“El ogro nos está devorando”, un grito de alarma contra la deriva política de Túnez
Lina Ben Mhenni, activista y bloguera tunecina, lleva años denunciando la censura, la violanción de derechos humanos, el abuso de la autoridad policial. Referencia sobre la Revolución de los Jazmines de 2011, candidata al Premio Nobel de la Paz, explica a Pikara Magazine la situación actual de su país y qué quedan de las revueltas de hace siete años.
Lina Ben Mhenni es una activista y bloguera tunecina reconocida por denunciar la censura y la violación de derechos humanos en su país. Autora del libro Una chica tunecina (A Tunisian Girl), que comparte el mismo nombre que su blog. Escritora, traductora y antigua asistente de lingüística en la Universidad de Túnez, además investiga y denuncia el abuso de autoridad de la policía tunecina, al cual ella misma se ha visto confrontada. Abrió su blog en 2007 y dos años después, cuando sus publicaciones comenzaron a adquirir un tono más crítico, pasó a ser censurada por el régimen de Ben Ali. Sin pseudónimo y denunciando las violaciones de la dictadura de cara visible, se convirtió en una referencia sobre la Revolución de los Jazmines, que en 2011 derrocó la dictadura e inauguró una transición democrática, aún en proceso. Este activismo la llevó a ser candidata al Premio Nobel de la Paz de ese mismo año, ganadora del Premio Internacional de Periodismo El Mundo y del reconocimiento The BOBs al mejor blog, además de haber sido recientemente incluida en el ranking de los 112 intelectuales más influyentes del mundo árabe para 2018 (Thought Leaders in the Arab world), en el que solo figuran 18 mujeres.
“Lo que motiva mi escritura y mi activismo es el amor que tengo por este país y por toda la humanidad. Si hago esto es por pasión y responsabilidad, antes lo hacía porque no había medios que hablasen de la situación real en Túnez”, explica Ben Mhenni después de participar y transmitir en directo a través de Facebook las manifestaciones del pasado 9 de enero. Reflexiona y añade “no obstante, la libertad de expresión ha retrocedido en los últimos años y por eso debo continuar mi militancia. Siento el deber de contar la verdad, no puedo cerrar los ojos frente a la desesperación de quien me pide ayuda”.
Con motivo del aniversario de la Revolución, muchos miradas se dirigen al país de Oriente Medio considerado ejemplo de transición democrática y detonante de las llamadas Primaveras Árabes, no solo porque en el pasado mes de enero se cumplieron siete años de la expulsión de Ben Ali del poder, sino porque el año ha arrancado en Túnez con una nueva ola de indignación rompiendo en las calles de una veintena de ciudades. Con la corrupción como telón de fondo y la austeridad que emana de la nueva Ley de Finanzas propuesta por el actual Gobierno de Youssef Chahed (del partido Nidaa Tounes), la crisis económica baila sobre un 15 por ciento de desempleo (más del doble entre la juventud) y la población hace malabares para enfrentar el insostenible aumento de precios resultado de una inflación que galopa ya por encima de un seis por ciento. Frente a tal situación, esta chica tunecina suma su voz a la movilización ciudadana que exige el bloqueo del paquete de medidas de recortes y de aumento de impuestos recientemente aprobado, con la esperanza de que la tierna democracia de su país madure.
“Los objetivos de la Revolución aún no han sido alcanzados” afirma Ben Mhenni. “El eslogan de la revolución en 2011 era empleo, libertad y dignidad. Si miramos la situación de hoy: el desempleo ha aumentado, es cierto que hemos tenido problemas de terrorismo (entre ellos los tres ataques de 2015 reivindicados por el Estado Islámico que se cobraron la vida de 60 personas extranjeras), lo que ha afectado al sector turístico, el más importante para la economía tunecina, pero el Gobierno no ha buscado alternativas y la corrupción aumenta cada día”, explica con una indignación que cuestiona la Ley de Reconciliación Administrativa aprobada en septiembre del año pasado y que concede la impunidad a miles de funcionarios del régimen de Ben Ali acusados de corrupción. Al preguntarle sobre la libertad y la dignidad, responde: “Tuvimos un año o dos de libertad de expresión pero eso no perduró. En los medios occidentales no se habla mucho pero cada día, en Túnez, hay ataques a la dignidad humana, blogueros, periodistas, raperos arrestados y múltiples casos de abuso de autoridad policial”. Una situación ya denunciada por Amnistía Internacional, que considera que el Estado de Emergencia decretado por el Gobierno tras los ataques terroristas de 2015 ha allanado el camino para múltiples tipos de violencias arbitrarias, entre ellas la intimidación de personas por una apariencia física supuestamente sospechosa de radicalización religiosa.
