Ni se te ocurra ser un caballero conmigo
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Alicia Pérez Muñoz
Provenimos histórica y socialmente de una estructura patriarcal, machista. De una época en la que las mujeres pedían permiso. Años en los que la violencia de género todavía no se había inventado. Momentos en los que los maridos podían abofetear a sus mujeres. Sus mujeres no en términos de marido y mujer. Sus mujeres en términos de posesión. SUS mujeres. Ese legado ha dejado un rastro de costumbres consideradas hoy en día como educación y buen trato a las mujeres que son, en realidad, micromachismos y una mala actitud hacia el género femenino.
Quizás cuando los hombres nos invitan a cenar o a una cerveza porque son unos caballeros no se paran a pensar que es una costumbre que seguramente provenga de aquellos años en los que las mujeres ni si quiera podían tener su propio dinero.
Bien está ser invitada al cine o a una copa (no nos engañemos, a nadie le amarga un dulce de vez en cuando). Pero no me invites por ser un caballero. No me abras la puerta por ser un hombre. Y no me lleves a casa porque soy una señorita.
Invítame a cenar porque te apetece, porque quieres tener un detalle. Pero sé consciente de que tengo mi propio dinero. No tienes que invitarme, ni yo tengo que aceptarlo. No me invites a mí. Invítanos a los dos. Invítame porque también invitarías a tu amigo a unas cañas o tu padre a un café. Si no, no lo hagas.
No me abras la puerta por ser un caballero. Afortunadamente tengo brazos. Ábreme la puerta porque a todos nos gusta un gesto de amabilidad a primera hora de la mañana. Ábreme la puerta porque también se la vas a abrir al chaval que va a tu lado y no conoces de nada o a esa chica de tu clase, a la que no pretendes ligarte. Si no, no lo hagas.
Llévame a casa porque en el trayecto pasarás un rato más conmigo. Llévame a casa por ser agradable y ahorrarme cuarenta minutos de metro. Llévame porque llevarías a tu madre al cine con sus amigas y porque llevarías a tu amiga a su casa después de quedar sabiendo que no te la vas a tirar. Si no, no lo hagas.
Sé amable conmigo, sé cariñoso, generoso, ten detalles, sorpréndeme. Te daré tanto como reciba, y lo mismo espero de ti: que me des lo que recibas de mí. Sé agradable, simpático, hazme reír, y, sí, joder, invítame a una caña.
Pero ni se te ocurra ser un caballero conmigo.