SPARROWS (Rúnar Rúnarsson, Islandia, Dinamarca, Croacia, 2015)

Sparrows es un relato iniciático, con un ritmo lento que sin embargo no impide que te vayas enganchando con la historia. En él, Ari, el protagonista, tiene que dejar Reikiavik e irse a vivir a la remota región de los fiordos occidentales con su padre, Gunnar.

Su madre ha decidido trabajar en diversos países africanos y ha decidido que no son lugar para Ari. La adaptación no será fácil. La relación con su padre tampoco. Gunnar es un hombre acabado que no ha logrado superar el divorcio de su mujer.

Las “tonterías de macho” fruto de la “discapacidad” de éstos se revela como un lastre y un problema para los propios hombres

Combate su fracaso a base de cervezas e interminables fiestas, sin más objetivos que trabajar y emborracharse. Hay ocasiones en las que intenta cambiar, roza la transformación por el amor que tiene a Ari, pero nunca llega a conseguirlo del todo porque gana la autocompasión. El objetivo de la película no es la denuncia, ya que huye de cualquier intención moralizante: se trata más de aceptarse y saber convivir y esto es precisamente lo que no resulta fácil.

En los parajes escandinavos, esos que tanto agobian a Ari, hay hombres violentos que controlan a sus novias y que no asumen bien los abandonos, y hombres que consideran que la única forma de ser hombre es trabajar. Las “tonterías de macho” fruto de la “discapacidad” de éstos se revela como un lastre y un problema para los propios hombres. Y ésta es la gran aportación de Sparrows, una película comprometida que también incluye una sobrecogedora y agónica secuencia que tiene que ver con la violencia sexual.

AMAMA (Asier Altuna, España, 2015)

Amama, la esperada película rodada en euskera de Asier Altuna, entra de lleno a analizar el conflicto que puede existir entre la (vieja) vida del baserri o caserío y la (nueva) vida fuera de este ámbito, y presenta este conflicto como si no existiera una posible combinación de ambas vidas.

En este universo lleno de simbolismos, se cuestionan las certezas absolutas que han regido esa vida. La primera de ellas es la que reza “baserria ez da inoiz banatuko, eta hau da legerik importanteena”, es decir que el caserío nunca se va a dividir. El caserío es lo importante, y su necesidad de perpetuarse era transmitir a los primogénitos varones de la familia. ¡Para que luego hablen del matriarcado vasco!

La única pega de la película es lo desdibujado del personaje de la amama Paulina

En el caso del caserío Ezeiza, existe una costumbre; la de plantar y pintar árboles por cada nacimiento. A Gaizka, el primogénito, le corresponde el rojo, la pasión, el nieto que hereda el caserío; a Xabier, el blanco, sinónimo de vagancia y lentitud, y a Amaia, el negro, el color de la maldad, de la rebeldía, el color del diablo y la oscuridad. No es nada novedoso eso de relacionar la maldad, la satanidad con la feminidad… Este es el destino inevitable que rige los destinos de generaciones y generaciones de familias, como dice la voz en off de Amaia, esta organización condiciona el pasado y el futuro, y da la sensación de que tu destino está escrito desde el Neolítico.

Pero ni Gaizka, ni Amaia, y en una menor medida Xabi, están dispuestos a aceptar este destino, y quieren romper esa cuerda, ese cordón umbilical que les une al caserío. Y aquí estalla el conflicto con Tomás, su padre, empeñado en mantener ese antiguo modo de vida y de transmitirlo a sus hijos que según su código, tienen el DEBER de seguir con el legado de sus antepasados. Los conflictos entre Tomás y su hija Amaia serán violentos e incluyen reproches a su madre por ser una mujer sumisa y complaciente.

Las decisiones de Tomás y de Isabel y también las de Amaia consiguen suavizar la situación y transformar las cosas que siempre han sido así, que para cambiarlas hace falta tener una enorme fuerza. Y este cambio sin duda pasa por dinamitar las esencias de la masculinidad patriarcal, esa que ha sido obligada a trabajar con sus manos, a mantener a su familia y no usar las palabras y rehuir los sentimientos.

La única pega de la película es lo desdibujado del personaje de la amama Paulina, que sí que cumple la función de hacer de mediadora entre la tradición y el futuro encarnado en Amaia, pero que cobra más importancia como objeto artístico del proyecto que crea Amaia, Laurogei Amama, un auténtico placer visual.

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