“Necesitamos más gente que quiera pagar por ver otro tipo de porno”
Amarna Miller cabalga, sin disimular contradicciones, entre la industria mainstream, la defensa de un porno ético y la divulgación de un feminismo prosex.
Amarna Miller es (¿era?) una actriz porno vocacional. Se inició en la representación del sexo explícito detrás de las cámaras, en proyectos universitarios cuando estudiaba Bellas Artes. Con 27 años, es uno de los rostros más mediáticos del porno en España. En contraste con una industria en la que prima el sexo impostado, frío y embrutecedor, las señas de identidad de esta madrileña residente en una caravana en California son la naturalidad, la dulzura y el afán por compartir sus inquietudes culturales y políticas.
Convencida de que el patriarcado se destruye desde dentro, negocia (¿o negociaba?) con una industria machista en la que no siempre se siente orgullosa de su trabajo pero sí de colar algunas transgresiones. Al mismo tiempo, habla de porno ético y feminismo prosex en redes sociales, medios de comunicación y jornadas, para enojo de las feministas que consideran que el porno promueve la violencia sexual. A la última polémica, la actriz respondió con el hashtag #LaCulpaDeTodoLaTieneAmarnaMiller.
Nuestro encuentro fue en junio, en Lavapiés, a iniciativa suya: hiperactiva y todoterreno, escribe para Vice y me ha propuesto entrevistarme sobre 10 ingobernables y Pikara. Mientras esperamos a que se libre alguna mesa de la terraza del Achuri, nos contamos la vida: hablamos de familias y de armarios. Marina —pelo zanahoria, gafas redondas tipo John Lennon, camisa de lino y pantalones anchos con estampado étnico— es como Amarna: risueña, inquieta, dicharachera y cercana. Conmigo y con los hombres que la paran para saludarla.
Te llaman la hippie del porno.
Ese fue el titular que pusieron cuando salí en portada de la revista ‘Primera Línea’. Me encanta. Me siento muy identificada con la contracultura de los 60 y los 70 en EEUU.
¿Y con el apellido ‘estrella del porno’ también te identificas?
Soy actriz porno, no tengo claro qué identifica a una estrella. Las etiquetas siempre te las ponen los otros, y siento que esa etiqueta limita mucho mi radio de acción. Parece que tengo una letra escarlata grabada en la frente. Haga lo que haga, aunque no tenga nada que ver con el porno, se hipersexualiza, siempre soy “la actriz porno que”. Argh, qué peyorativo, ¿no? No por lo de actriz porno, como si eres panadera, pero que la atención esté tan focalizada en el hecho de que soy trabajadora sexual, a veces también cansa.
Cuando en los medios se cita un porno no sexista o feminista, suena un solo nombre: Erika Lust. ¿Qué otros referentes tienes?
Existen muchas personas que están intentando hacer algo diferente, pero la mayoría de gente se limita a consumir pornografía a través de los canales gratuitos, tubes (como Youtube) que publican contenido robado, en su mayoría heteronormativo y androcéntrico. Si quieres un porno más específico o que cuestione la sexualidad hegemónica, normalmente tienes que pagar por él.
¿Puedes explicar mejor esto del contenido robado?
Cuando la gente está consumiendo vídeos de productoras, hay una ilusión de diversidad porque tienes diferentes nombres (Reality Kings, Brazzers, Mofos…), pero todas las grandes compañías de porno convencional pertenecen a Mindgeek, el gran monopolio de la industria pornográfica. Es también el propietario de la mayoría de tubes. Los utilizan como estrategia de marketing: cogen contenidos de sus propias productoras y los ofrecen a baja calidad o con menos minutos que la escena original, para que la gente que llega a esos vídeos y les gusta, acabe en su página web. Es una forma de vencer la piratería que a ellos les funciona.
¿Nos recomiendas algunas de esas pequeñas productoras?
La productora inglesa Four Chambers es para mí el referente número uno porque se está saltando todas las reglas de la representación del sexo explícito, está creando una estética propia, un lenguaje a caballo entre el porno y el videoarte. En Estados Unidos, Crash Pad Series aboga por un porno queer, que se sale de los estándares en cuanto al tipo de cuerpos y la representación de los géneros.
