Historia de un amor

Historia de un amor

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07/03/2016

Eduard Veciana

Sinopsis:

Los tenemos a Él y a Ella en el metro. No se conocen de nada, no se han visto hasta hoy. Van sentados frente a frente, hasta que se bajan en la misma parada; primero Ella, y luego Él. Salen por la misma salida, y atraviesan el mismo descampado ominoso hasta la misma urbanización. Él siempre detrás de ella, a paso lento pero seguro. Es de noche. Al llegar los dos al mismo portal, Ella se gira de repente y le vacía un espray en los hocicos.

 

ÉL

Se sube al metro, distraído, y se sienta enfrente de una jamelga. La madre que la parió. Para él, las mujeres se dividen en dos categorías:  las zorras a las que dan ganas de follárselas por todos los chacras, y las hermosas, que se pueden pintar y esculpir y escribirles poemas, y al acabar todo eso follárselas por todos los chacras. Esta pertenece sin duda a la primera categoría: indumentaria deportiva ceñida, pelo rubio recogido en una coleta prieta y boca generosa.

Una voz de mujer pregrabada anuncia su parada, pero el se resiste a levantarse, absorto como está en la contemplación. Entonces, para su sorpresa, ella se levanta, y con los reflejos que le da la experiencia le hace un TAC completo. Madre mía! Dios bendiga el running! Imagina meter la cara en ese culo! Imagina acercarse por detrás y haciendo el Spiderman, hundirles los dedos en el coño! Seguro que lo tiene depilado, estas tías son todas iguales.

Se pone de pie y se coloca detrás de ella, mirándola gracias al reflejo del vagón. Ella le mira un instante y vuelve a juguetear con su móvil. Cuando el vagón los libera en el andén, echa a caminar con paso enérgico y rápido. Él la sigue a distancia, sin apresurarse, mientras piensa en la jodida casualidad de que se bajen en la misma parada y salgan por la misma salida. No puede dejar de mirarla, y gracias a su imaginación fecunda, montarse toda una saga de películas X con ella. Le resulta fácil. Lo hace continuamente, en el metro, en la calle… se entretiene mirando a las mujeres e imaginando cómo son en la cama. Qué hacen y qué se dejan hacer. Le encantaría saberlo, le encantaría verlo, hacer suya su intimidad, o mejor aún, disponer de ella a su antojo. Se dice que ojalá el mundo real fuera como un sueño recurrente que tiene, uno donde puede follarse a cualquier mujer que a él le salga de los cojones, sin tener que interesarse por ellas, ni escuchar sus tonterías, solo ponerlas de rodillas y sacarse la polla. En el sueño todas quieren, todas aceptan sin rechistar. Nada de mimos, solo sudor y secreciones y embestidas. Es el subconsciente, una fantasía. Sin embargo, desearía que se hiciera realidad en algún momento. Vendería su alma al diablo o a quien fuera por ello, por lograr esa adoración muda que le dispensan cada vez que cierra los ojos. O si no, siendo realistas, desearía tener los cojones de librarse de sus remordimientos, de su moral y de su miedo a la cárcel y dedicarse a cazar mujeres por las noches. Eso es!  Es un cazador, un guerrero! Y ya se sabe que la mujer está hecha para el solaz del guerrero. No solo este magnifico ejemplar de aquí, sino todas ellas. Todas tienen un coño entre las piernas. Viejas, jóvenes, flacas, gordas, feas y guapas.

Es, sin duda, lo que el quiere. No el éxito mediocre de su vida real, con tanta tía pagada de sí misma a la que hay que conquistar. Todas hablándote de su rico mundo interior, todas queriendo ser comprendidas y escuchadas. Incluso las feas. Hasta para tener un rollo de una noche hay que currárselo! Total, para qué? Todas quieren un ideal y acaban con cualquier gilipollas. Él no es ningún gilipollas, claro que no: tiene un buen trabajo, piso propio, coche y un bulldog francés.