Las recientes manifestaciones han dejado decenas de personas heridas y casi unas 700 han sido detenidas; de entre ellas, más de diez activistas del movimiento Fech Nestannew?, que se creó para llamar a la movilización, además de tres líderes del partido político de izquierdas Frente Popular, principal fuerza de oposición al Gobierno. Los enfrentamientos entre manifestantes y policía también se cobraron la vida de Khomsi el Yerfeni, un indignado en situación de desempleo que falleció el lunes 8 de enero asfixiado según la versión oficial, desmentida por los testigos que afirman que fue atropellado por un coche patrulla. Varios periodistas, principalmente corresponsales, fueron detenidos o intimidados, según denunciaron Reporteros sin Fronteras y el Sindicato de Periodistas Tunecinos, después de que el presidente Béji Caïd Essebsi criticase la cobertura de la prensa extranjera hace unas semanas, ya que según el mandatario estarían exagerando los hechos y perjudicando a la imagen del país.
“Siempre que hay manifestaciones contra el Gobierno hay violencia, también lo vivimos en 2011. Algunas personas se aprovechan de la situación pero nosotros, activistas, creemos que los altercados provienen principalmente de personas pagadas para provocar el vandalismo y desacreditar las manifestaciones”, cuenta Ben Mhenni, que transmite en streaming todas las movilizaciones a las que puede asistir para demostrar que el ambiente es principalmente pacífico y motivar así a todos los que no se atreven a salir a la calle en momentos de reivindicación por miedo a la represión. Ella reconoce que el miedo es un sentimiento humano, pero que en combinación con el conformismo o la pereza puede ser fatal para la transformación democrática del país. “No basta con movilizarse en las redes sociales, hay que salir y hacer presión”, afirma al hacer referencia a la última publicación de 2017 en su blog dedicada al slacktivismo – o ‘activismo de sillón’ por la derivación de la palabra en inglés slacker (holgazán) -, post en el que anunció estar lanzando un grito de alarma contra la deriva política del país, porque “el ogro nos está devorando”.
Según cuenta, la Revolución de 2011 floreció gracias a la movilización en la calle, no fue una ‘revolución de Internet’ como muchos medios dibujaron. “Las redes sociales fueron un mecanismo para legitimar nuestros deseos democráticos y una herramienta muy poderosa de movilización. Considerando toda la censura que había en la época, además del monopolio mediático que poseía el régimen, las redes sociales fueron claves para difundir internacionalmente nuestra información, no teníamos otra vía”, explica la bloguera, que afirma estar todavía bajo la intimidación del Gobierno que controla algunos medios de comunicación. Numerosas obras artísticas vieron la luz con la llegada de la Revolución, radios y televisiones abrieron sus micrófonos a bocas llenas de críticas, pero algunas luces de gloria se nublaron cuando en 2014 el partido de Nidaa Tounes tomó el poder. Un poder opaco que Ben Mhenni no considera democrático porque cuenta con fuertes influencias del antiguo régimen. “Cuando, de una forma o de otra, regresan las antiguas fuerzas, indudablemente traen de vuelta las antiguas prácticas”, habla sin pelos en la lengua pero consciente de los riesgos a los que se expone: “Aunque no se trate de la censura directa de antaño, en Túnez se continúa arrestando personas por sus opiniones”, puntualiza esta activista que investiga casos de opresión religiosa y abusos de la policía. Siendo referencia en el asunto, tunecinas y tunecinos le contactan para pedirle ayuda, recibe un par de casos por mes de muertes sospechosas en comisarías y prisiones, y de violencia policial arbitraria casi cada día. “Yo ya fui una de las víctimas”.
