Otras políticas brasileñas: sueños que no caben en las urnas
Las recién concluidas elecciones municipales brasileñas han atizado el inestable escenario de la política nacional después de la destitución de Dilma Rousseff. Sin embargo, el conservador escenario político ha fortalecido el debate de género y las respuestas de los crecientes movimientos feministas. Una coyuntura que ha servido de terreno fértil para que algunas de esas ideas alcancen la forma de candidaturas municipales encarnadas en perfiles de mujeres hasta ahora invisibilizadas en la política.
Paula Soares, 19 años y madre soltera de dos hijos, no sabía en qué consistía el feminismo, aunque ya había experimentado la hostilidad del patriarcado -término que tampoco conocía-. Asentía cuando las otras mujeres contaban sus historias personales, pero prefería permanecer en silencio. Escuchaba mientras amamantaba a un bebé de tres meses sin quitarle el ojo al mayor que jugaba con los otros niños en la calle. Se trataba del primer mitin político al ella que asistía y agradeció que alguien le explicase lo que significaba el debate de género.
El sol se estaba poniendo sobre el entramado laberíntico de casas de la favela de la Maré, situada al noreste de Rio de Janeiro, mientras Marielle Franco, socióloga, mujer negra originaria de esta favela y madre soltera desde los 18 años, hablaba con el vecindario sobre las políticas que consideraba urgentes en la presentación de su candidatura a concejala para el Ayuntamiento de Rio por el PSOL (Partido Socialismo y Libertad). “Me motiva el reconocimiento y la identificación que veo en algunas mujeres negras, jóvenes o de la favela”, reconoce Marielle a Pikara Magazine. A la par que explica que siempre se enorgulleció de formar parte de la base, pero que su deseo era alcanzar el discurso institucional para que sus palabras pudieran tener una mayor resonancia.
Ya en la primera vuelta de las elecciones municipales de Brasil, el 2 de octubre, Marielle había logrado su objetivo al convertirse en la quinta concejala más votada de Rio. Coordinaba desde 2013 la Comisión de Derechos Humanos de la Alerj (Asamblea Legislativa del Estado de Rio de Janeiro) y decidió presentarse como candidata sólo tres meses antes de los comicios como resultado de una decisión colectiva con su partido. “Yo vivo e imagino la ciudad a partir de mis vivencias personales, subyugadas como la mayoría de mis similares por nuestra sociedad machista, racial y desigual”. Se define como mujer feminista, negra e hija de la favela. Gracias a valorar tales identidades, esta socióloga ha conseguido algo más de 46.502 votos. Ha revitalizado el debate político en espacios antes inusuales y ha salido del panfleto para alcanzar un lugar subjetivo donde muchas mujeres se sienten involucradas, emocionadas y representadas. Según ella, más allá de la disputa institucional, está el empoderamiento de quienes desde la base acompañan la reflexión política, porque es un ejercicio que perdura después de las elecciones y que estimula la consciencia de derecho sobre el espacio público.
Actualizar la agenda con las necesidades políticas de las mujeres negras de Rio implica considerar que la mayoría de ellas están expuestas a numerosas carencias, por ejemplo de orientación médica, salud sexual y reproductiva o de higiene. Los datos muestran una vulnerabilidad desigual entre las brasileñas, ya que entre 2003 y 2013 los asesinatos a mujeres blancas se redujeron un 10 por ciento mientras que los de las negras aumentaron un 54 por ciento, según el Mapa da Violencia elaborado por la Facultad Latino-Americana de Ciencias Sociales. “Ante los estereotipos de raza y de clase, se construye la idea subjetiva de que el cuerpo de la mujer negra puede ser más atractivo y más tocado sin permiso. Ahí es donde las políticas públicas tienen que intervenir y es uno de los principales asuntos sobre los que pretendo trabajar”, apunta la socióloga.
“Se nos define a partir de la censura de nuestro cuerpo”
Entre el agitado ambiente del centro de Rio de Janeiro ella caminaba con calma, paso firme y cabeza alta. Sus tacones de aguja resonaban con ritmo irregular entre los adoquines de las calles cariocas, mientras las lentejuelas doradas de su vestido brillaban al reflejo del escaso alumbrado público. Nubes de confeti brotaban de la puerta de Gafieira Elite, un local de fiestas, y desde las ventanas llovían gritos de acogida viendo a Indianara Siqueira, y a sus compañeras, aproximarse. Mientras tanto, Elia, una de las organizadoras, adornaba con purpurina las caras de quienes llegaban a asistir a la presentación oficial de la campaña política que tuvo lugar en agosto.
“La fuente de todas las opresiones es el machismo y el binarismo. ¿Qué es mujer? Lo que no es hombre. Se nos define a partir de la censura de nuestro cuerpo”. Estas fueron las primeras palabras de Indianara, autodescrita como puta, vegana y travesti, en el discurso de inauguración de su candidatura a concejala por el PSOL, precedidas por el discurso de admiración de Marcelo Freixo, candidato a la alcaldía por el mismo partido.
