¿Patti Smith no tiene amigas? M-Train: soliloquios de una rockera
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Lola Schutz
“No es tan fácil escribir sobre nada”.
Una gloria del rock sexagenaria se pasa el tiempo encerrada en su habitación de hotel viendo series policíacas. El día de navidad es posible cruzársela en la sala de un cine desierto o escribiendo en la mesa de un café, hablando sola o en sueños, o en el portal de su casa, con un vaso de café para llevar y una rebanada de pan moreno. Alta y desgarbada, vestida con un abrigo y un gorro negros.
Un buen día esta solitaria publica su bitácora. A todo tren:
El M Train (Lumen, 2016) procedente de Manhattan es un libro estacionado en el Andén del Sueño. Aviso a pasajeros con destino incierto: este convoy de pensamientos efectuará parada en El Valle de lo Perdido.
A bordo encontraréis mucha eme:
M de memoria, de melancolía, de merodeo, de maullido, de médium.
Os esperan viajes y escalas sentimentales, fotografías del instante, objetos fetiche: un aria a un abrigo, una cantata al café. Y algunos refugios, como una misteriosa mansión japonesa y un bungalow llamado El Álamo.
M de metaliteratura: Murakami, Mankell, Mishima, Miller, Musil… A los mandos, una libérrima maquinista usa los libros como brújulas. Con ella visitaremos los planetas Jean Genet, Roberto Bolaño, Artaud, Bulgákov, Bowles, William Blake, Aira, Hesse, Akutagawa, Dazai, Carver, Brion Gysin, Arthur Rimbaud.
M de metempsicosis, de memento morti: la banda sonora del M Train es un réquiem por el tiempo perdido. El argumento: lo que piensas mirándote las manos en un sueño y ante las tumbas de los artistas adorados.
“Creo en el movimiento. Creo en ese alegre globo que es el mundo. Creo en la medianoche y en la hora del mediodía. Pero ¿en qué más creo? A veces en todo. A veces en nada… Creo en la vida, que algún día todos perderemos…”
Sin embargo, hay algo que se echa de menos en esta travesía: se trata de más presencias femeninas: son luces de paso y apenas se las nombra: su madre, directoras de museo, secretarias, camareras de hotel… Entre una pléyade de hombres apenas figuran unas pocas compañeras de viaje: las Brönte, Sylvia Plath, Frida Kahlo, la detective Sarah Linden. Virginia Wolf, Marguerite Duras, Isabelle Eberhardt y Francesca Woodman son mencionadas al vuelo. En su día a día, Patti Smith cita solo a dos amigas. Una es la fotógrafa que le hace la foto de la cubierta, la otra vive en Japón. También está su hija. En una peregrina de su bagaje, cuesta entender por qué no tiene más santas, su panteón.
¿Por qué tan pocas amigas, Patti Smith?