“¿Me está diciendo que soy igual que mi marido?”
La mirada incrédula de una nigeriana refleja el desconocimiento sobre sus derechos. Una mujer que se reconoce en la legalidad es una mujer potencialmente empoderada, recalca la jurista Alda Facio. El siguiente paso, añade, es exigir que se incluyan sus necesidades específicas.
Alda Facio es jurista, académica, escritora y experta internacional en asuntos de género y derechos humanos de las mujeres. Ella fue una de las fundadoras del programa de Justicia y Género del Instituto Latinoamericano de Las Naciones Unidas para la prevención del delito y el tratamiento del delincuente (ILANUD), y miembra del grupo de expertas de la ONU para la Convención para la Eliminación de todas las formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW).
La jurista comenzó a trabajar en derechos humanos hace ya 30 años, cuando el departamento era solo una oficinita en las Naciones Unidas. “No había nada de mujeres”- cuenta Alda. Su labor desde entonces ha sido la de defender la igualdad efectiva de las mujeres en la legalidad, e incluirlas dentro de los derechos humanos que son para ella “una bolsa vacía que hay que ir llenando de contenido”.
La perspectiva de los derechos humanos es tan androcéntrica como el sistema en el que se han construido y muchos compañeros y compañeras de la jurista en la ONU ven los derechos de las mujeres como algo secundario. Año tras año, ve cómo se recortan los presupuestos de las instituciones de igualdad. Cuenta que, pese a los avances, aún tiene que justificar la necesidad de defender los derechos humanos de las mujeres: “Tenemos que luchar por seguir existiendo.”
El derecho es una vía para el empoderamiento
Verse reconocidas en los derechos humanos permite a las mujeres conocer su estatus de igualdad con respecto al del resto de la población y saber que pueden reclamar justicia frente al Estado. Una aparato legal que defiende la igualdad efectiva para las mujeres es un instrumento potencialmente empoderador, entre otras razones, porque influye de forma simbólica en la cultura, en la política y en la percepción que tienen de sí mismas las mujeres de una sociedad. La jurista recuerda la conversación que tuvo con una mujer en Nigeria y su desconcierto al conocer su estatus dentro de los derechos humanos. “¿Me está diciendo que soy igual que mi marido?”. Alda cuenta que esa mujer no lo podía creer, siempre había pensado que era menos.
Los instrumentos legales son muy efectivos para la concienciación. Por eso, la jurista defiende y participa de las instituciones de defensa de los derechos de las mujeres como la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW). Este convenio internacional desarrollado por la Asamblea General de la ONU es uno de los más universales que existen, 176 países de todo el mundo forman parte del mismo. Su función es velar por que los Estados parte cumplan los 16 artículos estipulados por el convenio y acabar con la discriminación contra las mujeres.
La jurista aplaude a la CEDAW porque las definiciones del convenio sostienen que las leyes que son iguales para las mujeres y para los hombres pueden ser discriminatorias si sus efectos menoscaban o anulan el reconocimiento, goce o ejercicio por parte de la mujer. Esta concepción que a simple vista puede parecer obvia no está recogida en la mayoría de aparatos legales estatales. Estos tienen, en general, un corte androcéntrico y no reconocen las circunstancias y experiencias específicas de las mujeres como garantía para la igualdad efectiva.
Cuando los Estados parte ratifican el convenio de la CEDAW, adoptan la definición de discriminación que la Convención propone. La legislación que desarrollan para garantizar el cumplimiento del convenio debe ajustarse a ese mismo enfoque compartido por todos los Estados parte. Este es uno de los aspectos que más entusiasma a Alda: “Me gusta pensar que la CEDAW está siendo usada en muchos lugares del mundo”. Da igual dónde vivan, si su Estado ratificó el convenio, las mujeres tienen derecho a presentar una queja ante el Comité de la CEDAW en caso de ver vulnerados los derechos que se contemplan en sus 16 artículos. Algunas críticas a la Convención apuntan a que no es vinculante para los Estados, pero Alda señala la efectividad de su capacidad de presión. La CEDAW permite que las mujeres puedan optar por denunciar y no someterse ante la violencia y poner de manifiesto que el aparato estatal no defiende sus derechos humanos. Los Estados denunciados se ven obligado a buscar otras respuestas para no perder credibilidad.
Hay avances en materia legal que demuestran las grandes posibilidades de la Convención. México reformó su constitución en materia de derechos humanos en el 2011 dando rango constitucional a lo estipulado por la CEDAW. La jurista mira esos progresos con esperanza y confía en el sistema desde el que emprende su lucha diaria: “Puede que no haya voluntad general, pero hay indicios de una posibilidad de cambio”.
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Las publicaciones de Alda Facio incluyen herramientas para detectar el corte androcéntrico que impregna el sistema legal. En Cuando el género suena cambios trae. Una metodología para el análisis del fenómeno jurídico desde la perspectiva de género (1992), la jurista explica que la mayor parte de los mecanismos que se han establecido para hacer valer los derechos humanos, se han desarrollado a partir de un modelo masculino. Eso quiere decir que se excluyen las necesidades y circunstancias específicas de las mujeres, lo cual tiene un efecto discriminatorio que no se ve de forma explícita. Conviene, subraya, que los legisladores y las legisladoras usen las lentes del género.
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