“¿Y dónde está el padre?” Por una corresponsabilidad social y no heterosexual

“¿Y dónde está el padre?” Por una corresponsabilidad social y no heterosexual

Estoy muy de acuerdo con la PPiiNA en que las madres somos las únicas responsables de la crianza y esto es algo que debe cambiar. Con lo que estoy en desacuerdo es con su discurso y con las soluciones que proponen.

07/04/2016

La Plataforma de Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPiiNA) está muy activa en su demanda de que el Gobierno acceda a la equiparación de los permisos laborales por maternidad y por paternidad. Hemos propuesto a dos feministas de corrientes diferentes, María Jesús Ortiz y Alicia Murillo, que argumenten si les parece que esta es una propuesta clave para avanzar en corresponsabilidad. Lee también el artículo de Ortiz, Permiso de paternidad igual e intransferible: sí, pero…

Hombres y mujeres que ya no están en edad de quedar embarazadas, madres de otra generación, son las personas que dan voz en los medios y manifestaciones públicas a la PPIINNA

Hombres y mujeres que ya no están en edad de quedar embarazadas, dan voz en los medios y manifestaciones públicas a la PPiiNA./ igualeseinstransferibles.org

“¿Y dónde está el padre?”, es una frase que las mujeres que llevamos a nuestras criaturas al trabajo escuchamos una y mil veces. Es un planteamiento horriblemente patriarcal porque reclama una responsabilidad heterosexual de los cuidados en lugar de una responsabilidad social. De hecho yo siempre respondo a quien me lo dice: “¿Y tú dónde estás? Porque tampoco me estás ayudando mucho”. Toda la sociedad debería asumir la responsabilidad de participar en las tareas de cuidados de personas dependientes. Cuando una mujer lleva a su bebé al congreso o al bazar que regenta no está diciendo: “Mirad, soy una superwoman capaz de salir adelante sin ayuda de nadie”. No, lo que las madres hacemos sencillamente es vivir, no permitir que se nos recluya por ser madres. Y si el acto en sí, además, tiene un carácter simbólico y de reivindicación política no quiere decir otra cosa que la de: “Este bebé es responsabilidad de todas las personas, no sólo mía. Está muy bien que os acordéis de nuestros maridos, pero ¿dónde estáis todos los demás?”.

Cuando me encargaron escribir sobre los permisos intransferibles por nacimiento o adopción lo primero que hice fue visitar la web de la PPiiNA (qué nombre más feo, de verdad). Irónicamente resultó que dicha web estaba infectada por un virus que casi se carga mi ordenador y que casi me cuesta tener que formatearlo. Les avisé y me dijeron que, probablemente, el problema era mío, que cambiase de navegador. “Bien empezamos”, pensé.

Pero la razón por la que no me gusta la PPiiNA no es porque se haya cargado mi ordenador (que también). Tampoco porque el nombre sea más feo que un frigorífico por detrás (que también). Las razones son otras y os las voy a explicar en este artículo.

Maternidades gozosas

La primera es que reclamar la presencia del padre en la crianza es además heterosexista porque presupone que hay un marido. ¿Dónde quedan las lesbianas para los miembros de la PPiiNA? ¿Dónde las madres por inseminación artificial sin pareja? ¿Dónde las familias poliamorosas y queer?

En la conferencia ‘El nuevo terreno de la libertad de las mujeres: el manejo de los afectos’, Amelia Valcárcel, una de las integrantes de la PPiiNA, hace la siguiente reflexión: “El 60% de las mujeres tiene estudios superiores frente a un 40% de hombres. Esto significa que habrá un 20% de mujeres con estudios superiores que se casarán con hombres que no los tienen”. Es decir, ella da por supuesto que vamos a emparejarnos y que además vamos a hacerlo desde la heterosexualidad. Que alguien me dé un vaso de agua, por favor, me estoy sintiendo mal. De verdad, señora Valcárcel, la admiro mucho, pero las cosas ya no son así…

