‘Tchindas’: la lucha se gana (y se baila) en la calle

‘Tchindas’: la lucha se gana (y se baila) en la calle

En la pequeña isla de Sao Vicente, el empuje de una pequeña comunidad LGBT ha convertido a Cabo Verde en el segundo país africano en celebrar de forma abierta la marcha del orgullo. Sus impulsoras son conocidas afectuosamente como las 'tchindas', en homenaje a una de las primeras trans visibles.

22/01/2016

Jordi de Miguel Capell

Carnaval de Mindelo./  Jordi de Miguel Capell

Carnaval de Mindelo./ Jordi de Miguel Capell

“La donación de órganos”. Ese es el paraguas temático bajo el que danzarán por las calles de Mindelo, pero en el destartalado solar donde hay que armar la carroza apenas se intuye nada. ¿Eso es una mujer tumbada? ¿Qué representa? “No tengo ni la más remota idea”. A tan sólo siete días del desfile, Elvis Tolentino burbujea nervioso entre espumas y cartones. Detrás suyo, Tchinda observa pasiva, pero sin ganas de hablar. ¿A quién le importa que un periodista las haya seguido hasta aquí para hablar de su identidad? Lo único que importa es el carnaval.

Carnaval y comunidad

Hay muchos factores que ayudarían a comprender por qué Cabo Verde es el único país africano, junto a Sudáfrica, donde se celebra de forma abierta la marcha del Orgullo. El carnaval de Mindelo, en la norteña isla de Sao Vicente, es uno de ellos. La extensión de su territorio es otro. “Los extremos de Sao Vicente se encuentran a 20 km. de distancia: es una isla tan pequeña que no queda otra que convivir”, sonríe el periodista Marc Serena. “En esta convivencia, el carnaval es el gran espacio donde toda la población construye un proyecto común, sin diferencias ni discriminación”. Serena sabe de lo que habla. Entre 2011 y 2012, recorrió veinte países del continente africano para conocer las vicisitudes de sus comunidades LGBT. De su paso por Sao Vicente, retratado en el libro ‘¡Esto no es africano!‘ (Xplora, 2014), se llevó dos motivos para regresar: el hallazgo en Mindelo de un colectivo empoderado y la recomendación de la cantante Cesária Évora. “Tienes que volver para el carnaval. Es el mejor de África”. Treinta y seis horas después de dárselo, la muerte de la ‘Diva de los pies descalzos’ transformó el consejo en promesa. De esa promesa surgió ‘Tchindas’.

Tráiler de «Tchindas» from doblebanda on Vimeo.

En ‘Tchindas‘ (premiado en diversos festivales) no hay voz en off. No hay preguntas ni conclusiones. ‘Tchindas’ no es un documental sobre el conflicto de ser gay o trans en Cabo Verde, sino un fresco íntimo de la vida comunitaria alrededor del carnaval. Sus protagonistas son Tchinda, Edinha y Elvis, tres habitantes de Mindelo que ven su rutina alterada por los preparativos de la fiesta. La cámara de Pablo García y Marc Serena los sigue de cerca en el trajín de ensayos y purpurina, sin embargo, es el espectador quien debe componer los relatos sobre género e identidad que subyacen en el film, pues apenas hay referencias directas. Ni siquiera aparecen cuando, en una pausa, Tchinda y sus amigas releen la entrevista que en 1998 dio a conocer su transexualidad a todo el país. Esa fue la fecha clave, el año en que todas pasaron a ser conocidas, afectuosamente, como las tchindas.

“Sé que tengo esa realidad idealizada”, cuenta Serena, “porque la comparo con la de otros países africanos. Si las tchindas tomaran un avión y se presentaran en Senegal, serían apaleadas. En Mauritania les aplicarían la pena de muerte y en España no las dejarían ni entrar. Por supuesto que su situación es perfectible, pero en ningún otro lugar encontré un respeto igual”. Cuando se le pregunta por muestras concretas de ese respeto, Serena rescata dos momentos: “Recuerdo la naturalidad con que Tchinda iba a la escuela a buscar a los hijos de la vecina, y también la dureza con que una anciana le recriminó no haber asistido al funeral de su marido.«¿Qué otra cosa tenías que hacer?’, la regañaba. Fue muy emocionante presenciarlo, aquí no estamos en esta fase».

