Cuando una iniciativa progitana se tornó antigitana
El cortometraje 'Partir de cero', realizado por hombres payos para la Fundación Secretariado Gitano, nos anima a las personas gitanas a esforzarnos para alcanzar la igualdad de oportunidades. Una filosofía estilo Mr. Wonderful que elude señalar el racismo estructural y social que nos subyuga.
Rebeca Santiago*
Navegando por la red en busca de material para una investigación una aburrida noche de invierno, me encuentro con un corto de animación desarrollado por la Fundación de Secretariado Gitano con el fin de sensibilizar sobre el racismo y la discriminación que los gitanos y gitanos sufrimos a diario. Sonrío y pienso que es una gran idea. Me encantan los cortos animados y si además sirven para concienciar a la sociedad pues mejor que mejor. Así que pincho en el enlace y me dispongo a verlo.
De entrada aparece una introducción que me chirría pues leo que, en palabras de Isidro Rodríguez, director general payo de la FSG: “El corto Partir de Cero es una hermosa historia en la que Samara, una joven gitana, descubre, el día que decide independizarse como cualquier joven, que ella no es como los demás.” Ella no es como los demás… Estas palabras se quedan bailando en mi cabeza y no puedo parar de repetirlas: ella no es como los demás. Trato de recordar todas esas veces que de pequeña mi mama me decía que yo era una niña como las demás, que no hiciera caso de los otros niños y niñas que con desprecio trataban de convencerme de lo contrario. “Ella no es como los demás”… Vuelvo al presente y esta combinación de palabras aparentemente inofensivas me transportan esta vez al relato del “otro”, del “diferente”. Esa Otredad sobre la que se construyó el odio de las ideologías xenófobas y fascistas. A los pueblos no blancos se nos viene sometiendo a un proceso de destrucción, colonización y exclusión social a causa en parte de esa idea etnocéntrica tan colonial y tan europea de la alteridad. En este caso la frase lleva implícita la creencia de que los gitanos y gitanas no formamos parte de lo que se considera propio o normal.
En otro contexto el relato de la Otredad podría utilizarse como medio para alcanzar un significativo grado de refuerzo identitario, algo muy necesario para los individuos pertenecientes a minorías perseguidas y humilladas, pero no es este el caso, dado que aquí lo que se están reforzando son los estereotipos negativos. Lo ideal hubiese sido que, para un corto que se hace para combatir el racismo, este hiciera algo distinto y rompiera de forma transgresora con los estereotipos que perpetúan la estructura racista.
Y en estas reflexiones estoy cuando mi mente divaga otra vez y llega a la conclusión de que he pasado toda mi vida intentando convencerme de que no soy diferente de las otras niñas de la escuela y ahora la FSG me dice que yo y mi mama estábamos equivocadas. Mal empezamos. Sigo leyendo: “(..) Que en realidad vive muy lejos de la Ciudad Cero, donde los demás jóvenes tienen oportunidad de empezar a construir sus vidas, y, que ella para llegar allí, primero tendrá que ascender por escarpados caminos llenos de obstáculos (El Bosque de los Prejuicios, la Cueva de las Miradas Negativas, la Ciudad de las Puertas que se Cierran…) para alcanzar su objetivo, la ciudad Cero, donde todo empieza. Una metáfora de la realidad de miles de jóvenes gitanos”.
¡Y cuál es mi sorpresa al encontrarme aquí con la empalagosa a la par que engañosa filosofía de Mr. Wonderful! Ya sabéis, el “Si quieres puedes, todo depende de ti” (guiño, guiño, sonrisa destelleante). El mayor éxito de la ideología dominante más liberal, que ha convencido a la sociedad mayoritaria de que el género, la clase social y la raza no son obstáculo para lograr el bienestar y estatus social del que gozan los payos y payas más acomodados. Esa cultura del esfuerzo que responsabiliza al individuo por ser víctima de opresiones colectivas y estructurales. Vamos que en este caso, la culpa de que los gitanos y gitanas vivamos en condiciones de exclusión social es nuestra por no esforzarnos lo suficiente. Porque claro, que hayamos sido un pueblo perseguido durante más de 500 años no tiene nada que ver. Ni que ellos sean los descendientes de los colonizadores que esclavizaron a nuestros ascendientes y a los de nuestros hermanos y hermanas afrodescendientes y expropiaron tierras y riquezas tampoco influye. Ni que en el presente las políticas racistas sigan beneficiándoles. Ni que la sociedad paya nos siga vetando de todos los espacios, negándonos un empleo o alquilar una vivienda. Ni que el propio Gobierno meta a nuestros niños y niñas en escuelas gueto que les condenan a la exclusión y marginación de por vida. Ni la segregación racial en barrios de la periferia. Nimiedades.
