Por qué no quiero una novia para Elsa

Por qué no quiero una novia para Elsa

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16/05/2016

Cati Pons Gonzalez

Hace unos días, a raíz de un tuit con el hastag #GiveElsaAGirlfriend, internet se llenó de una petición un tanto peculiar, se pedía a Disney que en la secuela de la muy popular película de animación Frozen, se emparejara a la princesa protagonista con una mujer, para visibilizar así la diversidad sexual entre los más jóvenes y normalizar a las personas no heterosexuales.

No me malinterpretéis, por supuesto que quiero que Disney tenga una princesa lesbiana, es más, creo que las películas de animación (va también para Pixar, Dreamworks, y compañía) deberían tomarse muy enserio su papel en la socialización de las criaturas en sus roles de género y la responsabilidad que tienen de mostrar a las sexualidades disidentes, no como la alteridad a la cisheterosexualidad, sino como opciones igual de normales e igual de válidas.

Pero creo, en mi más humilde y sincera opinión, que Elsa estaba cumpliendo y debería seguir cumpliendo un papel muy distinto que el de visibilizar y normalizar al colectivo lésbico, ya que Elsa ha pasado a ser un símbolo de libertad de la mujer, en su sentido más puro.

En la película, Elsa personifica el significado del amor, pero no del amor romántico, que es con el que se nos bombardea en los medios de comunicación, sino del Amor, así, con mayúsculas, a secas, sin apellidos, ni titubeos, sin barreras, ni limitaciones, el que sucede entre dos personas y que te llena tanto que lo puede todo: del amor que la unía a su hermana Anna, que es amor igual de verdadero, aunque a veces nos lo nieguen o se nos olvide.

Nos dibujaron a Elsa como una joven que ha estado toda su vida reprimiendo como es para encajar en un modelo social estricto que la limitaba y reprimía hasta tal punto de tener que cortar toda relación con su hermana pequeña, pero que a raíz de los acontecimientos que se suceden en la película es capaz de sobreponerse a sus miedos, empoderarse y de aceptarse tal y como es para llegar a salvar algo mucho más grande que ella. Llega a convertirse en una mujer independiente, con sus ideas muy claras, que no se deja aleccionar, intimidar o cuestionar por nadie. Una princesa a quien se le reconocen des del inicio sus derechos políticos, ya que consigue acceder al trono y reinar sin príncipe ni rey. Una mujer que tiene la suficiente prudencia de prohibir a su hermana menor que se case con el hermoso príncipe al que acaba de conocer, justo por eso, ¡porque lo acaba de conocer!, y que al final este hecho le da la oportunidad a Anna de conocer y enamorarse de Kristoff. Una persona que acaba la película soltera, y a mucha honra, ya que enseña a las criaturas que no estamos incompletas si no tenemos pareja y que puede haber un final feliz sin necesitar una media naranja, porque ya somos la naranja entera.

Si se hace un buen análisis de la película, Elsa se nos descubre cómo una de las pocas princesas feministas, por todo el discurso que sin darnos cuenta impregna cada uno de sus actos, dando resultado a una maravillosa película que enseña las bases del feminismo a las más pequeñas de la casa. Me gustaría enfatizar que debemos poner en perspectiva que es Disney, y no podemos pedir la panacea, añadiendo que, por muy feminista radical que yo sea, cada pequeño paso de socialización de discurso feminista en los mass media, aunque diste bastante de mi ideal de feminismo, no se puede desaprovechar. Valorado todo esto, si en la secuela Elsa encuentra pareja, ya sea chico, chica o una persona de género no binario, se le estará arrebatando esa independencia que tanto la ha caracterizado y conformado políticamente. Si esto sucede, seguiremos perpetuando parte del mito patriarcal del amor romántico y enseñando a las nuevas generaciones que las personas que no tenemos o que no queremos pareja estamos rotas, que algo en nosotras está mal y que deben sentirse vacías estando en esta situación porque les falta ese algo que solo nos puede dar una relación romántico-amorosa, obviando totalmente el resto de relaciones positivas formadas también por vínculos emocionales que tenemos, como los amigos y la familia (relaciones que se ejemplifican muy bien en la película con Anna y Elsa). Y me gustaría remarcar, no es que crea que para ser feminista debas no tener pareja, en ningún caso: en la película se enseña como Anna y Kristoff se enamoran y acaban teniendo una relación, hecho que me parece muy tierno e igualmente positivo, ya que junto a los actos de Elsa, pone en perspectiva las diversas opciones personales que se tienen al respecto; pero para mí es muy importante remarcar que este segundo hecho es el que no debería ser invisibilizado.

Por lo tanto, podría concluir con que sí quiero que haya una princesa lesbiana, ¡por supuesto! ¿Cómo negarme a algo tan sumamente lógico? Pero creo que si esa princesa es Elsa, el movimiento feminista, y las sexualidades disidentes que también lo conformamos, estaremos perdiendo algo en el camino, porque el mensaje que llegará a las más pequeñas de la casa es que “solo puedes ser feliz con pareja” porque sino, estás sola en este mundo, cosa que me niego completamente a asumir.

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