“Me candidaté cuando los movimientos sociales de los cuales formo parte me lo pidieron”, relata Indianara a Pikara. La candidata, que portaba como lema de su campaña ‘una puta concejala’, no pasó la criba de la primera vuelta de votaciones pero le sorprendió ver la cantidad de barrios donde fue votada y la diversidad de perfiles que creyeron en sus propuestas. Pero no fue un camino fácil, el estigma estuvo presente en las vías de acceso a la política y el Comité Electoral, que no reconoce a las personas transexuales, solo aceptó la candidatura de Indianara, como la del resto de su colectivo, como si de un candidato masculino se tratase.
“Nuestra incursión política es una lucha por nuestros derechos pero también una contra-candidatura contra la hegemonía blanca, machista y clasista de la política”
“Las personas transexuales somos excluidas del mundo, todavía somos tratadas como cosas y se nos niega el derecho más básico de cualquier persona, la identidad”, relataba Alessandra Mosqueda, transexual y compañera de Indianara mientras participaba en uno de los debates de la Casa Nem, residencia temporal que acoge y empodera personas transexuales y travestis en situación de vulnerabilidad, y que funciona también como centro cultural para encuentros y actividades.
Indianara, con mirada firme y valiente, 45 años y una larga trayectoria en la militancia por los derechos trans, es una referencia para el resto de sus compañeras y compañeros en un contexto en el que ellas declaran sentirse profundamente estigmatizadas. “Vivimos cada día la tortura de ser señaladas en la calle, nuestra vida es un riesgo constante”, alegó la candidata en uno de los debates. “Cuando vosotros –población cis género- dormís es cuando yo me siento segura en la ciudad. Sólo esos marginales nocturnos a los que vosotros tenéis miedo me acogen y me respetan, me llaman por mi nombre, Indianara”.
Considera que tanto la candidatura de Marielle como la suya han sido el resultado de la crisis de representación que vivían varios sectores de la población. “Nuestra incursión política es una lucha por nuestros derechos pero también una contra-candidatura contra la hegemonía blanca, machista y clasista de la política”, se reafirma.
Nuevas candidaturas feministas en un árido terreno político
Estudiantes, artistas y militantes de la más diversa índole llevan meses ocupando las calles del país al grito de ‘fuera Temer’. Las aguas políticas brasileñas corren más agitadas que de costumbre, después de que la presidenta Dilma Rousseff fuese destituida de su cargo por votación mayoritaria en el Congreso y en el Senado el 31 de agosto, tras un largo proceso que comenzó en diciembre del pasado año. El motivo de la acusación fueron las supuestas “pedaladas financieras”, que consisten en el atraso estratégico de pagos a las entidades bancarias que se encargan de las transferencias de los programas sociales (como las jubilaciones, el desempleo o la Bolsa Familia), de forma que el Estado pueda contar con un mayor superávit primario en el momento de presentar sus presupuestos públicos.
Esta práctica, aunque era ilegal, ha sido regularmente utilizada por anteriores políticos en Brasil sin mayor reverberación política. Incluso el actual presidente – no elegido por votación -, Michel Temer, aplicó esta medida siendo vicepresidente de Rousseff y reincidió en ella recientemente ya como dirigente del país, después de que él mismo propusiese y sancionase una ley para autorizar las “pedaladas” sólo tres días después de la destitución de la antigua presidenta. Una vuelta de tornas calificada por la oposición como golpe de Estado político, judicial, mediático y machista.
Este enorme país, conocido por su optimismo, vive ahora las turbulencias de un nuevo Gobierno no electo, sin ninguna mujer ni persona negra en puestos de poder. Un estado comandado por “hombres ricos, de corbata y cabellos grisáceos que utilizan sus cargos para beneficio propio o empresarial, aprobando leyes que reducen los derechos del pueblo”, según declara Sâmia Bomfim, re-elegida concejala PSOL en São Paulo. Sin embargo, por árido que parezca el terreno, diversas movilizaciones ciudadanas han florecido a la luz de las tensiones políticas y el descontento ha servido de terreno fértil para nuevas candidaturas en la escala de la política local.
La mayoría de estas candidaturas surgieron del movimiento político #partidA, nacido en 2015 con el objetivo de incentivar a las mujeres a participar en la política contra los discursos misóginos que acaparan los debates partidistas
Áurea Carolina, mujer negra, politóloga especializada en género por la Universidad de Barcelona, consiguió a sus 32 años ser la concejala más votada en Belo Horizonte. “Vivimos un momento de avance de las fuerzas conservadoras, una coyuntura golpista, pero demostramos la fuerza de una izquierda nueva”, afirma esta joven que comenzó su militancia a través del hip hop. Hay otras políticas que destacan en el panorama nacional como Luiza Coppieters (PSOL), maestra de Filosofía, excandidata transexual no electa en São Paulo, que se enorgullece de que “la sociedad haya comenzado a discutir las cuestiones de los transexuales”. Las candidaturas de este colectivo se han duplicado con respecto al año anterior, llegando a las 84 candidaturas trans en todo el país (0,02 por ciento del total según la Associação Nacional de Travestis e Transexuais).
