Agitar las conciencias para transformar el presente
El proyecto ‘Nosotras / Gu Geu’ tiene como objetivo rescatar la memoria colectiva de mujeres de Santander y de Bilbao que hayan trabajado en los últimos 100 años en la cultura crítica.
“Me atrevería a aventurar que Anónimo, que tantos poemas escribió sin firmarlos, era a menudo una mujer”. Con esta corta frase Virginia Woolf pone el foco en lo invisible, en aquellas mujeres que no han tenido lugar ni voz en la historia, historia donde las inscripciones femeninas han quedado invisibilizadas.
Para que las mujeres ocupen el lugar que les corresponde, se ha de construir una genealogía de mujeres que permita rescatar lo ignorado, lo devaluado, lo disminuido. Para ello es preciso transgredir los grandes ejes ideológicos de esta cultura androcéntrica, desordenando el régimen prevaleciente. Desafiar la negación del papel de las mujeres es más que recuperación histórica: es alterar el presente: “La cultura que nos sirve para la lucha feminista es la que cuestiona el sistema establecido y las ideas reaccionarias, la que atenta contra el yugo de una mentalidad patriarcal y machista y la que subvierte el orden de un mundo profundamente injusto”, aporta Isabel Tejerina, catedrática de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Cantabria. “No hablo sólo de aprender conocimientos y de disponer de información fidedigna, sino de cuestionar las verdades implantadas, hacerse preguntas y debatir alternativas, aunque no se encuentren respuestas certeras”, añade.
“La cultura que nos sirve para la lucha feminista es la que cuestiona el sistema establecido y las ideas reaccionarias, la que atenta contra el yugo de una mentalidad patriarcal y machista y la que subvierte el orden de un mundo profundamente injusto”
Tejerina es, junto a otras siete mujeres, una de las protagonistas del proyecto ‘Nosotras/ Gu Geu’. Auspiciado por las librerías Louise Michel y La Vorágine, tiene como objetivo rescatar la memoria colectiva de mujeres de Santander y de Bilbao que hayan trabajado a lo largo de los últimos 100 años en la cultura crítica. Mujeres cuyos perfiles han estado excluidos o ignorados por la cultura oficial. Marta Mantecón, Matilde Zapata, Marisa Samaniego e Isabel Tejerina son las cuatro mujeres referentes de la provincia de Cantabria. Y el Centro de Documentación de Mujeres Maite Albiz, Dolores Ibarruri, Ángela Figuera Aymerich, Eulalia Abaitua en el caso de Bilbao.
Revolucionar conciencias
Apasionada por los títeres, a Isabel Tejerina leer Los crímenes de guerra en Vietnam, le influyó para unirse al Frente de Liberación Popular o FLP (conocido como FELIPE, organización política española no reconocida legalmente que actuó en oposición al franquismo entre 1958 y 1969), mientras que Vida y destino le supuso un shock. En la Cantabria de los años 60 y 70, donde primaba el pensamiento católico, tradicional y conservador, la lectura fue la mirilla que le ayudó a asomarse al resto del mundo. Profesora, investigadora y actriz, sus trabajos y publicaciones se han centrado principalmente en la pedagogía de la expresión dramática y en el teatro para la infancia, herramienta que usa para la educación intercultural.
Hoy reivindica que la cultura sea plural y para todas: “Ocurre que quienes más sufren el poder injusto, son quienes tienen menos armas para combatirlo, porque no han tenido acceso a la educación ni dominan el lenguaje; han sido excluidos. Las que somos burguesas privilegiadas hemos de huir de los cenáculos elitistas y tenemos la obligación de despertar la curiosidad de otras mujeres, desde su protagonismo; difundir, agitar, revolucionar las conciencias”.
Tejerina destaca la importancia de insistir hasta la saciedad en la independencia económica de la mujer, y afirma que la literatura y la cultura pueden ser una herramienta clave para el cambio de pensamiento, para repensar cuál es el papel de las mujeres y por qué. Es más, cree en “su labor transformadora” cuando va unida a la praxis, a la acción social y política, para cambiar las cosas.