Dentro del porno más convencional, Grooby Productions también está rompiendo con estereotipos. Hacen porno con personas transexuales de forma distinta a como salen en el porno hegemónico, en el que sólo aparecen chicas trans con chicos cis. Yo participé con ellos en una peli (no lo digo por autobombo, es que me gusta mucho), Real Fucking Girls, en el que aparecen chicas trans acostándose con chicas cis. Es muy interesante porque visibiliza que las trans no son únicamente heterosexuales. Los chicos trans sólo aparecen en el porno muy alternativo o periférico.
Y en el porno queer apenas aparecen mujeres trans, crítica Tobi Hill-Meyer.
A mí me ha parecido flipante la transfobia que se respira en la industria pornográfica norteamericana. En Europa se entiende como una opción personal que ruedes o no con transexuales. En Estados Unidos supone un paso en tu carrera que se suele considerar extremadamente negativo: te convierte en actriz o actor crossover (término que se usa cuando un actor pasa del porno heterosexual normativo al porno gay). Algunos agentes te hacen firmar en el contrato que no vas a rodar con transexuales, bajo la premisa de que si lo haces, puedes tener problemas a la hora de conseguir compañeros en el futuro. La primera trans con la que grabé una escena me dijo: “Eres muy valiente”. Yo estaba recién llegada a Estados Unidos y no me enteraba de nada. “¿Valiente por qué?” “Tu agente te va a echar la bronca”. Me lo explicó y quedé horrorizada. Así que rodar porno con personas trans se vuelve una labor política. En el caso paralelo, un chico que quiere volver del porno homosexual o con transexuales al mainstream heterosexual va a tener muchos problemas para encontrar trabajo. Eso es homofobia y transfobia.
¿Qué pasó con tu agente?
Tuve una mini bronca porque él me decía que para poder dar pasos en mi carrera, tenía que adaptarme a las normas. Muchas veces, por trabajo, tenemos que comernos nuestros ideales y hacer cosas que a lo mejor no nos apetece hacer, como trabajar en La Cope si eres una periodista de izquierdas. Esto lo entiendo perfectamente. Pero yo lo vi como una decisión política. No es ya que me atraigan o no me atraigan las personas transexuales (que me atraen) pero ser una actriz convencional rodando porno transexual supone una ruptura. Trabajo en la periferia de la industria mainstream y sé que nunca voy a optar a un premio grande, pero este año he sido premiada en los Transexual Erotic Awards.
Te defines como pansexual. ¿Dedicarte al porno te ha abierto a sexualidades no normativas?
Me ha ayudado a descubrir otras partes de mi sexualidad, pero no tanto en cuanto a mi orientación sexual. Tuve una relación de casi un año con un chico transexual, cuando tenía 19 años, y fue muy bonito. Recibí una educación sexual muy restrictiva. Nunca me enseñaron de qué manera tenía que desear, porque en mi familia no se hablaba absolutamente nada de sexo ni de relaciones. La parte negativa es que tuve que ponerme las pilas por mi cuenta, pero como no me dijeron “te tienen que gustar los chicos”, viví de una forma muy natural que a los 12 o 13 años me gustasen las chicas de mi clase. No me supuso un conflicto interno. Cuando de repente descubrí el término bisexualidad y más tarde pansexualidad, no lo viví como una salida del armario sino como “huy, mira, esto que yo siento tiene un nombre”.
Muchas mujeres heterosexuales prefieren consumir porno lésbico o gay porque el porno hetero tiende a ser agresivo. ¿Esto no debería llevar a la industria a replantearse lo que ofrece?
La industria necesita un lavado de cara y necesita expandir su visión de la sexualidad explícita, pero creo que tu afirmación es problemática. Soy crítica con el denominado porno para mujeres, porque implica afirmar que a las mujeres les gusta algo diferente que a los hombres. Desde luego que hay un contexto cultural y somos fruto de nuestro entorno, pero los gustos también dependen de las experiencias y valores de cada individuo.
En tus vídeos, tu cara transmite disfrute y conexión con las actrices y actores. Eso me parece una gozada pero es la excepción. ¿Por qué no cabe el gozo compartido en el porno mayoritario?
¿Perfección estética? La imagen que tengo yo del porno convencional no es en absoluto estética…
Estoy muy de acuerdo contigo. Como consumidora, me pone infinitamente más que las dos personas se atraigan, frente a un sexo mecánico con penetración en primer plano, que es hasta ginecológico. Empecé en la industria detrás de las cámaras, y buscaba que hubiera química, miradas, besos… y si no se veía la penetración o el coño en primer plano, pues no se veían. Pero para romper con la idea de que el público sólo quiere ver penetración loca, hacen falta dos cosas: más consumidores que quieran pagar por este tipo de contenido y más directores, directoras, gente detrás de la cámara, que den importancia al roce de las pieles.
Sueles subrayar que sois performers, que lo que hacéis delante de la pantalla está guionizado, que no es real.
Lo digo para desmontar el argumento de que o te lo pasas bien o es abuso. Que estamos alienadas o somos víctimas. Como en todo trabajo, hay días que disfrutas y días en los que no te apetece ir a trabajar, es muy pronto o hace frío, y lo haces porque es a lo que te dedicas. Tú puedes tener sexo, porque tu trabajo es ese, sin que te apetezca tenerlo, y eso no significa que sea una violación. Si trabajas en Mc Donalds no es porque te gusten las patatas fritas sino porque necesitas pagar el piso. Cuando vas a que te limen los callos de los pies, no estás deseando que esa mujer se lo esté pasando pipa. Hay que visibilizar a una gran parte de mis compañeras, que se dedican al porno por necesidad, lo cual es tan digno como otro trabajo cualquiera. Yo soy una privilegiada porque podía haber tenido otras opciones pero quería dedicarme a esta industria. Para mí es más sano intentar pasarlo bien en las escenas, buscando una química, una interacción lo más verosímil posible con tu compañero o compañera de rodaje. Pero esa es mi opinión personal como persona que hace esto porque quiere.
Hablando de verosimilitud, mucha gente prefiere el porno casero, ver sexo real en vez de una performance.
A mí me parece maravilloso. Estoy super a favor del porno amateur. Como consumidora no es lo que más me gusta, pero es un espacio absolutamente necesario. No sólo porque puede redescubrir nuevos aspectos de los otros, sino porque puede presentar la sexualidad como de una forma más… dicharachera, de a pie. Y eso es bueno.
Hoy has dicho varias veces “nosotras, las trabajadoras del sexo”. Sin embargo, había leído críticas en las que te reprochan que alimentas la putafobia por subrayar las diferencias entre hacer porno y ejercer la prostitución.
Llevo dando entrevistas de los 19 años. He ido modificando mi discurso, quiero pensar que para mejor. Ya no me identifico con afirmaciones que hice hace 7 años y que siguen en internet. Escribí un post quejándome de que, cuando asumen que por ser actriz porno eres prostituta, eso te trae problemas a nivel personal y profesional. Por ejemplo, que muchos fans se piensen que eres escort por defecto y te ofrezcan dinero para acostarte con ellos. Pero no lo expresé de manera adecuada.
A día de hoy me gusta hablar de trabajadoras sexuales para cuestionar esa jerarquía en la que los medios insisten mucho, por la que ser actriz porno es mejor que ser prostituta. Me siento al mismo nivel que una prostituta o que una stripper, pero también que un abogado o un médico.
¿Te frustra que lo que mayoritariamente quiere tu público no se corresponda con el porno que te interesa?
Sí. Las producciones de las que me siento más orgullosa son las que he hecho con ese 10% de pequeñas productoras con las que me identifico. A ver cómo escribes esto para que no me maten… No puedes vivir de hacer porno feminista. Esto lo dije en otra entrevista y me pusieron como titular: “Si sólo rodase porno feminista, no pagaría media factura”. ¡Joder! Es un tema delicado. Todas las industrias son patriarcales. Como feminista, no siempre me siento orgullosa de lo que estoy rodando. Soy muy estricta a la hora de aceptar escenas pero muchas veces es complicado no pasar por el aro. A menudo no es ni siquiera una decisión consciente, no sabes lo que vas a rodar. Te ves ahí y dices, ¡mierda!
No todas las actrices porno tiene la misma capacidad de negociación que tú y, por tanto, están más expuestas a abusos.
Absolutamente. La falta de regulación de nuestro trabajo, como consecuencia del estigma, supone no tener recursos legales: no hay sindicatos, no hay convenios colectivos. Eso es un caldo de cultivo para los abusos. Ojo, me refiero a contratos abusivos; no estoy hablando de violaciones. La gente se piensa que ruedas una peli y vives el resto del mes, pero en realidad cobramos una mierda en unas condiciones laborales que son una mierda: ruedas 20 horas de más sin cobrar horas extra, en un sitio sin un baño o agua… Esto ocurre, pero no necesitamos que nos señalen como víctimas. Nosotros tenemos que denunciar la situación que vivimos. Con esa visión paternalista de “pobrecita aliada del patriarcado”, estás haciendo que nuestra industria no pueda crecer.