Tanto Marielle como Indianara consideran que ante el aumento del conservadurismo, la respuesta feminista se ha fortalecido. “Si no fuese por el cambio de coyuntura de la política actual, estas nuevas candidaturas de mujeres no estarían presentes con la potencia que tienen hoy”, afirma la socióloga de la favela. La mayoría de estas candidaturas fueron impulsadas por el movimiento político #partidA, nacido en 2015 con el objetivo de incentivar a las mujeres a participar en la política contra los discursos misóginos que acaparan los debates partidistas, ya que ellas aún siendo mayoría permanecen subrepresentadas.
*El Tribunal Superior Electoral solo refleja datos sobre el color/raza de los candidatos desde las elecciones de 2014, por lo que no es posible comparar históricamente la evolución de la representatividad política racial, un problema subdimensionado. Las personas transexuales son aún más invisibles frente a la justicia electoral ya que DivulgaCand, la herramienta de información de las candidaturas, todavía ni siquiera reconoce la identidad de las personas transexuales.
Sólo un 13 por ciento de los cargos municipales han sido ocupados en estas elecciones por mujeres, a pesar de que existe una ley que obliga a que cada partido cuente con un mínimo de 30 por ciento de mujeres candidatas a la Cámara Legislativa Municipal. “Hay partidos que respetan las cotas de mujeres exigidas pero la mayoría son candidaturas fantasma, manipuladas para que los hombres puedan mantener su centralidad en la política”, declara Marielle. La excandidata considera que muchos partidos aceptan más mujeres para poder aumentar el número de hombres pero que difícilmente ellas disputan el espacio político real y, cuando lo hacen, se enfrentan con la dificultad de financiación y la mayoría acaban invisibilizadas dentro de sus propios partidos. El acceso de perfiles diversos tampoco está garantizado. Según las estadísticas electorales, alrededor del cuatro por ciento de las concejalas mujeres son negras, lo que muestra la falta de representatividad racial incluso dentro del colectivo de mujeres. En consecuencia, Marielle resalta la necesidad de “ocupar la política y no dejar que hagan leyes por nosotras”.
Sólo un 13 por ciento de los cargos municipales han sido ocupados en estas elecciones por mujeres
Luciana Boiteux, candidata a vicealcaldesa con Marcelo Freixó aspirando a alcalde, ambos por el PSOL, consiguieron que por primera vez en 24 años la izquierda llegase al segundo turno de las municipales de Rio, celebradas el 30 de octubre. Sin embargo, la derecha conservadora ganó de nuevo el Ayuntamiento de la ciudad carioca, que será administrada por Marcelo Crivella como alcalde por el Partido Republicano Brasileiro (PRB). Crivella fue senador y obispo evangélico por la Iglesia Universal del Reino de Dios, la tercera más importante de Brasil, y batió a Freixo con el 59,37 por ciento de los votos. El nuevo regidor celebró su victoria rezando la oración del Padre Nuestro y añadió, con un discurso vehemente entre los aplausos de sus fieles, “no, no y no a la legalización del aborto. No y no a la legalización de las drogas. No a la ideología de género para nuestros niños”, en referencia a tres de las principales propuestas que las candidatas y candidatos del PSOL defendieron en sus campañas.
“La calle es nuestra, es aquí donde queremos y debemos seguir haciendo nuestra política”, declaró Freixo tras conocer los resultados. El PSOL ha vivido en estas últimas elecciones una emergencia que ha llegado ha considerarse como alternativa al Partido de los Trabajadores (PT), principalmente en las tres ciudades en las que concurrió a la alcaldía hasta el segundo turno, Rio de Janeiro, Porto Alegre y Belém de Pará. Sin embargo, Josué Medeiros, politólogo brasileño especializado en la historia política de la izquierda en su país, considera que el principal error del PSOL fue pensar que podía ocupar el lugar del PT sin percibir que el golpe contra Dilma había reducido considerablemente el espacio político de actuación de toda la izquierda y había desmoralizado además a una gran parte del electorado, con cifras de abstención superiores a las de años anteriores.
Las candidatas y activistas feministas no se muestran abatidas y quieren ir más allá de la dualidad entre la tradicional izquierda y derecha. Para muchas de ellas el proceso electoral sólo es un medio y no un fin, y concuerdan en que la cara conservadora del futuro panorama institucional servirá para continuar alimentando la ola de movimientos sociales de contestación que inunda las calles de varias ciudades del país. No basta con figurar en las listas electorales, considera Indianara, “nuestros sueños no caben en las urnas”, declaró tras conocer los últimos resultados.