Yo me imagino a la PPiiNA como una señora muy antigua y muy leída, que se llama Pepina y usa aún expresiones del tipo “madre soltera”. Las madres ya no nos dividimos en madres solteras vs. casadas, eso era en los tiempos de Franco, por todas las diosas, ahora nos hacemos voluntariamente unas inseminaciones artificiales que quitan to el sentío. Las maternidades modernas son diferentes a las de la época de la dictadura. El modelo de ama de casa actual no es como el de hace 40 años. Hoy día tenemos estudios superiores y en muchísimos casos (no en todos, por supuesto) no salimos a trabajar más horas fuera de casa porque no queremos, no porque no podemos. Estamos viviendo unas maternidades gozosas, llenas de sensualidad, de tetas, de alegrías y de realización personal. Es obvio que no todas las mujeres lo viven así, pero muchas de nosotras sí, por eso no se puede legislar generalizando. La custodia compartida o los permisos intransferibles no pueden imponerse a todas las familias porque cada cual es un mundo. Me parece muy bien que se reivindique el derecho de las mujeres a incorporarse pronto a su puesto de trabajo tras el parto, pero no a costa de las que no lo deseamos.

En el vídeo que la PPiiNA está difundiendo por las redes vemos a mujeres de clase alta que ya no están en edad de quedarse embarazadas y a hombres burgueses diciendo a mujeres fértiles y precarias cómo debemos organizar nuestra maternidad. Nos explican, en maravillosos mansplaning de manual, qué es lo mejor para nuestras vidas con frases como las de Juan Torres: “Desde el punto de vista económico la demanda de cuidados es lo mismo que la demanda de productos informáticos o de bolígrafos”. No voy a comentar nada sobre esto último, no creo que haga falta, pero tráiganme otro vaso de agua, por favor, que el mareo no se me pasa.

Despreciar la crianza

Estoy en cambio muy de acuerdo con la PPiiNA en que las cosas no pueden quedarse tal y como están. Quiero decir que, ahora mismo, las madres somos las únicas responsables de la crianza y esto es algo que debe cambiar. Con lo que estoy en desacuerdo es con las soluciones que esta plataforma formula. Tampoco comparto las propuestas que, últimamente, están surgiendo de colectivos y partidos políticos que incluyen, por ejemplo, la institucionalización de los cuidados desde los cero años.

No voy a entrar en si es algo positivo o negativo para el bebé criarse en una guardería y a base de biberones porque siempre va a haber un pediatra dispuesto a firmar lo que sea. De hecho hay estudios hechos por profesionales que afirman cosas completamente opuestas unas a otras. A mí personalmente me parece que no es beneficioso pero, para gustos, colores. Lo que creo, en cambio, que es innegable es que desde el Trabajo Social se lleva años reivindicando la inclusión de las personas no productivas en la sociedad. Institucionalizar a las personas por su grado de utilidad es lo contrario de quererlas incluir. Si se fomenta con leyes la inclusión de un invidente o una persona en silla de ruedas en una empresa o en un lugar público, adaptando la arquitectura, horarios y espacios, ¿por qué pensamos entonces que es correcto obligar a las familias a institucionalizar el cuidado de las criaturas y, además, de forma obligatoria? Desde mi punto de vista debemos hacer justo lo contrario. Se trata de poner los cuidados en el centro y si para ello hay que disminuir la productividad, mira por donde vamos a dar un paso adelante en la lucha anticapitalista.

Lo que yo propongo es una sociedad donde los cuidados de personas dependientes estén en el centro de todas las actividades y los espacios, una economía que deje de estar obsesionada por el progreso y el crecimiento económico, unas relaciones más humanas y unos tiempos más amables y sanos.