Edinha y Elvis

Edinha: “La primera vez que me puse un vestido tenía 11 años. Lo llevé a la escuela en una mochila y me lo puse después de clase. Me vieron los vecinos y no tardaron en contárselo a mi familia. Siguieron muchas broncas y problemas. Desde entonces, llevo sobre todo vestidos porque soy una mujer. Mi primer beso a un chico fue jugando, tenía 8 o 9 años. Pero he besado a tantos que ya no recuerdo quién era ni cómo fue. Ansío ser feliz y vivir como mujer, lo que más deseo es un cambio de sexo. Me encantaría llegar a trabajar como estilista y modelo y construirme una casa”.

Elvis Tolentino, uno de los protagonistas de “Tchindas”. Autoría: Tchindas.com

Elvis Tolentino, uno de los protagonistas de “Tchindas”./Tchindas.com

Elvis: “A los 6 años, jugando con dos de mis vecinos, besé por primera vez a un muchacho. Fue solo un juego. A los 14 me enamoré de un chico y viví una explosión de sentimientos. Desde el primer momento supe que era homosexual. Luego siguió la fase de la negación, salí con una chica de la escuela e intenté ser hetero. Más tarde venía a diario un chico a la puerta de mi casa preguntando por mí. Un día mi madre me dijo: «Anda sal. Te espera tu novio». Así fue cómo salí del armario delante de mi familia. Mi madre y mi hermana hablaron conmigo y me aconsejaron que no me vistiera de mujer por la calle. Eso se identifica con la homosexualidad y aquí es un perjuicio. Tardé en aceptar abiertamente que soy gay (no soy transexual, soy homosexual). Me encantan los espectáculos de transexuales, pero ya está. Mi sueño es encontrar a alguien que quiera compartir su vida conmigo, con quien poder vivir una relación abiertamente, a quien poder besar donde sea sin temer lo que digan los demás o cómo reaccionen”.

Son dos de los testimonios recogidos por Juliette Brinkmann.

El (débil) movimiento organizado

A pesar de que todo el mundo conoce a las tchindas (al fin y al cabo, Mindelo es una pequeña ciudad portuaria de 70.000 habitantes), la visibilidad organizada de la comunidad LGBT tiene una vida más bien corta. La primera marcha del Orgullo se celebró en junio de 2013, dos años después de haberse creado la Asociación Gay Caboverdiana con el apoyo de la fundación española Triángulo. Desde entonces, las actividades que anualmente se han realizado en la isla (muestras de cine, charlas, exposiciones, Miss Travesti) han tenido buena acogida en el vecindario.

Otra cosa es la administración. Según Alfredo Pazmiño, presidente de Triángulo en Canarias, transexuales, gays y lesbianas son considerados “ciudadanos de tercera”: ”No sufren un ataque frontal, pero tampoco son tratados como sujetos de derecho: están para coser, lavar y nada más”. No se trata sólo de la falta de voluntad para reunirse con la asociación y firmar la Declaración de Mindelo (un compromiso para promover la igualdad en la ciudad). Es que no se permite entrar al ayuntamiento con sandalias o falda. Es que no tienen dinero para actualizar el DNI que les piden para solicitar una reunión.

Las tchindas viven al día. Se ganan el pan limpiando casas, haciendo apaños o cosiendo. Algunas, como Tchinda, patrullan las calles vendiendo coxinha, los típicos buñuelos fritos de Brasil. Otras se dedican al trabajo sexual. “Hay muchas líneas de opresión que no deben perderse de vista cuando hablamos del LGBT en África: la clase es una de ellas”, advierte Serena. ”Hay personas que no se pueden visibilizar como trans porque perderían estatus social y económico. En cambio, otras como Tchinda pueden hacerlo porque simplemente no tienen nada que perder”.

tchinda

Tchinda, en su bar de Mindelo/ Tchindas.com

Son las paradojas de un país calificado por muchos como el alumno aventajado de África. A pesar de no disponer de grandes recursos y de las cíclicas crisis causadas por la adversidad climática, los foros internacionales aplauden sus datos macroeconómicos y su estabilidad política.

