Los hombres explican a hostias

Los hombres explican a hostias

Alba Casais Ardao

Ilustración de Alba Casais Ardao

Estoy tranquila en una terraza de la ciudad, hace sol y voy a tomarme el café de la mañana y fumarme un cigarro. Abro el libro de Rebecca Solnit, Los hombres me explican cosas. Pienso en hacerle una fotografía a […]

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30/03/2018

Alba Casais Ardao

Ilustración de Alba Casais Ardao

Estoy tranquila en una terraza de la ciudad, hace sol y voy a tomarme el café de la mañana y fumarme un cigarro. Abro el libro de Rebecca Solnit, Los hombres me explican cosas. Pienso en hacerle una fotografía a la portada y usarlo cuando me apetezca trolear a algún machirulo en las redes. Llegué a la página 58 y algo hizo clic en mi mente.

He pensado durante mucho tiempo en aquel concierto de Novedades Carminha. En ese bofetón gratuito disfrazado de juego romántico y erótico. El bofetón con el que me giró la cara. Una hostia que decía entre líneas “eres mía y de nadie más”.

En ese momento él se posicionó como dominante y yo asumí la sumisión. Dominio que encubre el miedo a perder la virilidad, a perder la seguridad de tener siempre a alguien que le aplauda.

Yo quería irme de fiesta después del concierto con unos colegas y mi nuevo “novio”. Novio, porque había ya entre nosotros un contrato que no había sido hablado ni escrito.

Por supuesto, le devolví los golpes en la cara con fuerza. Él estaba confuso después.

-¿Por qué me has pegado tan fuerte?

-Te lo devuelvo. No ha venido a nada.

-Era un juego, ¿por qué lo haces con tanta rabia?

Tú, mujer. No tienes derecho a defenderte, ni a tener rabia, ni a marcar tu espacio, ni a la dignidad.

Eso es lo que mi compañero tenía asumido desde sus primero años de vida. Y yo, también. De ahí la confusión de ambos, mezclada con el deseo desenfrenado de posesión del cuerpo y voluntad del otro.

Por supuesto, en ese grupo de amigos, con los que habíamos disfrutado del concierto, había uno al que deseaba y no me molesté en ocultarlo. Mi compañero no podía soportar la idea de perder el poder sobre mí.

Dejé atrás este momento, pero nunca lo olvidé, como sí que he olvidado otros episodios violentos y abusivos. Lo dejé atrás como si hubiese sido un arrebato infantil de mi inseguro compañero, porque claro, si hizo eso sería porque me quería demasiado. Esta hostia precedió a una relación tortuosa y tóxica de la que he tardado años en recuperarme. Años, para poder ver con claridad lo que había sucedido. Una clara toma de poder por su parte y de sumisión por la mía. Y así, con un breve gesto que dejé pasar se perpetúan 2500 años de patriarcado y violencia machista. Lo dice bien claro Gerda Lerner en La construcción del Patriarcado: “El sistema patriarcal sólo puede funcionar gracias a la cooperación de las mujeres”. Así que mujeres, toca deconstruirse, toca revolucionarse cada día.

Además de denunciar estos casos y pelear por nuestros derechos, es muy necesario hacer autocrítica. Analizar nuestros propios comportamientos, para poder ser conscientes de situaciones del día a día, que dejándolas pasar nos sitúan en una posición de debilidad.

“La violencia me horroriza, pero también me espanta la subyacente asunción de que el abusador tiene el derecho a controlar y castigar a su víctima y la manera en que dicha violencia se utiliza con esta finalidad”.

Rebecca Solnit, Los hombres me explican cosas.

 

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