Ensimismado, no se da cuenta de que está a diez metros de su portal: ese culazo hipnótico que le ha alegrado la vuelta a casa está también ahí, buscando algo en su bolsa deportiva. Madre mía. Conque somos vecinos! Cómo es que no te he visto antes? Cómo es que no nos hemos cruzado? Esto de ahora, esta coincidencia no puede ser un capricho del azar. El universo está conspirando a su favor. Acércate, dile algo gracioso, establece contacto! Averigua su nombre, dile que si el destino hace que os volváis a ver, se tiene que tomar un café contigo.

 

ELLA

Hay un tipo que se ha sentado delante y no deja de mirarla. Sabe lo que vale su físico y sabe que las miradas son un premio al esfuerzo que le ha dedicado al templo de su cuerpo, y nunca ha caído en la falsa indignación tan de moda entre la gente guapa y exuberante. De todas formas, empieza a sentirse incómoda. Los hombres tienen una forma de mirar que implica posesión automática, como si ella fuera algo que se pudiera tomar sin más, como si se la pudiera arrancar del árbol como a una naranja cualquiera. Todos, incluso los más timoratos, miran de ese modo. En el trasiego de la vida es fácil ignorarlos, pero a este lo tiene justo enfrente. Se pone los cascos y clava los ojos en la pantalla del móvil, pero siente la mirada del sujeto en la frente, en los hombros y en los muslos.

Contiene la respiración y empieza a notar las orejas calientes, se mira en la cámara frontal del móvil y comprueba que las tiene rojas. Levanta los ojos subrepticiamente y ve como el tipo sigue acechándola. Recuerda una película que vio hace mucho, en la que Michael Fassbender, un adicto al sexo, seduce a una mujer con la mirada en el metro, de tal forma que acaba teniendo un orgasmo. Recuerda lo sexy que le pareció, e intenta recrear la escena en la situación actual, pero el hombre de enfrente no es Fassbender, ni ella es la actriz ni eso es una película. Empieza a tener ansiedad. Cada vez que viaja en metro, se distrae escuchando música y paseando la mirada, discreta y respetuosamente, por los rostros esquivos de los demás pasajeros. Se imagina que son todos microorganismos metidos en una probeta, sin saber qué les espera, sin tener consciencia del mundo exterior…pero saberse observada de esta manera hace que se encoja y se aísle.

El vagón está vacío, salvo por ellos dos. Cada vez que la voz, una voz de mujer, anuncia la próxima parada, desea con todas sus fuerzas que el hombre se baje, pero en cada una se frustra su deseo, hasta que la voz, una voz de mujer, profetiza que la próxima es la suya. Gracias, mil gracias, Casandra! Se levanta al punto y se coloca en la puerta, el tren se detiene en medio del túnel y vuelve la angustia: el hombre se ha levantado y se ha colocado detrás de ella.

Sale del metro. Salen. La ansiedad se ha convertido en casi pánico. Aprieta el paso, el silencio de la noche le devuelve los pasos lentos y alargados de él. Tranquilízate. Esto es ridículo. Salido no significa violador. Violador?? Piensa racionalmente, por amor de dios. No eres la única habitante de este barrio, no es la primera vez que un hombre se baja del metro detrás de ti, sin ir detrás realmente, sin prestarte atención. Por qué precisamente hoy te afecta tanto? Pero, por qué camina detrás y no me rebasa? A qué viene este pánico infantil?

Rebusca nerviosa en la bolsa mientras se acerca al portal de su edificio. No se atreve a darse la vuelta. Se pregunta por qué no ha hecho nada aún, por qué no la ha abordado en el descampado que acaban de atravesar. De todas formas, ya todo le da lo mismo, el miedo la envuelve y su cerebro reptiliano la conmina a huir o defenderse. Llega al portal y hace como que busca las llaves, aferrando el cilindro de plástico con una mano, deseando que pase de largo.

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