En el verano de 2014 , cuando viajó a pasar sus vacaciones al sureste del país, Ben Mhenni recibió una paliza de una veintena de policías en una comisaría a pesar de contar con una escolta policial desde hace cuatro años por las amenazadas de muerte que recibe de algunos grupos terroristas. Su propio guardaespaldas la entregó al puesto de policía donde todo parecía estar planificado. “Cuando denuncié, giraron las tornas y me acusaron de haber agredido a los agentes, es la situación clásica”. Así comienza el relato de su proceso judicial que duró más de tres años hasta que hace escasamente unas semanas salió la sentencia declarándola inocente. De acuerdo con sus investigaciones personales: el oficial, que supuestamente debía protegerla, se podría haber vendido a los intereses islamistas porque, según ella considera, su trabajo en aquella época era muy crítico con el islamismo más radical. “Tanto islamistas como policías tienen interés en intimidarme y callarme”, declara esta mujer, quien recuerda que cada vez que un agente la para al volante la pone en evidencia como “la mujer que insulta a los policías”. Según ella porque “perciben mi trabajo de investigación como insultos”. Con una escolta renovada, Ben Mhenni debería avisarles cada vez que sale de casa, “pero hoy para la manifestación no los llamé. Desde aquel incidente a veces intento salir sin ellos”.
¿Y qué supone ser mujer en este escenario? “Continúa siendo problemático. Hay situaciones en las que cuando abro la boca me dicen que la cierre porque soy mujer”, responde la activista que explica como en muchos contextos las ideas de las mujeres no son consideradas y el simple hecho de que opinen puede desencadenar insultos o manipulaciones, como la difusión de sus fotos personales en redes para intimidarlas. No obstante, ella considera que las mujeres son una pieza clave de la campaña de reconstrucción del país. “Afortunadamente las tunecinas resistimos con fuerza. Hemos conseguido parar retrocesos como la antigua prohibición de matrimonio con hombres no musulmanes o la vuelta de la poligamia, pero no podemos bajar la guardia”, explica Ben Mhenni, que destaca la conquista de la ley contra la violencia a las mujeres, aprobada en julio de 2017 para mejorar la protección de las víctimas y modificar la antigua legislación que no consideraba como crimen la violación conyugal o absolvía a un violador o raptor de una menor si se casaba con ella.
Este Código Penal también fue alterado el año pasado para incluir una ley contra la tortura. Una reformulación que puede llegar a ser contradictoria y que no se ha llevado a la práctica hasta el momento, según un informe de Amnistía Internacional, que también denuncia el artículo 230 que criminaliza la homosexualidad y permite, para tal fin, la práctica del test anal que supone una violación del principio contra la tortura, según la organización. Los ataques que sufre la población LGBTI, en muchas ocasiones acusada de ultrajar la moral pública, se manifiesta también en actos homofóbicos del cotidiano como la inclusión de carteles en restaurantes, tiendas o taxis que prohiben la entrada de estas personas. Amna Guellali, directora de Observatorio de Derechos Humanos (Human Rights Watch, HRW) en Túnez, considera que el país avanza como una ameba, en varias direcciones al mismo tiempo, algunas más beneficiosas que otras. En el recién publicado informe de 2018, HRW destaca que entre los avances más perjudiciales figuran: la criminalización de personas LGBTI, la amnistía a la corrupción y el proyecto de ley que el Gobierno quiere aprobar para sancionar con mayor dureza las críticas contra la policía tunecina, considerando que ya existe un artículo penal (el número 125) que penaliza el “ultraje a un funcionario público”, tipificación que mantiene a numerosas personas arrestadas en prisión por acusaciones, en muchas ocasiones manipuladas, como es el caso de una gran parte de las detenidas en las recientes manifestaciones, según denuncia la activista Ben Mhenni. El informe de este año de la organización Freedom House (Casa Libre) advierte también del deterioro de la democracia tunecina como resultado de la anulación de las elecciones municipales que fueron pospuestas para este año, del poder de figuras del antiguo régimen que defienden sus intereses a través de la nueva legislatura o de la dominación del poder ejecutivo sobre el legislativo, entre otros asuntos, que de continuar por el mismo camino podrían poner en tela de juicio la calificación de “país libre” que la organización le otorga a Túnez.
“Cuando se hace una revolución no es solo para evitar una guerra civil, sino para mejorar las condiciones de vida”, declara Ben Mhenni que afirma haber perdido la fe en los actuales partidos políticos y explica que las tentativas de formaciones alternativas se ven trabadas por la censura indirecta de los monopolios de poder. Resalta además la dificultad de lidiar en un terreno que fue restringido durante los anteriores regímenes autoritarios. “Cuando salió Ben Ali, no estábamos familiarizados con el trabajo político pero estamos aprendiendo. Han sido siete años de formación y activismo pero la herencia de tantos años de dictadura no se cambia de un día para otro, la transición precisa de tiempo y de perseverancia”, explica esta tunecina que se muestra optimista con el futuro de su país. “Hay una juventud que conoce el sabor de la libertad, que cree en el poder de sus ideas, por eso confío en un mejor avenir”.