Las poetas suicidas

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02/12/2015
Ara
He leído en el compendio

de los libros de autoayuda 
que hay que sonreír
tres veces al espejo
cada día 
que antes de pisar la acera 
de encerarse la cara con 
el humo plomizo de los
coches
cada día
hay que inhalar tres veces 
-la mierda-
sintiendo respirar el Amazonas 

que hay que amanecer dos veces
día y noche
como si fuera un comienzo
el comienzo de la vida
 
Dicen que el último libro de
Walter Riso,
(según la crítica, sobre todo la de 
colas de herbolario y mindfulness,
sobre todo la del templo zen
de la calle Montera) 
“nos cambiará la vida
cambiará la humanidad? 
 
Y he leído que en la respiración 
está el encuentro con una misma
que hay que poner los ojos en los pulsos
inhalar-exhalar 
y diez minutos al día
¿con eso basta?
para devolver la quietud 
a la inocencia 

¿a quiénes se dirigen, a quiénes hablan?
¿Puede devolverse la voz, la vida
la pureza de sol naciente a
la memoria violada 
de toda una vida?
 
¡Oh Dios! resulta tan sencillo 
tan esperanzador creer en 
El poder del ahora
cuando la inocencia no se interrumpió
al soplo de lenguajes esquivos
ajenos 
ciegos
atravesados
por sus heridas
 
y tan difícil eludir las brechas del pasado
donde ahora los extremos son continentes
soberanos
borrascas de incertezas dormidas
atravesadas
en el inconsciente plomizo
que teme que teje que abre la brecha
que los demás cerraron cuando comprendieron
el Orden Simbólico
es decir, aquellas que leen autoayuda y se convencen
complacientes, porque incluso pueden
y saben que pueden vivir su vida
sin tener que sobrevivirse a sí mismas
 
Pero esa brecha al muro entre lo real
y la ficción
-la gran conquista occidental- 
esa brecha que empuja a los límites
a confundirse, que hace caer al muro
y en la mente huele a esquizofrenia 
y baila en la cima de la confusión
y los límites se hacen relojes caídos 
y los tiempos se revuelven en el estómago
flojo de respuestas
 
Ella sabía lo imprevisible de las mareas
que no era suficiente el aire, lo bello y
lo bueno, que no bastaba con abrir los ojos
y morder el mundo con la sed de la pureza
recordando las frases prometedoras
comprometidas con la esperanza
 
ella sabía que la dosis de alegría química
que el retiro, que la vida ostentosa 
sedaba debajo de la alfombra lo inevitable
y entonces, la medicación, los profesionales
de la mente, la institución de la salud de 
lo bueno y lo bello prometían una pronta llegada
pacífica
de ese barco a la deriva que 
 ¿partió de ella llevándola?
 
pero no era suficiente morder el mundo
con la sed de la pureza, con la ingenuidad 
o la suerte de no cargar al cuello
el retorno de los siglos 
la imagen de sí atravesada 
la memoria hendida de cicatrices
clínicamente catalogadas:
Trastorno de personalidad borderline
 
Su habitación propia -aunque jamás ella 
apropiada de sí- respiraba el temor 
de las páginas confundidas con los bordes 
de lo real
Todo revuelto en el mismo espacio
detrás del tiempo, forcejeando al tiempo:
que pare que regrese que avance que vuelva
 
Woolf comprendía el temor de los ciclos 
el temor lunar, la amenaza de 
desdoblamiento
lo plomizo terrorífico y sutil 
del acontecimiento:
La Sombra
los ojos acechantes a la imagen
Enferma 
Loca 
Monstruosa
lejos de los acordes humanos 
 
 
a la espera de la noche
para salvarse 
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