Marisa Paredes, la gran diva del cine español
Las divas tienen algo de humanas y mucho de diosas. Las divas tienen glamur, encanto y la capacidad de fascinar, y de hacer soñar, y de desear. Hay pocas actrices españolas que hayan alcanzado este estado de gracia. Marisa Paredes es una de ellas.
La influencia de la actriz Marisa Paredes y su trayectoria en el cine español será reconocida con el Goya de Honor en la gala de la 32 edición de los Premios Goya. Un merecidísimo reconocimiento para una de las actrices más importantes de las últimas décadas. Que llega, además, tras la reciente Espiga Honorófica en la Seminci; y se suma al Premio Nacional de Cinematografía (2007) y a la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2007). Por apuntar: desde 1986 hasta ahora, únicamente la actriz Rafaela Aparicio (1987), la actriz y cantante Imperio Argentina (1988), la cineasta Josefina Molina (2011) y las actrices Concha Velasco (2012) y Ana Belén (2016) han sido merecedoras del galardón honorífico; es decir, seis mujeres de un total de 32 premios, un porcentaje ínfimo.
La Junta Directiva de la Academia de Cine, que la Paredes dirigió entre los años 2000 y 2003 (año de la mítica gala del ‘No a la guerra’) decidió distinguirla con el Goya de Honor por “una prolífica y prolongada carrera, trayectoria que mantiene con absoluto vigor, apostando en numerosos trabajos por proyectos cinematográficos nacionales e internacionales definidos por el riesgo y el prestigio”.
En más de 50 años de carrera fílmica, como es lógico, ha podido desarrollar un buen número de registros y personajes. Comenzó trabajando en el teatro en la compañía de Conchita Montes y se curtió en largas giras por España. Tras trabajar en televisión (en aquellos míticos Estudio 1) da el salto al cine con ‘091 policía al habla’ (1960). Es difícil elegir y seleccionar uno de sus papeles, pero sin duda, desde un punto de vista sentimental y nada objetivo, me quedo con el personaje de Zoila en ‘Opera prima’, de Fernando Trueba, que supuso su primer papel relevante; y con los personajes que ha interpretado en las películas de Pedro Almodóvar, que supusieron su definitiva proyección internacional.
‘Ópera prima’ es la primera película en la que Paredes tiene su primer papel de impacto. Rodada en el año 1980, inició la corriente cinematográfica, junto con las primeras películas de Fernando Colomo, de lo que se denominó comedia madrileña y que supuso una importante ruptura con el cine anterior. Zoila, una directora de cine porno, es dueña de su sexualidad, algo que sorprende y mucho. Si bien la película es una defensa del desorientado hombre español que observa cómo las mujeres ya no van a ser tan sumisas como lo fueron sus madres o abuelas, no podemos pasar por alto un nuevo escenario en el que las mujeres son protagonistas. El personaje de Zoila, con su preocupación por la pornografía dura y su glamurosa capacidad de dejar secos a los hombres, es subversivo e inspirador.
Tampoco es excesivamente rompedora la filmografía de Pedro Almodóvar centrada en el sufrimiento de las mujeres, pero los personajes de Becky del Páramo en ‘Tacones Lejanos’ (1992), Leo en ‘La flor de mi secreto’ (1995) o Huma Rojo en ‘Todo sobre mi madre’ (1999) han supuesto un punto de inflexión en la interpretación de mujeres intensas en papeles dramáticos. Paredes trabaja con Almodóvar por primera vez en la disparatada, rompedora e irregular ‘Entre tinieblas’ (1983) donde interpreta a Sor Estiércol, la monja escritora de novela rosa aficionada al LSD; y trabajará también en ‘Hable con ella’ (2002) y ‘La piel que habito’ (2011).
En ‘Tacones lejanos’ construye una excesiva madre mucho más interesada en su carrera profesional que en criar a su hija. Imposible olvidarse, por otro lado, de su actuación vestida de verde Armani y con guantes rojos en las tablas de un teatro. Incluso puedes llegar a olvidar que la voz de la canción ‘Piensa en mí’ es en realidad la de Luz Casal.
Es difícil establecer un ranking de sufrimiento en las películas de Almodóvar, pero Leo, en ‘La flor de mi secreto’, se lleva una buen porcentaje. Esa mujer liberada en lo económico con una dependencia tan patética como enfermiza a hombres inferiores sufre a chorro. De nuevo es difícil no recordar la infinita vulnerabilidad que supone pedir a un yonqui que te ayude a quitarte los botines mientras llueve o que tu madre te diga que vas por la vida como vaca sin cencerro.
Huma Rojo es otra diva, esta vez del teatro con una vida compleja marcada por el éxito y por la soledad a partes iguales.
Marisa Paredes está gloriosa en todas las interpretaciones que hemos comentado. Tanto, que nos posibilita trascender la mirada (en ocasiones) misógina de Almodóvar. Es muy revelador cómo puede variar el análisis cuando ponemos el foco en sus actrices y no en el cineasta y su obra.
La figura de Paredes es reflejo de la evolución de la sociedad española de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI. Vivió una infancia marcada por la estrechez y la pobreza de la posguerra, mientras soñaba con ser artista. En una entrevista concedida hace poco a la Academia de Cine cuenta que lo que le enganchó de la interpretación fue el misterio, el pensar que en el teatro pasaba algo mágico y se podía soñar.
Necesitamos soñar. Y por eso necesitamos muchas divas y muchas mujeres glamurosas para poder seguir ampliando los referentes culturales y cinematográficos. Solo así podremos seguir soñando. Muchísimas gracias, Marisa Paredes.