La monogamia también es privilegio
Hemos cometido el error de definir la monogamia a partir del número de relaciones y no como una estructura de poder o una forma de pensamiento. Hacerlo de esta última forma nos permite hablar de alternativas críticas a la monogamia que se proponen como alternativa a los discursos elitistas.
Hablar de alternativas al modelo relacional monógamo no siempre implica hablar del mismo tipo de puntos de vista. Aún así, el modelo ‘no monógamo’ más visible es aquel que beneficia a las personas con más privilegios (como siempre pasa con todo): de clase social, de género, de orientación sexual, de capacidades, etc. Además, las relaciones más visibles y tratadas son también un tipo de relaciones muy centradas en las relaciones sexuales y románticas (las comúnmente llamadas ‘relaciones de pareja’). Pero como pasa también con los feminismos o las luchas LGBTI+, no existe un discurso único, ni una forma única de vivirse a une misme en relación con lo que significa ser ‘no monógame’. El discurso hegemónico y principal de las no-monogamias (y que, no nos engañemos, es una reproducción del mismo pensamiento monógamo pero multiplicado por el número de parejas que tengas) es fuertemente capacitista, competitivo, machista, heterosexista, y podríamos ir sumando más opresiones. Pero esto no es nuevo. Esto nos ha pasado también en los colectivos LGBTI+, donde se han planteado luchas que solo beneficiaban a una tipología de mujer (cisgénero heterosexual blanca, y con todo el resto de privilegios); y, por tanto, cómo no, nos está pasando con las no-monogamias, donde hay un modelo poliamoroso normativista que a quien más beneficia es a personas (sobre todo hombres) heterosexuales cisgénero de clase media/alta y con unas capacidades emocionales consideradas normales: un discurso evidentemente elitista de la no-monogamia, que en vez de proponer una verdadera alternativa a la monogamia como estructura, lo que hace es perpetuarla cambiando solo cosas como el número de parejas, de amantes o de compañeres sexuales. Aún siguiendo perpetuando la monogamia, a estas prácticas se las suele llamar también ‘no monogamias’. ¿Por qué? Debido al error de definir la monogamia solo a través del número de relaciones y no como una estructura de poder o una forma de pensamiento. Hacerlo de esta última forma nos permite hablar de alternativas críticas (y reales) a la monogamia muy diferentes a los discursos elitistas.
En nuestros espacios más politizados se están generando fuertes críticas hacia la no-monogamia; una crítica que comprendo y con la que empatizo cuando veo especialmente el tipo de no-monogamia que por defecto se nos está intentando vender desde algunos sectores. Un tipo de no-monogamia que repetimos en espacios liberados y/o politizados sin tener ni idea de lo que estamos haciendo: parejas ‘abiertas’, jerarquías, objetificaciones, consumo de relaciones, y un largo etcétera. Pero tal y como lo estoy viviendo yo, siento que no se está señalando cuál es el problema, como he comentado anteriormente. El hecho es que se está señalando la no-monogamia, como si el problema fuese cualquier no-monogamia. Se habla de machismo (que sí, que lo hay y que es un problema), pero se señala que el problema es la no-monogamia (de forma general) juntamente con el machismo que la hace problemática, y no el tipo de no-monogamia (que tiene un fuerte pensamiento monógamo y que es utlilizado por el machismo para abusar). He llegado a oír que la no-monogamia es un invento de los hombres machistas para aprovecharse de las mujeres, y otras cosas por el estilo, obviando que la monogamia, nacida como estructura en el corazón del patriarcado de nuestra cultura, se basa en la apropiación (especialmente de los hombres hacia las mujeres), el consumo acrítico de relaciones, la exclusión sistemática y la competitividad: cuatro cosas que intentamos combatir diariamente en nuestros espacios. Y con esto no digo que no haya hombres que no se aprovechen de estos discursos normativistas y privilegiados de la no-monogamia para perpetuar sus privilegios, al contrario; tampoco quiero obviar cómo se están llevando a cabo las no-monogamias en muchos espacios, de forma muy jerárquica, sin compromisos, sin ninguna sensibilidad a las estructuras de poder, sin responsabilidad, y con una alta tendencia a solo considerar ‘relaciones’ aquellas que son sexuales y románticas y a no considerar, además, la cooperación con nuestras metarelaciones (las relaciones de nuestras relaciones). Lo que veo problemático es que sin hacer una crítica más profunda y estructural se están atacando las vulnerabilidades que muches estamos dejando en unas prácticas no monógamas que intentan ser más sensibles para combatir opresiones frente a una estructura dominante hegemónica como es la monogamia.
