Mundi, está convencida de que era bollera. Yo también lo creo. ¡Un abrazo, Moni! Lo cierto es que el bollerío es una casilla en la que siempre pongo tick por defecto cuando conozco a alguien. Y si tengo que quitarla, ya lo haré mañana. Hoy te miro, y te veo como quiero que seas. La idealización del principio, ya tú sabes. En fin. Este artículo no pretende ser esperanzador, ni alegre, ni fresco, ni veraniego. La cerda ola de calor me trae por el camino de la amargura. Mis fobias sociales crecen por momentos. No tengo un duro. Me siento socialmente muy presionada para hacer algo útil con mi vida y cumplo 31 años. ¡¡Socorro!! Nunca he sido yo de las que se asustan con las crisis impuestas desde fuera, pero este golpe bajo de los 30 a los 31 es tan mierdamente cliché que no me lo esperaba por nada del mundo. ¿¡Qué me pasa!? El otro día leía en una nueva revista feminista en la que se escribe íntegramente en euskera, Klitto, (¿cómo puede ser que no hubiera ninguna revista que lo hiciera hasta hace una semana?) a Kattalin Miner hablarnos “a las que le entendiéramos”. El artículo se titula ‘Ulertzen nauzuenoi‘ y explica cuándo y por qué ha tomado la decisión de escribir en su lengua materna. Ella cuenta que, en sus comienzos, aprendió sobre feminismo en español, y precisamente por eso, ahora quiere crear y enriquecer el feminismo en euskera, aunque por haber tomado tal determinación, haya quien se perderá lo que tiene que decir. Bien. Yo no creo que escriba sobre feminismo, pero sí creo que tengo la perspectiva de género absolutamente enredada en el pelo. Entiendo que hay mucha gente por el mundo, que vive más o menos feliz y tranquila, y sé que no entiende una mierda de lo que aquí pongo. Piensa que soy una quejica insufrible e insoportable. Todo verdad. No seré yo quien reniegue de los adjetivos que se me endiñen con buena o mala fe. Este ladrillo al que deliberadamente no le añado párrafos no pretende nada que no sea conectar con aquellas que al leerlo piensen “¡hostia, yo también!” Mi objetivo no es iluminar a nadie. Esto tampoco es un escrito pedagógico, ni siquiera humorístico. Y aunque en un inicio pensé que lo sería, está lejos de serme terapéutico, ya que aunque parece que soy una stripper emocional, en realidad apenas escupo cuatro cosas sueltas que le contaría a cualquiera que me encontrara en el ascensor. Cuento mi vida a diestro y siniestro a todo el mundo. Esto es así desde que el mundo era mundo. Llámalo patetismo, llámalo mecanismo de supervivencia, llámalo x o llámalo y. ¿Alguien más tiene la imperante necesidad de soltar por la boca todo lo que le entra por los ojos? ¿Tú? Pues adorable ser rara que lees estas líneas y estás igual de hecha mierda que yo: no estás sola. O sea, sí estás sola, porque todas lo estamos y posiblemente no te ayude en tu mudanza, ni te haga una transferencia para que pagues tu hipoteca este mes. Pero a lo que me refiero es a que no eres la única tarada desubicada que no sabe por dónde le da el aire. La generación nini mileurista que se la metan por el orificio urinario. Yo sí estudio. Sin parar. Los cursos AEGI son infinitamente útiles para ello. Ayer envié mi trabajo final, y puede que hoy ya sea ‘Experta en mediación social intercultural con perspectiva de género’. ¿¿¿¡¡Tú!!??? ¡¡Sí, yo!! Y como no tengo nada más que hacer en la vida, también le recomiendo este curso a todo el mundo, porque aprenderás cantidubi, se te facilitará mogollón de material y la formadora es un encanto. ¡Un abrazo, Paula! Pues lo dicho. Que además de formarme, también trabajo. Con parones veraniegos, y 12 horas del tirón cuando se tercia. Como yo está un montón de gente. Me encuentro a la gente como yo en la cola de Lanbide, en el parque, en las entrevistas de trabajo…¡somos un porrón! Así que el problema no es individual, sino colectivo. Y mientras tengamos a los sabios de la tribu comiéndonos la oreja haciéndonos pensar que somos lo peor y aislándonos, así no vamos ni a la vuelta de la esquina. Querida Tarada que lees estas líneas. Este verano sin falta, con 31 años o sin ellos, tenemos que sacudirnos las fobias sociales, las perezas y los miedos, para acercarnos a aquella casa ocupada de mujeres bolleras y trans que tanto nos llama la atención en nuestra ciudad. Este verano sin falta tenemos que ir a montar la txozna de Mamiki. Este verano vas a ir a la playa en pelotas, en bikini o en lo que te salga de to´lo negro. Este verano te vas a cortar el pelo al cero, o te vas a dejar melena medieval a una capa. Este verano te apuntarás a la escuela de idiomas dentro de plazo. Este verano es ese verano que llevas esperando todo este tiempo. Tu vida no empieza cuando tengas curro, cuando adelgaces 30 kilos, cuando termines la carrera, cuando cumplas los 35. Tu vida empieza hoy. ¿Tenteraaaaas? Te voy a hacer la preguntita de marras: en este mismo instante, sin pensártelo dos veces ni darle vueltas… ¿¿si no tuvieras miedo qué harías?? ¡Rápido! ¡Responde! ¿Qué ha sido lo primero que te ha venido a la mente? Pues ponte al turrón. No te lo pienses más. Y si hoy te da pereza, mañana será un nuevo día y tienes la opción de reinventarte de pies a cabeza otra vez. Abre un ojo, mira a tu alrededor, y como la única que tiene poder sobre tus pensamientos eres tú, ¡date una alegría! Yo definitivamente tengo que aprender a ser asertiva y poner límites antes de cabrearme como una mona. No porque no me quiera cabrear de ciento en viento con todas las de la ley, sino porque me llevan los demonios por el camino de la amargura. Y al final es contraproducente. Así que ese es mi propósito para los 31. A decir no creo que ya he aprendido. “¿¿Pero este artículo es una broma??”-se preguntarán ustedes… Si tienes más de 31, mira atrás y acuérdate de cómo tenías el bolo entonces. Si tienes menos de 30, cágate lorito y espérate lo peor. La edad es un estado mental y las inestables, desequilibradas, insatisfechas, sin apego seguro que nos caímos ayer de un guindo, somos lo que somos a no ser que nos dejemos un pastizal, que no tenemos, en terapias. Ahora bien, como tenemos, más o menos, la oportunidad de actuar nos salga del coño, yo te propongo que mañana te despiertes y de una vez por todas hagas lo que te dé la santa gana. Así. Porque tú lo vales. Yo uso la excusa de los 31. Tú usa la que te plazca. Yo no puedo más con tanto corsé. Los 31 serán mi desmelene. Sin miramientos.