“El sistema está organizado para que haya paro”

“El sistema está organizado para que haya paro”

La escritora Belén Gopegui presenta ‘Quédate este día y esta noche conmigo’, una historia intergeneracional en la era de Google y redes sociales

 

Belén Gopegui, en una imagen de archivo de Penguim Random House

Belén Gopegui, en una imagen de archivo de Penguin Random House

Belén Gopegui (Madrid, 1963) espera en el sillón como si estuviera en una asamblea del 15-M o en un banco de la calle, hábitats más comunes para ella que el hotel céntrico donde se encuentra. Vaqueros y blusa lisa, apenas presta atención al vaivén que se mueve a su alrededor. Pide un pincho antes de seguir respondiendo a las preguntas sobre ‘Quédate este día y esta noche conmigo’, la novela que acaba de publicar con Literatura Random House y que la tiene anclada en este extraño escenario desde hace horas.

Quizás ese cansancio acentúa aún más una charla cargada de incógnitas. Las respuestas son una catarata de cuestiones que se desparrama en más interrogantes. Gopegui acostumbra a lanzar hipótesis, a soltar ideas que ponen en entredicho el orden establecido. Rehúye con ternura y firmeza de la afirmación categórica, abriendo una fuente de posibilidades. Sus palabras son más un canto a la incertidumbre que una arenga. La autora de ‘El comité de la noche’ o ‘Deseo de ser punk’ debate consigo misma y con sus lectores. Casi siempre partiendo de sus circunstancias más próximas y de que la literatura desempeña un papel “muy pequeño, pero incontrolable” para cambiar la realidad.

En este caso, las 180 páginas del libro confeccionan una radiografía de nuestra época a través de dos personajes: Mateo y Olga, “seres anodinos, diferentes e iguales”. Un joven de 22 años y una matemática jubilada unidos por una curiosa petición de empleo a Google. La diferencia de edad y el cruce de teorías esparcen un reguero de reflexiones, como que “los datos no son siempre información y la información a veces no contiene el valor que le da cada sujeto”. Piedra angular de una trama que no sigue los pasos propios del relato sino que se hilvana sin clímax o desenlace, solo sostenida por las discusiones de los protagonistas.

“No veo diferencia entre el fondo y la forma. Cada historia la imagino distinta y me atrevo a no reproducir ciertos esquemas”, argumenta quien plantea, en esta ocasión, el peso de los robots en un mundo no muy lejano. “Creo que los datos son las armas del futuro”, sopesa, “y que el que los tenga atesorará mucho poder”. “La inteligencia artificial ya está aquí, aunque sigan buscándola. Es una constelación de máquinas íntimamente conectadas. Claro que todavía hay que ordenarla, construir modelos, activar los almacenes de conocimiento y poder asumir el coste”, esgrime en la novela.

Uno de los mayores misterios es si estas máquinas que nos gobiernan lograrán conocer a cada persona más allá de sus patrones objetivos. Gopegui considera que nunca se podrá conocer del todo la personalidad, porque es algo abstracto. “Sin embargo, con ciertos parámetros ya se conocen los valores de consumo”, cuenta, recordando cómo el rastro virtual que dejamos nos ata a ansias concretas. Y especula sobre si ese flujo de búsquedas no terminará por adentrarse en nuestra situación económica y en nuestra salud, prediciendo nuestras necesidades.

Imagen de la portada: en la faja incluye cita de María Unanue

Imagen de la portada: en la faja incluye cita de María Unanue

Luchar contra esto, contra este control vital, pasa por la unión. Dice Gopegui que, incluso estando ya todos en esa parte de la maquinaria, recae en manos de cada quien. La también guionista de películas como ‘La suerte dormida’ o ‘El principio de Arquímedes’, utiliza un sistema diferente al preeminente. “El poder impone los medios”, razona, “y hay otros servidores de uso colectivo que pienso que hay que apoyar. Se creó una alternativa a Twitter, pero no funcionó porque tienen que haber muchas personas, no solo un grupo reducido”, dice quien asegura mirar las redes sociales, pero no usarlas.

A la deriva de informatización global se incluye el cambio en los puestos de trabajo. Tanto Olga como Mateo deslizan en sus conversaciones el temor a no conseguir uno o a perderlo. Igual que lo denunciaban los sujetos de otras obras como ‘El lado frío de la almohada’ o ‘La conquista del aire’. A las quejas por una existencia monótona se añade la falta de alternativas. La indivisible búsqueda de la libertad maltrecha por la obligación del dinero. Gopegui habla por encima de estas voces: “El sistema está organizado para que haya paro. Solo cambiando de modelo y dejando, por ejemplo, de hablar de ‘ganarse la vida’ se puede hacer algo. Sin embargo, no creo que la llegada de robots cambie la situación. Será una ampliación, porque también habrá que mantenerlos”.

El derecho a la contemplación se trata como un supuesto privilegio para quien tiene las finanzas resueltas. “Creo que nos falta contemplar. Hasta en Grecia ya se consideraba la posibilidad”, apunta Gopegui, que aprovecha la ficción de ‘Quédate este día y esta noche conmigo’ para describir así la libertad: “Debe servir para medir si en tu relación con otra persona estás haciendo lo que crees que debes hacer o si de alguna forma la otra persona te está obligando. Cuando estás haciendo lo que debes, lo que crees que quieres, esperar contrapartida es error y mezquindad”.

Cuando a la escritora ya le han traído su aperitivo y la conversación tiende a imaginar un futuro con dinámicas destructivas para el medio ambiente o una revolución que jamás se materializa, surge el tema al que se enfrentan últimamente todos los personajes públicos: el feminismo. Hay que recordar que Belén Gopegui no solo ha reiterado que ve el marxismo y el ecofeminismo como “imprescindibles”, que las mujeres aún no han acabado con el patriarcado o que sigue un sistema de fuerzas desigual, sino que su máxima es que “importa menos lo que una persona se considere a sí misma que lo que sus acciones manifiesten”. Y ella ha puesto al mando de cada una de sus narraciones a mujeres fuertes, que llevan con decisión el peso del relato. Su alegato pasa por no establecer diferencias de género. Por no creer en una literatura femenina o masculina ni pensar en que el público mayoritario son mujeres, sino confiar en que hay “marcas” que definen cada libro.

Origen social, renta o experiencias son algunas: “Unas se convierten en armas arrojadizas y otras no llegan a ser o sí según las épocas: hace años se hablaba de literatura católica, no se suele hablar de literatura de ricos aunque sí proletaria, tampoco se suele hablar de literatura de la mitad de la humanidad sino que algunos textos de una mitad son apropiados por el canon y otros, relegados o expulsados”, matizaba en una entrevista a Eldiario.es. La clave, expone ahora, es “tratar a los personajes con respeto”. “Es necesario y no siempre se hace”, zanja como axioma fundamental de esa reivindicación que ha defendido desde sus orígenes. Desde los días en que compartía intereses con su mentora, Carmen Martín Gaite, a quien dedica el libro, hasta aquellos en los que paladeaba esas ganas de igualdad en las plazas, un espacio más cómodo que este vestíbulo. Ha insistido recientemente: “La desigualdad se corrige con hechos, no con una ficción de falsas oportunidades”.

Nota de las editoras:
Estamos muy emocionadas porque Belén Gopegui cita en la faja de ‘Quédate este día y esta noche conmigo’ el título del artículo que dedicó María Unanue a sus novelas: ‘Belén Gopegui es mi búnker’.

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