La verdad como sanación

La verdad como sanación

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06/06/2016

Patricia Fernández Fernández

Encuentro vergonzosas la ignorancia y vulgaridad de la que hacen gala innumerables mujeres cuando opinan precisamente sobre todo aquello que ha sido motivo histórico de humillación, estigmatización y muerte para nosotras. Si algo me enfurece más que un hombre machista es una mujer machista; no logro comprenderlo y me produce muchísima vergüenza ajena. Y no estoy refiriéndome a aquellas que están iniciándose en el feminismo y empezando a deconstruirse, a ser conscientes de nuestra realidad, sino a las que se niegan a dar el paso y lo único que hacen es formar parte del problema y, además, desinformar a los/as demás. Pero qué esperar cuando lo que se pretende de nosotras es que seamos unas perfectas estúpidas y que tendamos nuestra mano al sistema patriarcal en el que desgraciadamente vivimos. Sí, ese que tantas veces nos encuentra culpables de haber sido acosadas, violadas y/o asesinadas; que nos pone constantemente en entredicho; que nos cosifica, nos reduce a meros objetos sexuales o eficientes robots de cocina; que pretende decirnos de qué debemos quejarnos y de qué no, con qué debemos contentarnos y con qué no; que nos menosprecia en cualquier ámbito, nos invisibiliza e inutiliza; que intenta vendernos el cuento de que nos aceptemos a nosotras mismas tal y como somos mientras nos bombardea con mensajes totalmente contradictorios y destructivos, etc. Y sí, el mismo que también pesa como una losa sobre los hombres, aunque muchos/as prefieran seguir ignorándolo y no responsabilizarse. Mientras sigamos tirando piedras sobre nuestro propio tejado (y lo mismo se busca del resto de colectivos oprimidos, la debilidad y la falta de unión) el mundo seguirá girando de acuerdo a los intereses de los poderosos y nosotros/as… bien podríamos pudrirnos sin rechistar.

Es muy probable que no alcance a ver ningún cambio significativo en nuestra sociedad en relación a la lucha feminista especialmente en España y Latinoamérica y eso me entristece muy, muy profundamente. Pero aunque me asegurasen que, efectivamente, nada cambiará en lo más mínimo, sería incapaz de no seguir poniendo de relieve todo aquello que me parece condenable, de quejarme, de no conformarme y de luchar por lo que me parece más que justo y de sentido común, al mismo tiempo que continúo formándome y tratando de mejorar día tras día (porque este es un aprendizaje sin límites). No permitáis que os convenzan de que estamos mejor calladas, de que somos unas histéricas que vivimos de exageraciones, de que lo que pretendemos es “darle la vuelta a la tortilla”, de que no nos aclaramos, de que mantenemos una lucha inútil, de que hay que aceptar lo que siempre ha sido así; no dejéis de protestar, de reivindicar vuestros derechos, contestad, protestad, haced rabiar al mundo y así, quizá, logremos algo. No os sintáis mal por defender vuestros ideales en un entorno en que absolutamente nadie opine como vosotros (y me estoy refiriendo a los institutos, por ejemplo, lugares en los que se asumen una cantidad de barbaridades deleznables y se tiende a homogeneizar el pensamiento de los alumnos de forma brutal): no sois bichos raros ni víctimas de ningún embrujo. No sintáis que han derrumbado vuestros argumentos con las trilladas justificaciones machistas de manual que pretenden ser muy efectivas y no se sostienen por ningún lado. Y, ante todo, no os volváis cómplices de un monstruo que crece alimentándose de nuestro miedo y sometimiento, que se mantiene impune ante nuestras muertes y trata de justificar lo injustificable.

Porque mientras la brecha salarial entre hombres y mujeres sea una realidad, existan los roles de género, una única mujer en el mundo muera por el simple hecho de ser mujer, se ponga en entredicho tu veracidad en caso de denunciar una violación, se asuma que debes responsabilizarte enteramente del cuidado de tus hijos, las tareas domésticas, etc., se insista en que DEBES depilarte, maquillarte y ser femenina si no quieres ser linchada desde todos los flancos, se de por sentado que en algún momento tendrás que ser madre, se nos utilice como cebo para hombres en bares y discotecas, y un sinfín de ejemplos más, el feminismo tendrá sentido y permanecerá vivo. Y ojalá, ojalá llegue el día en que ya no sea necesario, en que recuperemos nuestra voz y podamos participar con igual derecho de lo que sistemáticamente se nos ha negado en este mundo absurdo, cruel y trastornado. Tened siempre muy presente que ninguna revolución triunfante en ningún momento histórico o lugar del mundo se ha hecho desde arriba ni con una sonrisa en la boca y ésta no será diferente.

No he escrito todo esto únicamente para compartirlo con vosotros/as, sino también para mí misma porque últimamente y en momentos puntuales me he dejado vencer un poquito por la estupidez de quienes intentan tirar todo esto por tierra, que no comprenden nada y tampoco tienen intención de empezar a hacerlo, que insultan porque sí basándose en lo más superficial (y demuestran, por ende, sus limitadas capacidades intelectuales). Pero con este texto me he inyectado un chute de energía positiva, fuerza y autoconvencimiento. Espero que haya al menos una persona en el mundo a la que le haya llegado de esta forma también.

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