Violencia sexual y plataformas digitales en Nicaragua

Violencia sexual y plataformas digitales en Nicaragua

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15/04/2016

Marta García Terán

Violencia sexual y plataformas digitales en Nicaragua

Llevo unos cuantos años viviendo en Nicaragua y si bien algunas cosas no han cambiado mucho, hay otras que han crecido a una escala considerable. Me refiero al uso de tecnologías de la información y comunicación (TIC), y específicamente a Internet y los celulares inteligentes.

Cuando a finales de 2010 llegué a la pegajosa y verde Managua me percaté de que la gente utilizaba teléfonos móviles de baja gama, sin apenas funcionalidades. De vez en cuando, en contacto con personas profesionales de clase media-alta se veía alguna BlackBerry, muchas de ellas asignadas en el trabajo.

Con esto quiero decir que la moto de estar conectadas todo el día, todavía no nos la habían vendido en Nicaragua. Según las estadísticas y proyecciones del Instituto Nicaragüense de Telecomunicaciones y Correos (Telcor), el ente regulador de estos temas en el país, el acceso a Internet creció en un promedio del 20.5% en el quinquenio 2010-2015. No es el dato más reciente que tenemos, ya que Telcor no los actualiza desde el 2013 (el dato del 2014 es una proyección), pero sí es orientativo.

En el año 2010, la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (ITU por sus siglas en inglés), el organismo especializado de las Naciones Unidas para las TIC, confirmaba que tan sólo un 10% de la población estaba conectada a Internet en Nicaragua. Claro que el ITU sólo toma en cuenta las conexiones domiciliares, que si bien en 2010 eran prácticamente las únicas que había, ya en 2016 hay un amplio uso de Internet en los celulares y espacios con WiFi libre.

En concreto desde hace un par de años el Gobierno está asegurando el acceso libre a Internet en los parques públicos. Empezaron en Managua, y ahora ya está disponible en diferentes ciudades y cabeceras departamentales por todo el país (de Masaya a Somoto, pasando por Bluefields).

Esta medida realmente ha propiciado el acceso de la población a Internet de forma masiva, en un país en el que el costo por acceder a este tipo de servicios es prohibitivo (en torno a 20 euros) en comparación al salario mínimo (alrededor de 170 euros al mes). En este caldo de cultivo también ayuda el abaratamiento de los celulares inteligentes con modelos que vienen de Asia y las ofertas de las dos compañías de telefonía que operan en el país.

En el V Estudio de redes sociales en Centroamérica y el Caribe presentado por la compañía independiente IlifeBelt a mediados de 2015, aparecía que Nicaragua contaba con un millón y medio de cuentas activas en Facebook. Esto representa en torno al 30% de la población del país utilizando esta red social. El dato definitivo para entender cuanta gente realmente está usando Internet.

Entonces tenemos a un montón de personas que en muy poco tiempo han pasado de estar ajenas las tecnologías a acceder a Internet de forma gratuita y sin ayuda o supervisión. Una población que ampliamente utiliza teléfonos móviles inteligentes, que está participando en redes sociales masivas y que todavía tienen mucho por delante en cuanto a alfabetización digital.

Este es el caldo de cultivo ideal para que haya quien vea las facilidades tecnológicas a la hora de perpetrar actos de violencia contra otras personas. Es así que en 2016 los titulares que demonizan el uso de redes sociales sobran, en lugar de hacer un análisis a profundidad sobre lo que está pasando, las causas estructurales y normas sociales que permiten la violencia de todo tipo contra las mujeres.

En los medios, y por extensión en las propias redes sociales, primero revictimizaron a varias adolescentes por haber realizado sexting (envío de mensajes entre celulares con contenido erótico entre dos personas y con consentimiento de ambas) cuando eran sus parejas o ex parejas adolescentes, quienes supuestamente habían cometido delito de propalación, así denominado en la Ley 779, Ley Integral Contra la Violencia hacia las Mujeres, en su artículo 195. Este delito consiste en que no se puede difundir públicamente documentos o grabaciones de carácter privado incluso aunque los tuviéramos de forma legítima, así como haciendo sexting.

En lugar de posicionar este tipo de violencia sexual en contexto, debatir porqué el cuerpo de cualquier mujer es público e incluso por qué personas que no tienen ni 18 años ejercen violencia de este tipo en contra de sus pares, en el foro público que son las redes sociales no faltaba gente diciendo que ellas se lo habían buscado por compartirlas en primer lugar o, incluso, queriendo ver las imágenes. Vamos haciendo apología del delito anteriormente mencionado.

La siguiente nota sobre violencia sexual contra las mujeres que copó titulares y que estaba relacionada con redes sociales, de nuevo se centró en el “qué malo es eso del Facebook”, en lugar de analizar la alfabetización y cultura digital de la mayor parte de la población y, sobre todo, en lugar de enfatizar en las prácticas de seguridad que debemos tomar en cuenta para cuidarnos online.

Un hombre supuestamente violó a cinco mujeres, que además no eran adultas, es decir, eran chavalas de menos de 18 años de edad. El tipo parece que creó un perfil falso en Facebook y así contactaba supuestamente a sus víctimas. Él y cualquier otro hombre o mujer que se valga de aplicaciones y plataformas digitales para hacer daño a otras personas, en realidad puede llevar a cabo igualmente los delitos sin utilizar las TIC.

Las estrategias de los abusadores sexuales, por ejemplo, son las mismas offline y online, vigilan a la persona para cerciorarse de sus vulnerabilidades, se ganan a la víctima con regalos y falsos aprecios, y finalmente comenten el delito. Ahora lo que tienen a mano para ejercer violencia, es tecnología que les facilita su estrategia. También rebautizamos el delito como grooming, pero sigue siendo el abuso sexual de toda la vida.

Así que, ¿por qué la noticia se centra en la herramienta y no en el delito, sus causas y sus consecuencias? ¿Por qué todavía en medios de comunicación se alarman diciendo “esto nunca había pasado” o el recurrido “es el primer caso en el país” cuando en realidad es la punta del iceberg y en lugar de profundizar más y visibilizar que la violencia en entornos digitales se menosprecia y por eso no la conocemos?

Violencia es violencia, donde quiera que ocurra. Así que si en lugar de culpabilizar a la víctima o demonizar a la tecnología utilizada por el agresor para ejercerla nos centráramos en dar consejos para garantizar una navegación segura en Internet, hablar en las aulas de clase sobre el tema y que esté además dentro del propio currículo, teniendo una comunicación asertiva en las familias, hablando de seguridad y privacidad en la utilización de redes sociales, quizá este tipo de situaciones dejarían de ser habituales.

Además, si cultivamos nuestro sentido común y comenzamos a no aceptar a cualquiera en redes, medimos la información que damos de nosotras, desechamos la idea de que las violencias que suceden online, son menos delito que las de la vida offline, y sobre todo nos involucramos con la alfabetización digital de las niñas, niños y adolescentes que tenemos a nuestro alrededor, seguro los titulares en Nicaragua y en el mundo, comienzan a cambiar, tengamos un 10% de la población conectada a Internet, o un 80%, así como los enfoques a la hora de hablar sobre violencia contra las mujeres.

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