Mujeres creadoras
Marta Mantecón, protagonista también del proyecto, es diplomada en Turismo, pero fue la licenciatura en Historia del Arte la que le llevó a sumergirse en su “laboratorio de estudios de género”, donde investiga las llamadas “artes menores”. Desafía a la historia del arte y la cuestiona como un sistema de representación que no solamente ha obviado el pasado de las mujeres creadoras, sino que, mediante binarismos, ha creado la disyuntiva entre una manifestación de supuesto rango superior -el arte- y otra de menor rango -la artesanía-. Entre las consecuencias de este paradigma, señala la menor presencia de las mujeres en los diversos escaparates de la cultura; la presencia de las artistas fue únicamente de un 25 por ciento en la pasada edición de ARCO (Feria Internacional de Arta Contemporáneo), según los datos del observatorio de Mujeres en las Artes Visuales (MAV), ante lo que Mantecón muestra su preocupación.
En un momento actual de exacerbación del individualismo, del “sálvese quien pueda”, cree que gracias a los colectivos de mujeres en el ámbito cultural, se “aborda el trabajo compartido bajo otros parámetros” y “se ponen en jaque la clásica noción del autor”. Recuerda a ‘Womanhouse’, ‘Las Guerrillas Girls’ o ‘La Barbe’, colectivos de artistas feministas que no dudaron en transgredir las normas dejándo una herencia indestructible.
Periodista autodidacta, activista política, los textos de Matilde Zapata parecían adelantados a su tiempo; al menos, muchas de las problemáticas que denunció siguen vigentes. “Las ceramistas de Valencia, y La Cartuja, y Talavera, que pintan muchas horas por escaso jornal…mientras las obreras van dejando la vista en las ánforas árabes o en los talleres de deshilachados en Lagartera… La muñeca de 0,95 simboliza que aún se gana una peseta por ocho horas de jornal”, criticaba al inicio de la década de los 30. Los míseros salarios, el valor inadecuado de las cosas, las condiciones laborales eran una constante en sus textos del periódico La Región, que dirigió junto a su marido.
“La señora puede comprar barato prendas hechas gracias a las interminables horas de vela en que la obrera está incrustada en la máquina”, escribía, por ejemplo. También lo hacía del toreo, que criticó sin matices, o de algunos políticos de la II República, por no preocuparse de lo importante. Habló, incluso, de violencia machista, llamada en aquellos años “crimen pasional”, producto, escribió, de una “deficiente educación sexual, de educación de sentimiento y educación de pensamiento”; criticó al amor romántico y a cómo era tratado en novelas, teatro, canciones y romances: “Eduquemos al pueblo con los elementos que da la nueva sociología eminentemente humanista”. Y pidió el paso adelante de la mujer: “Los hombres han fracasado en su política y su sociología”, “paso a la mujer”.
Calificada como “buena oradora, su pluma era suelta y vibrante”, fue detenida cuando intentaba cruzar a Francia, en 1938, huyendo de las tropas franquistas. Tras ser sometida a un consejo de guerra a raíz de apoyar la causa marxista y dirigir a las masas en la calle, la condenaron a muerte. Fue ejecutada.
Tejiendo redes de mujeres
Tuvieron que transcurrir más de 40 años, para que, de la mano de Marisa Samaniego, profesora titular del Departamento de Filología de la Universidad de Cantabria, surgiese el grupo ‘Las Matildes’: “Me llamó Loli, la madre de un alumno a quien había dado clase, había un grupo de amas de casa que querían aprender, con interés cultural”. Fue así cómo, alrededor de una mesa camilla, se fundó un grupo de lectura.
Su alumnado se refiere a ella como “agitadora cultural” e “incitadora de la lectura activa y participativa”; Samaniego ha tejido y sigue tejiendo redes de mujeres a través de la lectura y la reflexión a partir de las obras literarias. Cree haber aportado a la conciencia crítica o cultura transformadora de Santander “una actitud socio-moral”, “una relación ética con el conocimiento que nos ayude a mejorar el mundo”.
Un mundo en el que no haya anónimas, y en el que no haya que recurrir a la recuperación de la memoria para entender el presente.
Este reportaje forma parte del proyecto ‘Nosotras / Gu geu’ de las librerías La Vorágine, de Santander, y Louise Michel, de Bilbao.
Textos relacionados:
–Cultura feminista: mancharse las manos, reconstruir y renombrar.
–Las ‘genias’ de Bilbao