El descargo de la femme fatale: ‘The Sinner’ y ‘Alias Grace’

El descargo de la femme fatale: ‘The Sinner’ y ‘Alias Grace’

Las dos brillantes miniseries de Netflix ahondan en la realidad que subyace bajo la condena de una mujer por asesinato y nos enseñan algo más sobre los entresijos de la culpa femenina: una de las más enrevesadas armas del patriarcado.

Fotograma de Alias Grace

Fotograma de ‘Alias Grace’

“Cuando esa ha sido tu realidad durante tanto tiempo resulta difícil no pensar que esa es la verdad” (Los archivos del pentágono, Spielberg, 2017)

Es una realidad contrastada que 95% de los asesinatos acaecidos en el mundo son cometidos por hombres (independientemente del país, de la tipología del homicidio y del arma empleada), lo que no ha sido obstáculo para que reconocidos cineastas durante mucho tiempo gustaran de situar a la mujer como representación de sus villanos más despiadados: Perdición (Wilder, 1944), La dama de Shangai (Wells, 1947), Chinatown (Polansky,1974)… son ejemplos de películas que han consagrado el arquetipo de la ‘femme fatale’ (contrapuesto al modelo de la ‘santa’) en el cine más patriarcalista.

Las cosas cambian y este último año en concreto ha llamado la atención la proliferación de obras de ficción audiovisual que retratan a la mujer asesina desde una perspectiva inusual: El seductor (Coppola, 2017) y Lady Macbetch (Oldroyd, 2017), por ejemplo, lo han hecho como revancha expiatoria hacia el arquetipo masculino del conquistador (la primera) y la opresión de la cultura machista decimonónica (la segunda); y las series de mayor éxito han decidido poner su atención en el contexto de abusos que antecede a una acción de tal rareza, para redimir y descargar a la mujer de una condena o castigo inmerecido. Lo hemos visto ya en Big Little Lies (Kelley, 2017), pero el tema se aborda especialmente en otras dos espléndidas miniseries: Alias Grace (Harron, 2017) y en The Sinner (Campos, 2017).

A pesar de estar basadas en dos novelas de contextos muy diferentes, una de la alemana Petra Hammesfahr (The Sinner) y otra de la canadiense Margaret Atwood (Alias Grace), estas dos series de la plataforma Netflix tienen en común mucho más que a una protagonista condenada por asesinato. La trama va desvelando en ambos casos un pasado extremadamente opresivo, marcado por el abuso (no solo sexual), en el que el papel de la mujer solo tiene sentido en la medida en que permanece al servicio de otros. Las dos utilizan, entonces, la dialéctica machista ‘mujer fatal’ versus ‘abnegada’, pero no para contraponerlas sino para marcar su relación. En las dos historias también, el principal obstáculo para la exculpación lo constituyen los lapsus de las propias protagonistas que no recuerdan lo que realmente ocurrió y, de partida, asumen la culpa impuesta (desde fuera). Las ausencias u olvidos de las reas actúan como metáfora de su incapacidad para saberse inocentes, de un sentimiento de culpa que deviene del contexto abusivo que ha rodeado a las dos mujeres mucho antes de que se cometiera el crimen: “Llevas muchos años echándote la culpa, ¿verdad? No sé cómo, pero eso te lo hizo alguien en algún sitio” (le dice el detective Ambrose a Cora Tannetti en The Sinner).

Fotograma de 'The Sinner'

Fotograma de ‘The Sinner’

Partiendo de este escenario, entendemos que La protagonista de Alias Grace se preocupe poco de participar en el terapéutico interrogatorio del doctor Jordan: “No estoy en disposición de querer decir algo” (Ep.1, 15:19 ), porque, en última instancia, ¿tiene sentido preguntar a mujeres que han nacido para sentirse culpables si realmente lo son? Es por esto que ambas necesiten de la intervención de un agente externo con autoridad para redimirlas, que crea en su inocencia (más que ellas mismas) y las ayude a “recordar” a través de una escucha libre de prejuicios. En este sentido, el papel de los dos hombres que intervienen para ayudarlas va a resultar clave y es atípico para su género pues no exige de intervención mesiánica, sino de empatía y escucha, pero solo uno conseguirá su objetivo. “Me gustaría ser encontrada, me gustaría ver o ser vista”, dice Grace (Alias Grace), pero para que eso ocurra es necesario que alguien quiera mirar “cara a cara”, y no a través de un espejo o de forma narcisística, revela el texto de la autora de El cuento de la criada, en el último episodio de la serie (15’:49”), aludiendo al conocido pasaje bíblico.

En este sentido, Grace Marks (Alias Grace) no corre la misma suerte que Cora Tannetti (The Sinner) y se queja del doctor que intenta infructuosamente confiar en ella: “Aún no entiende que una no se siente culpable por las cosas que ha hecho, sino por las cosas que otros le han hecho” (15’:49”). A pesar de las interminables conversaciones que mantiene con la joven (que considera sincera), el doctor Jordan seguirá dudando, se dejará influir por la versión de un asesino, de un niño asustado, de un abogado (que sabe) machista, y acabará delegando su autoridad a un doctor poco ortodoxo del que desconfía (y que el espectador sabe un farsante)…, antes de creer en la voz de la propia Grace.

Al poner más ahínco en describir el marco de la acción que en facilitar una prueba decisoria para la resolución del misterio, la interesante aportación de la obra de Margaret Atwood es delatar que ni un hombre tan respetuoso como el doctor Jordan, ni si quiera el propio espectador que en la actualidad ve la serie, es capaz de anteponer la versión (completamente coherente y verosímil) de la mujer, al relato (en cambio, de origen dudoso) de los distintos hombres que la creen culpable.

En The Sinner, en cambio, el personaje de Harry Ambrose representa a un hombre torturado de especial sensibilidad que es capaz de identificarse con la condenada:

Cuando te interrogué la primera vez en comisaría, por la forma en que te echabas la culpa, aquel sentimiento me resultó familiar… Porque yo también lo hago… Lo que ocurre es que alguien nos hizo algo cuando éramos pequeños que no fue culpa nuestra. Quiero que sepas que no hicimos nada malo…”. (Ep. 8; 35’: 22”)

Esta empatía permite al inspector confiar en la inocencia de Cora desde el primer momento por encima de los aparentes hechos que la inculpan y ayudarla a recordar lo que ha olvidado: que realmente es inocente. Quizá esa sea la clave y solo cuando el otro ha pasado por lo mismo, es posible comprender. Solo cuando el hombre ha sufrido el abuso que supone ser condenada (por algo de lo que en realidad se es víctima), le es posible evidenciar la injusticia que oprime a la mujer y ayudarla.

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