Tenerle miedo al viento
Que me perdone el chico que lo dijo, pero no recuerdo dónde lo oí. Vaya mi reconocimiento en cualquier caso: él le tenía miedo al viento. Tenía miedo de que el viento de frente apretara contra sus tetas la camisa o la camiseta y se le notaran.
Tú tienes tetas de mujer, lo que ellos consideran que son tetas de mujer. Y tú no eres una mujer. Nunca lo has sido, pese a tu nombre, pese a esos vestidos que te ponían. Pero ahora te han empezado a crecer las tetas. Y con el viento se notan. Y tú tienes miedo al viento. Tienes miedo a que se note.
Sabes que podrás operarte pero faltan unos años. Te las quitarás. Algunas noches sueñas que te las arrancas. Estás al borde de un acantilado. Tus tetas han crecido. Demasiado. Las aprietas y te das cuenta de que, pese al dolor, empiezan a despegarse de tu pecho. Sigues apretando (los dientes, sobre todo, por el dolor). Y de un tirón, te las arrancas. De cuajo. Tu pecho queda ensangrentado y los jirones de piel se balancean con la brisa del mar. Te acuerdas de Santa Águeda. Coges impulso. Como una lanzadora de martillo (siempre te han gustado las lanzadoras de martillo). Un par de vueltas y arrojas tus tetas por el acantilado. Flotan durante un segundo en el mar oscuro. Se hunden. No las vuelves a ver. Te duele pero ya no te duele. Y te despiertas.
Te han contado que hay bloqueadores para que tus tetas no crezcan. Te han dado recetas caseras poco fiables para que no crezcan (¡deja de comer almendras!). Te miras cada mañana en el espejo y esperas que lo que haya crecido sea la nuez o el bigote. Si ves pelusilla en la cara tiemblas de emoción. Pero lo que crecen son las tetas, las putas tetas.
Carlos, tu compañero de pupitre, también tiene tetas. A lo mejor los demás piensan que eres como Carlos: un chico gordito y gracioso al que le han salido tetas. Y te las pellizcarán y te harán cosquillas. Las tetas de hombre se pueden tocar. Se pueden fotografiar. Se pueden subir a las redes sociales. Nadie las censurará con un cuadrado blanco o negro tapando el pezón. Las tetas de hombre son inofensivas. Ojalá todo el mundo pensara que tus tetas son de hombre. Desde que cambiaste de colegio nadie sabe tu secreto. Los profesores accedieron a llamarte Kepa. Es un nombre que acaba en “a” en cualquier caso. No hay tragedia.
Siempre te han gustado los chicos. Pero ahora te da miedo. Porque tendrás que salir por los sitios de ambiente homosexual, usar las aplicaciones de móvil. Eres un hombre. Ningún hombre que no sea homosexual va a querer liarse contigo. ¿O sí? ¿Y ellos, los gais? ¿Ahora eres gay? Están absolutamente obsesionados con las pollas, con su tamaño. Y tú no tienes. Puede que nunca tengas. Ni siquiera te apetece tener. Ojalá te gustaran las mujeres, sería más fácil. Algunos compañeros te han dicho que antes les gustaban los hombres y ahora las mujeres. Sería maravilloso. Pero sería mejor que te quisieran (que te desearan) por ser tú. Seguro que habrá alguien que te quiera (que te desee) precisamente por lo que eres. A lo mejor yo mismo. A lo mejor me gustarás por eso, por lo que has hecho, por el camino que has recorrido. Porque eres más hombre que otros muchos, sea eso lo que sea, si es que es algo. Porque mi deseo sexual, mis afectos, esa cosa que se llama amor, yo lo siento por ti, por tu actitud. Me gusta cómo eres. Me gustas como eres. Me gusta lo que eres. Lo que has hecho de ti.