La incómoda verdad del ‘Papá, me van a llamar puta’

La incómoda verdad del ‘Papá, me van a llamar puta’

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08/10/2016

Alicia

No hará ni dos semanas que vi en las redes sociales el polémico video de la campaña noruega CARE en contra de la violencia machista, y por suerte o por desgracia, lo que más me impactó no fue el video en sí, sino el “totum revolutum” de duras críticas y comentarios que este recibió, siendo calificado de exagerado y caricaturesco por la gran mayoría.

El objetivo principal de la campaña es reflejar una situación de extrema violencia de género en un contexto específico, contexto que en pleno siglo XXI se considera ya superado, este es: un bebé niña que nace en el seno de una familia Occidental de clase media-alta, niña criada para convertirse en una mujer fuerte, educada, independiente, inteligente, suficientemente preparada para defenderse en el mundo laboral, y más que preparada para luchar por sus derechos como fémina en una sociedad de la que ella misma es consciente de que sigue siendo fundamentalmente patriarcal. Pero, desgraciadamente, le suceden una serie de situaciones más que atroces, en las que sus compañeros del colegio no solo se conforman con hacerle bullying, llamándole “puta”, o “golfa”, por llevar faldas “demasiado” cortas, sino que estos traumas superan el asunto del acoso escolar y pasan a transformarse, a medida que ella crece y se desarrolla, en una violación por parte de un compañero de clase, hijo de un amigo de su padre. Finalmente, el video se desenvuelve en una horrible escena de violencia doméstica de la mano del que ella creía que era “Don Perfecto”, con el que tenía planes de boda hasta el momento en que él casi la mata.

Llegados al desenlace del video se produce un flashback que nos lleva al momento en que esta niña aún es un bebé y pide un único deseo dirigido especialmente a su padre: “Querido papá, protégeme para que el hecho de ser mujer no suponga el mayor peligro de todos”.

Las principales críticas que ha recibido este famoso spot se centran en la idea de que se “demoniza” a los hombres ya que parece olvidarse del colectivo femenino, que en muchas otras ocasiones contribuye también a originar un entorno machista. Sin embargo, y bajo mi punto de vista considero que lo que de veras incómoda al público espectador es que la situación de esta chica se desarrolla en un contexto en el que también se encuentra el mismo público receptor del video. Es decir, se lanza un demoledor ataque a la sociedad occidental patriarcal en la que todos, por desgracia, nos encontramos. No nos atrevemos a admitir una verdad que nos aplasta cada día, ya sea por simple ignorancia o miedo, que nos valemos de esa crítica de “es demasiado exagerado” para no darnos cuenta de que se trata de algo que nos molesta, nos incomoda, porque inevitablemente nos afecta, ya sea a nosotros mismos, o a personas de nuestro entorno diario.

Detrás del comentario: “menudo dramón de video” se esconden miles de mujeres acosadas sexualmente por familiares cuando apenas eran preadolescentes, se esconden los padres, quienes ocasionalmente advierten con gran preocupación a sus hijas: “que me mejor dejarse violar antes que estar muerta”, también están las abuelas, quienes ni mucho menos se salvan de todo tipo de obscenidades que los pervertidos les gritan en plena calle, están las mejores amigas, quienes en una fiesta cualquier chico les mete mano descaradamente, aprovechándose de su embriaguez, y están las chicas jóvenes a las que contratan únicamente por el simple hecho de que no les da la maldita gana llevar sujetador.

Y, por último, estás tú y todas nosotras a las que en algún momento de nuestra vida nos han llamado putas, las que, en algún momento de nuestra vida, hemos sufrido violencia machista por parte de aquel del que menos lo esperábamos pero hemos decidido, simplemente, no contarlo, invisibilizarlo, pues es de tal magnitud la naturaleza inexplicable de lo ocurrido, que nos bloqueamos y autoconvencemos de que no es real, de que no somos otra chica maltratada, no nosotras, que nos hemos criado en un núcleo familiar liberal, contando con todo tipo de apoyo por parte de nuestros progenitores, quienes siempre nos brindaron con los mismos privilegios económicos y sociales que nuestros hermanos, primos, sobrinos, e incluso con más de los que tuvieron nuestros tíos, padres y abuelos. No nosotras, quienes debimos ser lo suficientemente inteligentes como para desenmascarar al supuesto “Don Perfecto”, y no lo hicimos.

No es vergonzoso reconocer que también fuimos una de esas tres mujeres en todo el mundo. No es vergonzoso reconocer que todos nosotros nos hemos equivocado, y no, no de pareja, sino de sociedad.

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