“¡¿No te das cuenta de que no me ven?!”
Chrysallis Euskal Herria, una delegación de la Asociación de Familias de Menores Transexuales, ha recibido el premio Triángulo de Oro del colectivo vasco de lesbianas y gais EHGAM. Bea Sever, miembro de la asociación, enumera los principales retos y cuenta cómo acompañan a los menores uniendo a las familias.
Con tres años, el hijo de Bea Sever comenzó a dar muestras de que era un chico –tenía el pelo corto, le gustaba el fútbol, etcétera–, pero ella interpretó que era una chica con actitudes asociadas a la masculinidad. «Siempre le decía que no podía ser un niño, que era una niña, pero que no pasaba nada por que le gustaran las cosas que los demás piensan que son de niños, que todo es de todos», cuenta. No sirvió de nada; él seguía reivindicándose: nunca dijo ‘soy un chico’, pero se enfadaba porque no podía entrar al baño de sus compañeros de clase. Poco a poco, Bea Sever empezó a ver que no se trataba de un desobedecimiento de los mandatos de género, sino de algo más profundo. “No le veíamos, de alguna manera”, explica.
Una noche, con cinco años, su hijo rompió a llorar y le dijo: “¿Por qué he nacido con este cuerpo si yo soy un niño?”. Ella intentó tranquilizarle: “Para mí eres un niño, los demás nos dan igual”; sin embargo, no fue suficiente. “A mí no me da igual. ¡¿No te das cuenta de que no me ven?!”, gritó él. Fue entonces cuando se dio cuenta; no entendía cómo, porque no conocía la transexualidad y, por tanto, no era capaz de identificarla, pero lo supo: era un chico. Al día siguiente le llevó a comprarse unos calzoncillos. Por fin le habían visto; por fin se habían dado cuenta.
Pero ahí no acabó todo, sino que, en efecto, fue el inicio; mientras el hijo quería montar una fiesta y decírselo a todo el mundo, la madre se llenaba de dudas y de miedos. “No tenía ni idea de nada”, cuenta, “cómo hacer el abordaje en el centro educativo, cómo saber si mi hijo necesita algún tratamiento sanitario, cómo hacer para cambiarle el nombre en el registro civil…”. Las respuestas las encontró en Chrysallis, la Asociación de Familias de Menores Transexuales; la familia de Bea Sever fue la novena en integrarse en la delegación del País Vasco. “Desde entonces, pude llorar tranquila con otras personas en la misma situación”, dice.
Cuando Chrysallis se creó, en julio de 2013, fue por esa misma razón: había una serie de familias envueltas en experiencias similares, las cuales no sabían explicar, y sus preguntas no encontraban respuestas en ninguna parte. Bea Sever lo considera un hito histórico: “Las personas transexuales han existido siempre, en toda época histórica y en cualquier cultura, pero, por primera vez, las familias se han dado cuenta y les acompañan desde la infancia”.
Dos años después, cuando se formaron las primeras delegaciones regionales, los familiares comenzaron las labores de visibilización, pero, ¿qué se encontraron? La ausencia de cualquier apoyo institucional.
No se paralizaron. “En dos años, hemos avanzado tanto, que este mes se va a aprobar una ley en Navarra que despatologiza la transexualidad”. Es uno de los principales retos de Chrysallis: buscar apoyos para sacar una ley que no trate a los transexuales como enfermos mentales. En otras comunidades autónomas no se ha avanzado mucho; en el País Vasco, por ejemplo, los niños y las niñas, para acceder a los tratamientos de bloqueadores hormonales y a la hormonación cruzada, a pesar de tener buena salud mental, deben hablar primero con el psiquiatra; él dará el visto bueno siempre que diagnostique una disforia de género que, según la Organización Mundial de la Salud, es un “trastorno mental”. “No tiene ni pies ni cabeza, es una patologización sin sentido”, lamenta la miembro de Chrysallis.
Otra demanda de la asociación es la creación de un protocolo en educación de obligado cumplimiento en los centros donde se den situaciones de transexualidad, consistente en formar, tanto al profesorado como al resto de trabajadores y trabajadoras del centro, y en atender a los menores que, en cada caso, precisarán un abordaje especial. “Los más pequeños no son tan conscientes, pero en la adolescencia encontramos situaciones de acoso escolar”, señala Sever.
Pero la función esencial de Chrysallis es servir de apoyo mutuo entre las familias –han pasado más de 450–; “Cuando te enfrentas a estas situaciones, a lo desconocido, a una palabra ligada a tantos tabúes y estás lleno de miedos, necesitas apoyo de alguien que ha pasado por lo mismo que tú”, explica Sever. Esa red de apoyo permite luchar por la felicidad de los menores y, al mismo tiempo, “nos defendemos a todos, porque todos somos diversos”.