A veces estas ‘críticas’ nos colocan a las personas no monógamas como si tuviéramos más privilegios por el hecho de no serlo (como si romper con la monogamia te otorgase privilegios de alguna manera). Esta idea proviene de diferentes puntos, como por ejemplo, por el hecho de que se nos ve o se nos lee como personas que ‘acumulamos’ o ‘consumimos’ más relaciones (específicamente de las románticas y/o sexuales). Esta idea es una lectura totalmente monógama, donde se ve toda relación romántica y/o sexual como una relación de propiedad o de consumo, y por tanto desde esta visión, la no-monogamia solo consistiría en una multiplicación de esto en el número de relaciones románticas y/o sexuales que tengamos. Otro frente que nos colocaría en una situación que se supone más privilegiada es el de creernos más empoderades debido a estar rompiendo con una estructura que nos oprime. Sí que es cierto que la monogamia nos limita, no nos permite poder establecer relaciones incompatibles con nuestra relación de pareja, pero a la vez nos da una serie de privilegios sociales (privilegios monógamos y privilegios de pareja); esta visión invisibiliza que romper con la monogamia te hace perder privilegios y te coloca muy a menudo en posiciones más vulnerables, ya que socialmente todo está construido para que nuestras necesidades y estabilidades (también económicas) pasen a través de la monogamia y de las relaciones de pareja (sobre todo heterosexuales). Finalmente, todo esto se suma al hecho de que, como he comentado antes, el discurso más visible es un discurso de personas con más privilegios, cosa que acaba ayudando a fomentar esta visión de que la no-monogamia es por defecto un paraíso privilegiado.
Romper con la monogamia como pensamiento y estructura tiene un gran potencial para ayudar a romper también otras estructuras de poder (patriarcales, capitalistas, entre otras) porque nos da la oportunidad de poder construir nuevas formas de relacionarnos mucho más solidarias, menos jerárquicas, más conscientes, más comprometidas, más cooperativas, y más sensibles a la situación estructural de cada una (a las opresiones y los privilegios que nos atraviesan). Permite tejer redes de apoyo y establecer vínculos más solidarios que no tengan que pasar por la jerarquía de pareja (y otras jerarquías) para poder sobrevivir (especialmente cuando tienes menos privilegios). Ahora bien, trabajar alternativas a los tipos de relaciones impuestas, a muches nos coloca en posiciones de vulnerabilidad, ya que dejas una estructura que socialmente te ayuda a sustentarte de forma más fácil (como he explicado anteriormente, dejas atrás privilegios, como el de la monogamia). Se entiende que perder estos privilegios, cuando ya estás suficientemente vulnerabilizada por otros motivos, no es una cosa que todes puedan permitirse. Pero una cosa es esto y la otra es atacar las no-monogamias dejando la puerta totalmente abierta para que se defienda la monogamia como si se tratara (solamente) de ‘una opción más’. ¿Por qué delante de situaciones de abuso de privilegios de unos sectores con discursos elitistas y de la violencia que pueden generar a colectivos vulnerabilizados todavía pensamos en defender la monogamia y culpar a la no-monogamia (como si toda esta violencia la provocara la propia no-monogamia) sin tener en cuenta todos los colectivos vulnerabilizados que nos llevamos por delante? Precisamente, defender la monogamia y su pensamiento (sin ningún tipo de crítica al respecto) es defender indirectamente la insolidaridad que perpetúa, que solo tiene en cuenta y reconoce como relaciones las de pareja, que explota a les amigues, que se apropia de las personas, que incita a consumir relaciones (más allá también del consumo sexual o de cuerpos), que no considera a les ‘otres’ como sujetos a tener en cuenta, que tiende a ver a les ‘otres’ como conflictos, que les quita la voz sobre las cosas que les afectan, que objetiva, y que nos hace competir. Aquella monogamia que indirectamente también estamos criticando cuando se reproduce en aquellas prácticas elitistas que solo consisten en multiplicar el número de relaciones a objetivar.
*Natàlia Wuwei Climent es Kuirfeminista, activista crítica bisexual/plurisexual, no-monogamia, antipositivismo, técniques de dominación y estructuras de poder.