Pero por mucho que traten de convencernos de lo contrario, los gitanos y gitanas sabemos demasiado bien (porque lo vivimos en nuestras carnes) que, a la hora de determinar nuestro destino económico, pocas cosas importan tanto como el barrio en el que nacimos. Y si a esto le añadimos el género y la raza a la que pertenecemos, el ascenso y la movilidad social son auténticas quimeras.
Trato de serenarme y pienso que quizá exagero así que continúo: “Esta campaña de sensibilización tiene otro elemento esencial, el cuento Partir de Cero, escrito por Màxim Huerta e ilustrado por Carlos Salgado. Ambos, corto y cuento, tienen como protagonista a Samara, una joven gitana que representa a todos los jóvenes que se esfuerzan por alcanzar la igualdad de oportunidades.
Màxim Huerta señala: “Es importante comprometerse con la Fundación Secretariado Gitano, que lucha por crear la Ciudad Cero, una ciudad en la que todos somos iguales y partimos con las mismas oportunidades”.
Y nos encontramos aquí con la confirmación de lo que sospechaba y no era una exageración, esta es la frase estrella: “Samara, una joven gitana que representa a todos los jóvenes que se esfuerzan por alcanzar la igualdad de oportunidades”. Como si la igualdad de oportunidades a la que se refiere dependiera de nosotras y no de que el sistema opresor y racista antigitano que nos subyuga y del que él forma parte deje de ejercer relaciones de poder y subalternización, como por ejemplo ocupar estos puestos de trabajo que deberían ser ocupados por personas gitanas.
En lo que llevo de lectura me he encontrado con cuatro personas que dirigen y realizan este proyecto: Isidro Rodríguez, Màxim Huerta, Carlos Salgado y Antonio Resines como narrador. ¡Los cuatro payos! ¡Los cuatro hombres! Cuatro hombres payos que desde su posición privilegiada me cuentan que me tengo que esforzar para alcanzar la igualdad de oportunidades. Se me escapa una maldición.
Llamadme loca pero un proyecto de una organización no gubernamental (ONG pro-gitana) que pretende la promoción del Pueblo Gitano lo más lógico es que lo protagonizaran y lideraran personas gitanas, por aquello de la igualdad de oportunidades. Pero vamos, igual es que no encontraron a ningún gitano o gitana que conozca al Pueblo Gitano y sus necesidades, ni a ningún escritor gitano o gitana capaz de relatar un cuento sobre su gente y los problemas con los que se encuentran a diario, ni a ningún gitano o gitana con habilidad para ilustrar el cuento, y estoy hablando por hablar. Así, ahora mismo y sin investigar demasiado, se me ocurre que podían haber encargado el corto al realizador gitano José Heredia, quien tiene una larga trayectoria en producción audiovisual; el cuento a la autora gitana Ana Giménez Adelantado, también con una extensa carrera en producción de textos y estudios sobre el Pueblo Gitano. Para ilustrar el cuento o narrarlo en el corto, podían haber contado con cualquier miembro anónimo de la comunidad gitana con habilidades para realizar esos trabajos.
En fin, decido darle una oportunidad al corto, tomo aire y le doy al play. Voz en off, un payo me cuenta cosas. Cosas de gitanos. Resoplo. Samara cumple 18 años y tiene un sueño: tener un empleo y un lugar donde vivir. Nótese lo perverso del concepto, tener un empleo y una vivienda es para las jóvenes gitanas un sueño, un deseo y no un derecho. Suelto otra maldición.
Entendemos además que Samara ya no estudia, de lo contrario estaría en clase preocupándose de aprobar sus exámenes y no de entrar en el precario mercado laboral. Otro estereotipo negativo. Qué bonito hubiera quedado mostrar a Samara en el campus con otras muchachas (payas y gitanas) de su edad. Eso sí que hubiera resultado verdaderamente rompedor.
En su camino hacia el acceso a un empleo atraviesa un bosque. Al principio encuentra seres de luz, representados por criaturas blancas. Blancas. Seguro que se trata de una casualidad, pienso.
