Una tarde
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Pablo B.
Solo soy un metro sesenta y tres centímetros de persona tirado en un sucio trozo de escalera del teatro Calderón.
Ante mí se extienden las destartaladas fachadas anidadas de pájaros del antiguo barrio del Viaducto, sobre laderas muertas que yacen bajo nubes que ensombrecen las montañas.
Y aquí estoy perdiéndome en el vino,
desquitándome de mí mismo,
mirando con vista panorámica el paisaje en busca de las respuestas que todos buscamos.
Pero sé que
Ni el viento que me sacude caliente y seco la cara,
Ni los pájaros que me sobrevuelan y cagan mierda blanca en destartaladas fachadas,
Ni el fondo de la botella de vino
las contiene.
Así que termino la botella y levanto mi cuerpo bailando la danza de las uvas, me reencuentro con el equilibrio y camino en busca de refugio y salvación en la vieja Casa de la Cultura,
dónde me encuentro con
Bukowski,
Rimbaud,
Kafka
o
Artaud
que no me otorgan las respuestas,
pero casi puedo palparlas en las yemas
mientras voy pasando páginas.