Cabo Verde tiene apenas 40 años de vida independiente. Según Alfredo Pazmiño, la menor opresión colonial que sufrió (en comparación con la sufrida por otros países lusófonos como Angola y Mozambique, con mayores riquezas naturales), permitió que en la isla de Sao Vicente, la más cosmopolita de las diez que componen el país, “se desarrollara la sexualidad de una manera muy abierta”. Para la socióloga Cláudia Rodrigues, el pensamiento del líder de la independencia, Amílcar Cabral, también contribuyó a ampliar miras: “Cabral era un hombre feminista, con ideas bastante avanzadas para la época. Su pensamiento influyó tanto que sólo cinco años después de la independencia se ratificaron las principales cartas de derechos humanos, incluida la Convención para Eliminación de todas las formas de Discriminación contra las Mujeres. El nuevo país se formó con esos valores”.

Como directora entonces del Instituto Caboverdiano para la Igualdad y la Equidad de Género (ICIEG), Rodrigues fue una de las personas clave para que a finales de 2008 se planteara la defensa de los derechos de la comunidad LGBT a nivel gubernamental. Pese a que se han registrado avances, cree que todavía quedan mucho obstáculos por salvar: “A pesar de que algunos diputados la apoyan, ningún partido político ha asumido esta lucha en su agenda. La Constitución debería ser más explícita en su artículo primero, donde dice que todos los caboverdianos somos iguales con independencia de la raza, el sexo, la edad o la religión, sin mencionar la orientación sexual y afectiva. El código penal, además, debería criminalizar los actos homofóbicos, y se debería considerar el derecho de las familias homoafectivas a existir ante la ley, así como el de las personas transgénero a cambiar de identidad sexual, entre otras cosas”. Aún así, Rodrigues es optimista y confía que con la campaña Libres e Iguales promovida por Naciones Unidas (Cabo Verde es el primer país africano en sumarse a esta iniciativa), “las instituciones públicas saldrán reforzadas para realizar cambios políticos concretos”.

Lo mismo cree Maritza Rosabal, técnica del programa nacional de ONU Mujeres en Cabo Verde y extrabajadora del ICIEG: “Existen condiciones propicias para la discusión de las problemáticas referentes al LGBT”. Para Rosabal, feminista cubana radicada en Cabo Verde desde 1980, la reciente aprobación de los planes nacionales de Lucha Contra la Violencia Basada en Género y de Igualdad de Género (2014) va a permitir, por lo menos, realizar actividades de sensibilización al respecto: “Es un paso significativo. Por primera vez se menciona el LGTB en instrumentos de gobierno. El problema es que hasta ahora no he visto a la propia comunidad decidida a trabajar por sus derechos”. Lo mismo observó Rodrigues en su tesis sobre la comunidad LGTB de la élite caboverdiana.

Vecinos y vecinas de Mindelo, viendo pasar las carrozas del Carnaval./ J. M. C.

Vecinos y vecinas de Mindelo, viendo pasar las carrozas del Carnaval./ J. M. C.

Según Rosabal, si se ha llegado hasta aquí es, en buena parte, gracias a la lucha librada por las mujeres. Su historia es la historia de un país marcado por los flujos migratorios. “Las sequías y hambrunas que ha sufrido periódicamente Cabo Verde hicieron que el país llegara a tener un 75% de población femenina. El hombre era un bien precioso y eso moduló las relaciones sociales”, cuenta. En Cabo Verde no son pocas las que, después de un fracaso con un hombre, han establecido relaciones de pareja con otras mujeres para garantizar su cuidado y el de sus respectivas familias. “Hablar de significantes occidentales en Cabo Verde es un error”, alerta Alfredo Pazmiño. “Allí, por ejemplo, la bisexualidad no es equiparada con el vicio, sino que es vista casi como un superpoder, y tampoco está mal visto que una mujer tenga cinco hijos con cinco hombres distintos. Hoy en día hay más visibilidad de mujeres jóvenes que se autodenominan lesbianas o bisexuales, pues en su mayoría han mantenido y mantienen relaciones con hombres pero establecen relaciones afectivas con mujeres”. Según Cláudia Rodrigues, “el machismo que todavía impera en el país hace que haya mucha menos aceptación de las relaciones sexuales y afectivas entre hombres. Las mujeres lesbianas han asumido más públicamente las suyas”.

