La ingenuidad de negar los pactos de silencio
Rosa Blas Traisac
Desvelar los abusos sexuales a niños por parte de curas, destapó una estructura de violencia sexual muy turbia, negada por la jerarquía eclesiástica, la prensa, los jueces… Todo cambió cuando unos valientes periodistas, algunas victimas… hicieron estallar el silencio y salió al exterior la cruel realidad.
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Rosa Blas Traisac
Desvelar los abusos sexuales a niños por parte de curas, destapó una estructura de violencia sexual muy turbia, negada por la jerarquía eclesiástica, la prensa, los jueces… Todo cambió cuando unos valientes periodistas, algunas victimas… hicieron estallar el silencio y salió al exterior la cruel realidad.
En el cine ha pasado lo mismo. Los pactos de silencio, la falta de pruebas… Recordad que cuando surgió este invento, no había mujeres técnicas y las actrices siempre fueron consideradas mujeres sospechosas o ligeras.
Las denuncias de acoso sexual sacan al exterior una estructura de poder asumida, permitida como normal por todos. Esto no tiene que ver con el arte. Estas personas pueden haber hecho o participado en las películas más maravillosas del mundo, pero como los políticos, los curas, los deportistas deben de estar bajo la ley. Y el acoso sexual a mujeres, menores, emigrantes… está castigado. Si un cura es generoso con los demás en su aldea, pero en la aldea vecina atraca un banco debe de ser tratado de ladrón y tendrá que ir a la cárcel o sufrir la pena que la legislación vigente crea oportuno. Además, la Iglesia debería decir algo del clérigo que ha incumplido la ley de Dios. Por supuesto, sería aconsejable que tuviera un juicio justo, y que la prensa, los ciudadanos se abstuvieran de lincharle. Eso hablaría muy bien de la democracia y de los ciudadanos de esa sociedad.
Pero las víctimas que consideren que no han sido escuchadas o tenidas en cuenta, también tienen derecho a presionar a la Justicia, ejemplo: Three Billboards Outside Ebbing, Missouri (Tres carteles en las afueras). Esta película y su actriz protagonista están recibiendo innumerables premios y elogios. Y su historia es muy sencilla, una madre no acepta que la justicia abandone la búsqueda del asesino de su hija, y para ello, a veces, ejerce la violencia.
Vivimos en una sociedad que practica la discriminación hacia la mujer de muchas maneras: cobramos menos, tenemos menos oportunidades, la violencia sexual nos salpica constantemente… Y sobre todo, vivimos en una sociedad que en pocas ocasiones escucha a las víctimas y las personas excluidas, porque siempre envuelven sus actos en un manto de sospecha.
Sí, Woody Allen tiene derecho a no ser ejecutado, pero Dylan, su hijastra, tiene derecho a presionar al mundo si cree que no fue tratada con justicia. Y por supuesto, admito que las mujeres tenemos contradicciones y a veces nos sabemos como hacer las cosas, ¿y qué?
Dudar de los pactos de silencio de los poderosos, incluido el sistema judicial, en esta sociedad, es una ingenuidad. Muchas películas, libros, documentales hablan de ello, pero la duda surge de una forma extrema cuando las implicadas en la denuncia somos mujeres, porque la sociedad sigue siendo fiel a la cultura de la violación o la justificación de los depredadores.
A mí por ejemplo me gustan mucho algunas películas de Roman Polanski o de Woody Allen, y me van a seguir gustando, pero eso no tiene nada que ver con su actitud personal ante el sexo femenino en la vida real. Y no voy a negar su derecho al coqueteo, a la promiscuidad… Hablamos de dos hombres que has sido acusados en procesos oscuros de agresiones sexuales a adolescentes o niñas. Y de ser así, para acceder a ese tipo de relación se han servido de su poder. Y eso es terrible. Tan terrible como los sacerdotes que se han servido de la caridad para violentar a niños sin familia o sin recursos económicos, porque no tenían a nadie que les defendieran.
Por eso, lo que nos debería de preocupar es que la sociedad ponga mecanismos para evitar estas agresiones, y que los pactos de poder no vuelvan a tener cabida en la prensa, ni en los gobiernos, ni jueces. Mejorar la educación para abolir el intercambio erótico como moneda de trueque y, por supuesto, juicios justos para los culpables: en definitiva, las mujeres solo queremos ser libres.
Adjunto tres enlaces de artículos que avalan esta opinión.
Uno publicado en la revista Vanity Fair.
Otro en el que Portman denunció que tuvo que construir una reputación basada en una moral “mojigata, conservadora, nerd y seria” para poder sentir que su “cuerpo estaba a salvo” y que el gremio, en consecuencia, “la escucharía”.
Y este último que recoge la lucha de Ellen Pompeo para ser la mejor pagada de su serie.