La ley mordaza como norma patriarcal

La ley mordaza como norma patriarcal

El objetivo de los trols machistas es similar al de la ley española: sembrar el miedo y recoger silencio

02/05/2016

 

Jatorrizko artikulua Klitton euskeraz irakurri

Ilustración de Joseba Larratxe para Argia

Ilustración de Joseba Larratxe para Argia

Leí dos noticias en menos de una semana: primero, que el Gobierno español había multado al periodista de Argia Axier Lopez con arreglo a la Ley Mordaza, recién entrada en vigor; después, que el periódico británico The Guardian, que se hizo eco del caso de Lopez, había realizado un análisis sobre los insultos y amenazas que reciben sus periodistas. Los resultados son contundentes: en una sociedad patriarcal, ¿quién iba a adivinar que entre las y los 10 periodistas más insultados 8 serían mujeres? Pues sí, así es, ¡sorpresa!

De hecho, esa segunda noticia me llegó a través del periodista de Argia Jon Torner, la víspera de la concentración organizada en apoyo a Lopez en Donostia. Quienes acudimos a la convocatoria escuchamos las palabras que Lopez pronunció en nombre de todo el equipo de Argia: “Si nos callamos, lo perdemos todo”. Porque la pretensión de fondo de la Ley Mordaza es, efectivamente, sembrar el miedo y recoger silencio. Coincido completamente con esa lectura, e incluso iría más allá.

Venga, os lo confieso de una vez: no me sorprendí con las conclusiones de The Guardian. Las mujeres que participamos en la vida pública ya sabíamos que nuestra palabra siempre se cuestiona más, que atraemos troles por montones, porque vivimos esas agresiones en nuestras propias carnes. Como otras tantas mujeres, por otro lado: las que no consiguen tomar la palabra en las asambleas, o las que la toman pero les interrumpen, o las que son atacadas cuando protestan (¡histérica!) o, por poner otro ejemplo evidente, lo sabemos como lo saben las mujeres que no han recibido ni dinero ni reconocimiento académico por sus conocimientos y su trabajo culinario.

Los datos, sin embargo, siempre vienen bien; para responder a las acusaciones de histeria, por ejemplo. Hace no mucho me interesé bastante por el fenómeno trol, cuando me entrevistaron en un medio, mencioné los honorarios por un trabajo hipotético, y un lector severo, educado y, por supuesto, anónimo, me echó en cara que era una avariciosa (y una escritora de mierda, de paso).

Entonces, supe de otro caso: Michelle Goldberg y Ellen Pao expresaron en el periódico The Washington Post de EEUU, respectivamente: 1) Que algunas articulistas feministas han dejado de escribir debido al troleo masivo (amenazadas de muerte incluidas); y 2) Que los troles estaban ganando en el campo de batalla virtual, pero que aún así en el portal Redit -que gestionaba Pao- hicieron frente al terrible asedio de los trols gracias a los comentarios positivos.

Irantzu Varela aportó otro dato recientemente en una charla en Barcelona: los machodontes se están organizando y en EEUU han matadao a varias blogueras feministas. Cuanto menores los privilegios, mayores las agresiones (qué sorprendente esto también, ¿verdad?): los ataques dirigidos a mujeres negras son más fuertes y frecuentes que los dirigidos a mujeres blancas o a hombres negros.

El caso es que, sin necesidad de organizarse, los machodontes tienen su propia ley mordaza autónoma: el patriarcado. Su objetivo es similar al de la ley desdemocratizadora española: que el miedo inyectado extienda el silencio, cual fruta fértil. Y nosotras, de acuerdo con las y los periodistas de Argia, también tenemos clara** la lectura: callarnos no nos va a traer nada bueno. Y nosotras, de acuerdo con las y los periodistas de Argia, también tenemos una propuesta clara: la respuesta tiene que ser colectiva.

Audre Lorde

Audre Lorde

Afortunadamente, somos muchas, cada vez más. Afortunadamente, y no por una cuestión de azar; tenemos el ejemplo de quienes han luchado antes que nosotras. Audre Lorde nos dejó muy claro que el silencio no nos protegería,

“y cuando hablamos / tememos que nuestras palabras/ no sean escuchadas / ni bienvenidas, / pero cuando callamos / seguimos teniendo miedo. / Por eso, es mejor hablar / recordando/ que no se esperaba que sobreviviéramos”.

Annie Ernaux, por su parte, explicó al detalle su experiencia con el aborto:

            “Pese a que la manera en la que yo viví la experiencia de un aborto (en la clandestinidad) sea la huella de una historia pasada, no me parece razón suficiente para ocultarla. La paradoja de las leyes justas es que suelen silenciar a las víctimas pasadas, bajo el pretexto de que “todo eso ya pasó”, y con eso lo que se consigue es que lo ocurrido se mantiene en secreto, bajo el silencio de entonces”.

Y también:

           “La mañana siguiente me tumbé en la cama e introduje la aguja de hacer punto en mi sexo con mucho cuidado. Busqué el cuello del útero al tacto y paré cuando empezó a doler. (…) (Probablemente un relato como este enfade o repugne a algunos, habrá quien me reproche que es de mal gusto. Haber vivido algo, sea lo que sea, da derecho irrevocable a escribir sobre ello. No hay verdades de segunda. Y si no contase esta experiencia hasta el final, estaría contribuyendo a enturbiar la realidad de las mujeres y estaría apoyando la dominación masculina)”.

El patriarcado, además de ser una mierda, es una ley mordaza estructural contra las mujeres. Machodontes, que os quede bien claro: no nos vamos a callar ni a acobardar, porque si nos negamos a enmudecer y si alzamos juntas la voz, tenemos todo que ganar.


 

*Traducimos este artículo de la escritora Danele Sarriugarte, publicado originalmente en Klitto! Aprovechamos para contarte que Klitto! es una maravillosa revista digital creada hace un año para cubrir la falta de un medio en euskera especializado en feminismo. Son nuestras hermanas.

** Juego de palabras: en euskera, “argia” significa claro.

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