¿No os podríais organizar, así como se están creando cooperativas de trabajadoras del sexo?
Tenemos que promover el porno ético, que sería el equivalente al comercio justo: esta película se ha producido en unas condiciones dignas para las personas que han participado en ella.
¿Qué podemos hacer como consumidoras para identificar si en una escena que percibimos como vejatoria hay consenso o abuso?
Esta idea de sello de porno ético me parece la solución a todos los problemas. Yo recomendaría consumir porno en las productoras que sabemos que son éticas, lo cuál excluye gran porcentaje de la industria y, en concreto, del porno normativo. Lo mismo que cuando decides no comprar camisetas en Inditex. Un buen ejemplo es kink.com, una productora que hace BDSM a priori muy extremo, pero que hace mucho hincapié en mostrar al público que existe consenso entre los performers. Por ejemplo, al principio y al final de las películas, los actores y actrices comentan cómo lo han pasado.
¿Cómo llevas el acoso machista y el clima de baboseo en espacios como un salón erótico?
Lo llevo bien porque dejo muy claro que en la pantalla soy una performer, y fuera de ella soy una persona que pone límites. Si alguien me pide sacarse una foto tocándome una teta, obviamente voy a decir que no, porque mi cuerpo es mío y no me apetece. Cuando en una sesión de webcam alguien me empieza a decir cosas fuera de tono, lo bloqueo. Yo tengo el privilegio de mandar a la mierda a muchas personas y poder seguir viviendo de ello. Hay personas que no pueden y que tienen que jugar con este personaje en su vida diaria, con la ilusión de que van a conseguir más trabajo. Hay actrices que se muestran como femme fatales en festivales, en las redes sociales y cuando te la encuentras por la calle… Me parece una estrategia de mercado que hay que respetar aunque no la comparta.
El año pasado protagonizaste el famoso anuncio del Salón Erótico de Barcelona, y recibiste duras críticas por lavar la cara con un discurso progre a un evento machista.
Fui la portavoz de ese salón erótico y entre las condiciones estaba rodar un anuncio. El guion me sonó bien porque concordaba con mis opiniones políticas. Yo soy una actriz que estaba haciendo su papel y creo que lo hice bien. Vi esa colaboración como una manera de conquistar un terreno hegemónico desde dentro. Organizamos charlas feministas que fueron un interesante punto de partida. Yo soy de las que creen que para poder destruir el patriarcado tenemos que meternos dentro. Hay pocos ejemplos de cómo desde la periferia se puede conquistar la hegemonía; a lo mejor Pikara es una de esas excepciones. Por eso acepto esas colaboraciones que critica el feminismo.
En España no se había lanzado un discurso prosex en espacios con grandes audiencias como Sálvame o el programa de Risto Mejide. Era un paso necesario, para dar una visión alternativa a la versión sensacionalista de 21 días en el porno de Samanta Villar. Prefiero dar una charla sobre feminismo a los de Forocoches que al grupo feminista de siempre.
¿Cómo llevas ser tan odiada por un sector de feministas?
Como ocurre con la izquierda española, nos regodeamos en nuestra eterna discusión sin entender que el terreno que hay que conquistar está ahí fuera. Entiendo la crítica, si es constructiva y nos sirve para crecer. No es una lucha interna, tenemos que hacer el camino juntas sin tirarnos piedras. Conozco el discurso abolicionista. Lo entiendo y lo respeto, aunque no esté de acuerdo, porque me parece naif hablar de abolir el patriarcado y el capitalismo. Pido ese mismo respeto hacia mi discurso. Estoy acostumbrada a ese “Amarna Miller no es feminista” pero me duele un poquito, me resulta frustrante que el propio movimiento reparta carnés.
Yo creo en ir conquistando atalayas. Como rodar una pelicula mainstream con pelos en las axilas sin decir nada, y salir del plató diciendo: “Ya lo he hecho, he plantado una semilla en un terreno fértil”. La periferia está chachi, pero te escucha la misma gente, y lo que mola es apelar también al consumidor mainstream, a mis seguidores de toda la vida, que luego me dicen: “Ay, pues me ha gustado verte sin depilar; voy a buscar más contenido de este estilo”.