No obstante, considera que están sobrecargados de funciones. En los grupos de WhatsApp y en las consultas telefónicas informales que Chrysallis ha organizado, surgen una serie de dudas –“cómo hago para cambiar su nombre”, “a qué edad debemos acudir al hospital”, “cómo lo abordamos en el cole”…– que resuelven como pueden entre las propias familias. Son las instituciones las que debieran hacerse cargo guiando a las familias, facilitando información sobre los servicios disponibles, emitiendo protocolos de actuación, etcétera. Por eso, Chrysallis demanda un servicio público de atención a las familias, en el que las personas encargadas estén instruidas en la realidad específica de las infancias trans.
“Genitalizamos para desgenitalizar”
La reivindicación principal de esta asociación es clara: los niños pueden tener vulva, las niñas, pene, y, para la naturaleza, la norma, lo normal, es la diversidad. Abogan por que las niñas y los niños hagan lo que quieran y, por tanto, por que la intervención quirúrgica sea prescindible. “Genitalizamos para desgenitalizar”, enfatiza; “para que una persona pueda ser, no tiene que cambiar sus cuerpos y sus genitales. El sexo está entre las orejas, no entre las piernas”.
“Mi hijo se desnuda tranquilamente en el vestuario de chicos y no tiene ningún problema con sus genitales”, ejemplifica. Bea Sever cree que esta generación de niños y niñas está feliz con sus cuerpos; sin embargo, sí ve mayor pertinencia en los tratamientos de bloqueadores y de hormonación, ya que “a ninguna niña le gusta que le crezca la barba”. Argumenta que, entre adultos, se puede reivindicar que ser una chica y tener barba es compatible, pero que, en la adolescencia, “bastante tienen como para exigirles que militen en ello. Cambiemos primero la sociedad y, después, ya se verá si los niños quieren o no dejarse crecer el pecho”.
Otras realidades
¿Y los menores intersexuales? ¿Y las niñas y los niños que desobedecen los mandatos de género? ¿Qué ocurre con otras realidades, además de la trans? “Nosotros somos una asociación de familias de menores en situación de transexualidad o de niñas con pene y niños con vulva, porque nuestros hijos tienen vulva y nuestras hijas tienen pene”, responde Sever. “A veces nos dicen: ‘Es que no tenéis en cuenta esta otra realidad’. Ya, porque nuestra asociación es de esta realidad. Son otro tipo de casuísticas. Nosotros nos centramos en la nuestra y bastante labor tenemos con ella”, sentencia.
También habla sobre el riesgo de identificar erróneamente la transexualidad en niñas y niños que desobedecen los mandatos de género. Justo antes de la entrevista, había recibido un mensaje en el móvil de una mujer que acababa de entrar en un grupo de WhatsApp de Chrysallis preguntando: “¿Y si me he equivocado?”. Ella contesta: “Es que no le estás forzando a nada. Tú solamente le vas exponer una realidad –existen niñas con pene, existen niños con vulva – y, luego, cada niño y cada niña, va a seguir su propio ritmo”.
“Simplemente acompañamos al menor. Sin decirle nada; sin hacer nada”, explica y recrea una situación hipotética: “Tienes un niño al que le gustan los vestidos y las muñecas, y puede ser eso: un niño al que le gustan los vestidos y las muñecas; déjale que juegue. Si solo son gustos, ahí se va a acabar todo y va a ser feliz”. Recomienda ponerles sobre la mesa la realidad trans y “dejarles expresarse, dejarles ser”. Concluye con que nadie pide un cambio de nombre o de baños, que nadie inicia tal proceso, si no se trata de algo muy hondo: “Nadie elige el camino más difícil; nadie elige el camino del machaque porque sí”.
La labor de la asociación se financia con aportaciones voluntarias, tanto de las cuotas de socias y socios, como de las donaciones altruistas. Hasta el momento, no han recibido ayudas de las instituciones públicas.
La delegación Chrysallis Euskal Herria acaba de recibir el Triángulo de Oro del colectivo vasco de lesbianas y gais EHGAM por la campaña ‘Hay niñas con pene y niños con vulva. Así de sencillo’, que consistía en un cartel que, en enero de 2017, fue colocado en marquesinas del País Vasco y Navarra. En mayo, la campaña también obtenía tres premios en el XI Festival Internacional de Publicidad Social.