Sobre la multa a Rita Maestre
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Sofía Capilla Torres
Chirría e indigna por igual. No es normal, nada normal, que la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, esté condenada a pagar una multa de 4.320 euros por su “asalto a la capilla”, como tituló algún medio, mientras que día sí día también tenemos que aguantar cómo la Iglesia Católica hace apología a las violencias machistas desde sus púlpitos sin ninguna consecuencia. Bueno, sí, la consecuencia puede ser que más de uno se crea que, de verdad, las mujeres somos seres secundarios -comparables al ganado, según la Biblia- a los que poder humillar o usar; que algunos crean, como el papa Francisco I, que la mujer “siempre es el apoyo del hombre pensador y hacedor, pero nada más que eso”; o que alguien piense que somos menos inteligentes y capaces que ellos y que ese es el motivo por el que no podemos ser curas, obispas, cardenalas o papas.
El arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez, dijo el pasado diciembre que la mayoría de las mujeres asesinadas por sus parejas lo son por no aceptar las imposiciones de sus maridos. ¿Nos está diciendo que tengamos la boca calladita y así no nos pasará nada? Sí, eso está afirmando, además de aseverar que estas cosas tienen su origen en que nosotras nos empeñamos en pedir la separación o el divorcio. ¿Se disculpó? ¿Lo juzgaron? ¿Ha pagado alguna multa?
El arzobismo de Granada, Francisco Javier Martínez, sí que se disculpó tras afirmar que si una mujer aborta “da a los varones la licencia absoluta, sin límites, de abusar del cuerpo de la mujer”. ¿Tuvo que pasar por un juicio? No. ¿Lo destituyeron? Todo lo contrario. En enero nos enteramos de que el papa Francisco lo quiere en su Curia Vaticana, es decir, en los órganos de gobierno.
Estos son solo algunos ejemplos recientes de violencias machistas, normalizadas y aceptadas, de la Iglesia Católica. Sin embargo, en cuanto un grupo de estudiantes protesta porque en una universidad pública hay una iglesia, la maquinaria pesada se pone en marcha y las portadas de la prensa, los contertulios de radio y televisión y la clase política de derechas se indigna y pide dimisiones. Sobre ella, mujer, ha recaído todo el peso de la ley. Sobre ellos, silencio absoluto.
Aceptamos la misoginia de la Iglesia y humillamos públicamente y condenamos después a quienes, con mucha valentía, protestan para que de verdad España sea, como dice la Constitución en su artículo 16.3, un Estado aconfesional. Este no es el país que queremos. Esta no es la Justicia que nos merecemos.