En términos generales, prosigue Rosabal, el mayor acceso a la educación secundaria y universitaria ha hecho que las mujeres incrementen su capital cultural, exijan nuevas leyes (leyes que también abren brechas para el movimiento LGBT) y tomen más protagonismo en la política nacional (en Cabo Verde el gobierno es paritario). Al mismo tiempo, la mejora de las condiciones socioeconómicas del país (y el empeoramiento de las vecinas) ha hecho incrementar la presencia de hombres procedentes de la costa africana. Esta tradicional presencia de la África continental no sólo reequilibra la demografía del archipiélago: también hace que, por ejemplo, en la lejana isla de Santiago (la más grande de las diez y la más próxima a la costa occidental) sea más difícil que las prácticas y discursos de Sao Vicente permeen. Difícil que las tchindas piropeen a los obreros de Praia como lo hacen en Mindelo. Difícil que puedan organizar Miss Travesti en la capital sin asumir ningún riesgo. En 2010 lo intentaron y fueron recibidas a pedradas.

(En el destartalado solar donde se arma la carroza del carnaval, Tchinda confirmará que sí, que “cada vez hay más pueblos de Sao Vicente que se suman a nuestras reivindicaciones” y que “en Praia cuesta mucho, porque tienen otra mentalidad”).

Una drag queen baila en una carroza del Carnaval de Mindelo./ J.M.C.

Una drag queen baila en una carroza del Carnaval de Mindelo./ J.M.C.

El futuro está en la calle

¿Por qué entonces no hay en Mindelo una mayor actividad de la comunidad LGBT? Porque primero hay que comer. Tal vez por eso, que un periodista de Barcelona se acerque momentánea y torpemente a preguntar por su nivel de organización en pleno carnaval (o que, visto el éxito, solicite respuestas por correo), no despierta demasiado interés. No es su prioridad. “La conquista de derechos llega cuando están cubiertas las necesidades básicas. Cuando no sabes qué vas a comer o dónde vas a dormir, todo eso queda en un segundo plano. Hasta que no se den garantías, no se va a poder hacer mucho más que lo actual: una actividad al año muy potente”. Según Alfredo Pazmiño “el país es tan pacífico que nunca hay manifestaciones, impera el conformismo. Cuando llega alguien de una organización extranjera ven que lo pueden todo, pero luego se regresa a la normalidad. Con una cooperación centrada en el empoderamiento de líderes se podría hacer más y más rápido, pero es difícil porque las formaciones que se dan fuera de su contexto tienen una visión muy eurocéntrica”. Por el momento, la Fundación Triángulo ha promovido la creación de otra entidad, la asociación Arcoiris, para tratar de ampliar la base del activismo en todo el país.

Para Marc Serena, es necesario salir de los esquemas europeos para comprender que la virtud de las tchindas consiste en ganarse las calles desde la cotidianidad. “No es un activismo formal, no son proyectos, subvenciones y papeleo, cosas cuyo funcionamiento desconocen. Ellas están más preocupadas por ganarse las calles, hablando con las familias y con los vecinos. Otros colectivos LGBT tienen mucho dinero pero mantienen la sede vallada para protegerse de agresiones”. Cabo Verde es otra cosa. “Quizá más naïf, allí no funcionan las etiquetas que usamos en Occidente”, concluye Serena. “Son personas con nombre y apellido, no le buscan tres pies al gato. Judith Butler no ha llegado a Cabo Verde y tampoco se la espera”.

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