Según Jorge Calero, catedrático de Economía y miembro de la PPiiNA, los permisos intransferibles permitirían “aprovechar mejor el capital humano de las mujeres”. Es como si el capital humano dedicado a los cuidados estuviera siendo desperdiciado. Si yo fuera la madre de este señor estaría muy ofendida por la manera en la que desprecia todo el capital humano que recibió en su infancia. No, señor Calero, las personas que nos dedicamos a los cuidados no estamos siendo desperdiciadas, más bien estamos haciendo la labor más importante que podamos imaginar, la que sostiene el mundo. Deje de despreciar la crianza, por favor.

Derechos para los hombres

Twitter-PPIINA

Los hombres, una vez más, se suben al carro de la igualdad pero lo hacen a su estilo, reivindicando derechos para ellos. Derechos como la custodia compartida, que en un principio puede parecer un buen plan pero que, llevada a la práctica, es otro arma del patriarcado para proteger los privilegios machos. Ya sabemos de qué va la cosa, el proceso de separación o divorcio consta a menudo de cuatro fases:

  1. Padre que no se implica en las tareas de cuidados genera crisis matrimonial.

  2. Divorcio.

  3. El padre en cuestión, al enterarse de la pensión que debe pasar a su exmujer, tiene un ataque de padritis y corresponsabilidad y reclama la custodia compartida.

  4. La consigue y los días que le toca estar con sus criaturas las lleva a casa de la abuela.

Lo mismo ocurrirá con estos permisos no transferibles. Al final las mujeres se verán obligadas a incorporarse al trabajo y a seguir atendiendo a sus hijos, asumiendo de nuevo la doble jornada laboral. Una nueva estafa patriarcal disfrazada de feminismo.

Propuestas para la corresponsabilidad social

¿Realmente queremos que la responsabilidad de la crianza y sus perjuicios (que son muchos) no afecten sólo a las mujeres? Bien, propongo estas medidas concretas:

  1. En lugar de reclamar más derechos para los hombres obliguémosles a ceder sus puestos de poder a mujeres que hayan dedicado parte de su vida a los cuidados cuando estas quieran, libremente, reincorporarse a sus puestos de trabajo fuera de casa.

  2. Controlemos, con medidas de discriminación positiva, subidas de sueldo a las mujeres que hayan dedicado parte de su vida a los cuidados al incorporarse estas a sus viejos empleos y también bajadas de salario a los hombres en general y, en particular, a los que no hayan asumido nunca trabajo de cuidados (de ancianos, criaturas, enfermxs…).

  3. Modifiquemos la ley que regula el trabajo doméstico que especifica que las personas con vínculos sanguíneos no podrán cobrar salario alguno por las tareas de cuidados (qué bien atado está todo) y garanticemos un salario digno y contribuciones en la Seguridad Social para todas las cuidadoras, independientemente de si existe o no un vínculo familiar entre esta y la persona dependiente.

  4. Adaptemos la arquitectura, igual que se hace para incluir a las personas que necesitan sillas de ruedas, para que las criaturas estén siempre en el centro del mayor número de actividades laborales y de recreo posible y que puedan ser cuidadas por todos las personas de la comunidad, no sólo por sus madres. Es obvio que no pueden estar en un quirófano pero no veo por qué no pueden estar en el Congreso o en una oficina o una tienda.

  5. Y, por último, la más inmediata y necesaria de todas: concienciémonos de que cada unx de nosotrxs debe aportar su parte de trabajo dentro de las labores de cuidado: hazle de canguro a tu vecina, cuida de tu abuelo, pregunta a una señora en un autobús si necesita ayuda para bajar el carrito. Apelemos a la corresponsabilidad social en lugar de a la heterosexual.

En resumen: la solución no es obligar a las mujeres a dejar la crianza para competir con los varones en un mundo hecho a medida de los cuerpos sin útero. La solución no pasa en convertir a las madres en guerreros en un mundo donde se premia sólo la competitividad, la agresividad y la falta de empatía. Yo no quiero ser un hombre, de hecho quiero que la construcción social de la masculinidad deje de existir. La solución es arrebatar privilegios a los machos para dar derechos a las mujeres, no seguir poniéndole las cosas fáciles a ellos con bajas paternales intransferibles.

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