Samara sigue caminando y llega al Bosque de los Prejuicios. Aparecen de detrás de los árboles figuras negras de carnosos labios rojos y blancos dientes que quieren atraparla. Pienso: “¡No puede ser!”. Echo para atrás y lo vuelvo a ver. Sí es. Han representado los prejuicios con las caricaturas que se usan para representar a los negros y negras. Porque como todo el mundo sabe, quien vierte prejuicios sobre los miembros de la comunidad gitana son las personas negras. No los blancos y blancas. No los payos y payas. No. Los negros y negras. Demonizando así aún más si cabe a otro colectivo duramente castigado por el racismo ejercido por los blancos y blancas y perpetuando los estereotipos que condenan a esta comunidad a la discriminación, y al mismo tiempo eliminando estratégicamente del imaginario colectivo la imagen del payo racista que daña a los gitanos con sus prejuicios. Si esta es la manera en la que los realizadores toman conciencia sobre la responsabilidad que tienen los payos sobre nuestra suerte no me quiero ni imaginar cómo continúa el corto. Definitivamente se han equivocado de color (sospecho que deliberadamente). Tendrían que haber pintado a las figuras que simbolizan los prejuicios de color blanco. Hubiera sido más real, representativo y honesto. Aquí se refleja quién tiene el poder de cambiar la situación pero no lo hace y sigue con los mismos mecanismos para que nada cambie. Para que todo siga igual.
La voz en off del payo le dice a Samara que debe hacer oídos sordos y seguir caminando, vertiendo así sobre Samara la responsabilidad de que el salir airosa de esa situación depende de ella. Marcándose una culpabilización de la víctima (otra vez) de manual. Si de verdad el proyecto pretende alcanzar la igualdad de oportunidades debería haber dado un giro inesperado y que la voz en off u otros personajes (blancos) combatiesen a esas figuras que lanzaban prejuicios sobre Samara. Cortar la raíz para acabar con el monstruo del antigitanismo.
Eludir responsabilidades y señalar a la víctima y no a los verdaderos culpables es una forma muy antigua de ejercer opresión. Es considerar la situación como un problema personal e individual para evitar señalar lo que verdaderamente es, un problema político y colectivo.
Hay que (re)educar a los payos para que no tengan prejuicios contra los gitanos, no convencer a los gitanos de que los prejuicios no importan porque sí importan, son clave para la convivencia, el respeto mutuo y el progreso.
Esta invisibilización del problema es un mecanismo ya utilizado a mediados del siglo pasado que consistía básicamente en mirar para otro lado. No existe lo que no se ve. La eterna negación del sistema opresor como forma de perpetuar el sistema opresor.
Samara camina durante varios días y llega a la Ciudad de las Puertas que se Cierran, donde —¡ooh, sorpresa!— no vemos el color de las personas que le cierran las puertas a nuestra protagonista, sólo nos muestran a través de unas mirillas unos ojos oscuros enrojecidos sobre un fondo negro. El color blanco sólo aparece en el ser de luz que la acompaña todo el tiempo.
Triste y abatida, la joven Samara llega a la Cueva de las Miradas Negativas, tropieza con una piedra (nótese aquí también la simbología, el racismo simbolizado con una piedra y no con una persona blanca), cae al agua, hundida pierde toda esperanza, piensa en rendirse porque cree que, en palabras del payo en off, “no logrará alcanzar su sueño”.
Yo: ¿sueño?, ¡¡¿cómo que sueño?!! Ya, muy indignada, grito otra maldición.
Y entonces Samara, guiada por la criatura blanca (ojo ahí al detalle), emerge a la superficie, el ambiente se torna luminoso y colorido, la voz en off habla con exagerado entusiasmo y con tono épico, la música eleva el ritmo y ante Samara aparece una enorme ciudad moderna con altos edificios y sofisticadas estructuras de transporte. Ha llegado a la Ciudad Cero, donde consigue un empleo porque supuestamente parte con igualdad de oportunidades. Y aquí ya dejo salir todas las maldiciones que se me ocurren.
¿En serio? ¿De verdad nos quieren hacer creer que a partir de ahora Samara ya no se va a encontrar con prejuicios, puertas cerradas y miradas negativas? ¿Que el peso de la historia de sangre y lágrimas de su Pueblo que irremediablemente lleva a sus espaldas ya no es un lastre para ella? ¿Realmente creen que porque ha hecho oídos sordos a los prejuicios y cerrado los ojos ante las miradas negativas ha desaparecido el problema y ya parte en igualdad de oportunidades que los y las jóvenes payas que gozan históricamente de todos los privilegios socioeconómicos y culturales posibles?
Pues espera y verás el disgusto que se va a llevar nuestra Samara cuando siendo ella una de las mejores y más reconocidas empleadas, un día cualquiera la echen de su trabajo sin explicación ni motivo alguno más que el descubrimiento por parte de algunos clientes de que Samara es gitana. Exactamente lo que me ocurrió a mí.
*Rebeca Santiago es colaboradora de la Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad