‘Influencers’ contra la extranjerización y los rumores

‘Influencers’ contra la extranjerización y los rumores

Quan Zhou, Ramia Choui y Silvia Albert forman parte de las primeras generaciones de españolas y españoles descendientes de inmigrantes que, a través del arte y otras herramientas comunicativas, están narrándose en primera persona, completando así la nueva radiografía humana de nuestra sociedad intercultural, contribuyendo a desterrar rumores y evidenciando la interseccionalidad que atraviesa cualquiera de nuestras identidades.

18/04/2018

“Cuando eres pequeña, no diferencias etnias ni nada de eso. A los seis años, cuando me ‘insultaban’ diciéndome que era china, me recuerdo mirándome al espejo intentando entender eso de que tenía los ojos rasgados, porque yo no me daba cuenta. Esa extranjerización me hizo sentir que ser china era malo porque me distanciaba de la sociedad, de mis compañeros de clase, de mis amigos”.

Quan Zhou es española porque nació, literalmente, en un taxi en Algeciras, crecido en Málaga y, en la actualidad, reside en Madrid. Sin embargo, como la mayoría de las hijas e hijos de inmigrantes, ha madurado teniendo que enfrentarse diariamente a una sociedad que la etiqueta como extranjera, fuera de los márgenes que delimita qué es ser una persona española ‘de verdad’.

“Yo me he rebelado siempre contra esa extranjerización. Me peleaba con mis compañeros porque quería tener amigos, ser una igual. Y cuando volvía a mi casa, tampoco pensaba como mi familia. Eso te hace sentir aislada, inmersa en un conflicto de identidad desde pequeña hasta que te encuentras. Un proceso que puede llevar bastantes años”, explica esta casi treintañera que creció jugando -y más tarde, trabajando- con sus hermanas entre las mesas del restaurante que su familia regenta en Málaga, enfuruñándose porque en su casa no se celebraran los Reyes Magos y envidiando los bocadillos de filetes empanados que sus compañeros se comían en el recreo. Pero también viéndose obligada a desmentir desde pequeña que los gatos desaparezcan de los barrios donde se abre un restaurante chino, que coman perro, o que los chinos sólo se juntan entre ellos.

“Mi madre no entendía por qué me enfadaba porque me dijesen ‘chinita tú’, me decía que les dijese ‘españolito tú’, no era capaz de ayudarme. Ese vacío de no sentirte de ningún sitio lo he tenido que salvar a lo largo de los años hasta llegar a identificarme como parte de la comunidad hispanochina, porque soy española, pero también china por todos esos valores que he adquirido y que son una riqueza que se irá perdiendo en las siguientes generaciones”, explica Zhou, que volvió a sentir una doble extranjerización cuando se mudó a Madrid hace una década para trabajar como diseñadora gráfica y a sus rasgos asiáticos se unieron los comentarios que despertaba su acento andaluz. “Todo el rato me decían que qué graciosa, era un poco el día de la marmota”.

Pero hay poco de ‘drama queen’ en cómo afronta Quan Zhou sus experiencias y mucho de humor y vocación comunicativa. Por ello, hace unos años empezó a ilustrar sus vivencias y colgarlas en Tumblr. Su éxito fue inmediato y poco después publicaba ‘Gazpacho agridulce’, un cómic que recorre su vida y la de su familia con el que, según nos cuenta, muchos hijos e hijas de chinos residentes en nuestro país se sintieron por primera vez identificados y narrados, y con el que muchos españoles sin relación previa con esta comunidad pudieron sacudirse un montón de prejuicios que siguen lastrando la vida de esta comunidad. A este libro le siguió ‘Andaluchinas por el mundo’, en el que recoge sus aventuras y las de sus hermanas por los países a los que se fueron a seguir formándose. Un libro que parió después  de que apareciese en un reportaje de El País sobre españoles hijos de extranjeros y de que entre los múltiples mensajes que suscitó en las redes, encontrase el siguiente: “Que nazca un hámster en un establo no le hace un caballo”. Esta novela gráfica fue su manera de encajarlo.  “Es una emigración reciente y hay mucho desconocimiento. Soy la primera china con la que mucha gente ha entablado amistad. Confío en que esta relación se vaya normalizando mediante la interculturalidad”, concluye.

La extranjerización consiste en mostrar a las personas de origen migrante como “otros, distintos, inasimilables, desiguales”, según el catedrático en Filosofía del Derecho, Javier de Lucas. Una definición que recogió en un artículo de 2003 sobre la política de inmigración que el Gobierno del Partido Popular había dibujado mediante sus sucesivas reformas de la Ley de Extranjería, destinadas a adecuarse a las necesidades del mercado para lo que “los inmigrantes que consiguen llegar han de ser visibles legalmente como diferentes”. Esta extranjerización y esta ‘otrorización’ -como se le empieza a llamar en determinados círculos académicos al discurso del ‘nosotros’ y los ‘otros’- no se ha limitado a las poblaciones migrantes, sino también a sus descendientes.

En este sentido, Quan Zhou forma parte de las primeras generaciones de españolas y españoles descendientes de inmigrantes que a través del arte y otras herramientas comunicativas están narrándose en primera persona, completando así la nueva radiografía humana de nuestra sociedad intercultural, contribuyendo a desterrar rumores y evidenciando la interseccionalidad que atraviesa cualquiera de nuestras identidades.

Zhou es también una de las tres protagonistas de la campaña ‘Así te comes un rumor’ que ha lanzado la Xarxa BCN Antirumors, una red integrada por asociaciones, entidades, personas, programas, servicios municipales y el Ayuntamiento de Barcelona con el objetivo de acabar con estos prejuicios basados en el desconocimiento, que generan desigualdad y lastran la convivencia de la ciudad. Ante el aumento de los delitos de odio y de los mensajes discriminatorios en las redes sociales, esta campaña busca combatir desde las mismas y con su lenguaje viral, los discursos populistas y racistas que alimentan los rumores, refuerzan los estereotipos y fomentan la desconfianza entre las personas.

“La estrategia antirumores se basa en romper la noción de un ‘nosotros’ y un ‘ellos’ y por eso acudimos a tres mujeres que son catalanas y/o españolas, pero que también tienen otras identidades que las atraviesan, las de sus propias comunidades de origen y en las que son referentes: la musulmana, la china y la afro en la sociedad española”, explica David Yubraham Sánchez , técnico de la Estrategia BCN Antirumors.

Y para salir de la endogamia en la que suelen desenvolverse las campañas de sensibilización y alcanzar así a públicos más amplios, en el vídeo han incluido a Mikel López Iturriaga, más conocido como El Comidista, que “como hombre blanco de un medio de gran difusión como El País, nos permite desde su situación de privilegio llegar a su público, pero para hablar de ellas”, añade Sánchez. Ellas -o tal vez nosotras-, además de Quan Zhou, son la youtuber Ramia Chaoui y la dramaturga y actriz Silvia Albert. En el vídeo, a través de una especie de gazpacho llamado Rumore, Rumore muestran los ingredientes de los que está compuesto un rumor, dan claves para desmontarlos e invitan a sumarse a un manifiesto contra los mismos.

Youtuber contra los ‘topicazos’

Ramia Chaoui es barcelonesa, musulmana y de origen familiar marroquí. Hace tres años, decidió abrirse su propio canal de vídeo porque “seguía a muchas youtubers, pero de habla inglesa porque en español no había nadie con mi perfil”. Desde entonces, esta licenciada en Gestión y Administración de Empresas, ha publicado decenas de vídeos de recetas, de sus viajes, sus rutinas de autocuidados y maquillaje, su relación con su marido, la práctica del Ramadán, formas de ponerse el velo… Todo ello desde un estilo desenfadado, coqueto, a veces reivindicativo, a veces lúdico. Lo habitual en el uso de esta red social entre las chicas de su edad, si no fuese porque el hecho de que vista velo y se presente como musulmana le reporta numerosos comentarios islamófobos y extranjerizantes.

“Hay muchos estereotipos sobre cómo somos los musulmanes y pensé que podía contribuir a desterrarlos a través de mí misma, explicando cuestiones políticas, sociales, problemáticas con las que nos enfrentamos”, nos cuenta por teléfono durante el descanso para comer en la empresa en la que trabaja. “Es muy importante que las adolescentes musulmanas tengan referentes ya que no aparecen en los medios convencionales”. Y realmente las cifras de visionado de sus vídeos evidencian que lo ha conseguido. Los dedicados a sus viajes a Marruecos, su boda o su relación con su marido superan las 100.000 visitas.

“Incluso cuando era más joven y no llevaba el pañuelo, el tener unos rasgos que no se identifican como caucásicos o mi nombre daban pie a preguntas, a interrogatorios sobre mi árbol genealógico cuando les decía que era de Barcelona… Y ahora que lo llevo, a menudo la gente se dirige a mí en castellano aunque yo les siga hablando en catalán. Dan por sentado que soy extranjera”, explica Chaoui. Aunque subraya que su experiencia en las aulas fue positiva porque era un colegio multicultural, “sí hay profesores que tienen pendiente aprender a gestionar la diversidad en las aulas, entender que no tienen que homogeneizarnos, pero tampoco hacernos sentir fuera de lugar. Es fundamental para favorecer la convivencia”, añade.

Al igual que Quan Zhou, se considera feminista “porque creo en la igualdad entre hombres y mujeres, aunque el feminismo hegemónico no me representa porque no vela por mis derechos y libertades individuales. No soy una estudiosa sobre el feminismo islámico, pero me parece una redundancia porque el islam busca la igualdad entre todos”.

De hecho, uno de los objetivos de Chaoui es demostrar que ser musulmana “no es una desgracia” y que llevar velo no la convierte en una mujer sumisa, sin voz ni voto. Éste es uno de los ‘topicazos’ – como los define la receta del Rumore, Rumore que se bebe en el vídeo de la campaña El Comidista y que le hace sentirse agresivo e impulsivo–, que más atentan contra los derechos de las mujeres musulmanas y que se materializan en barreras para acceder a empleos, en insultos y en agresiones físicas, y en un rosario de discriminaciones que cualquier mujer que cubra su cabello está habituada a vivir en el Estado español.

Teatro por la interseccionalidad

Albert ensayando ‘No es país para negras’ (Patricia Simón)

Como explicaba en una entrevista en Píkara la filósofa María José Guerra Palmero, “el enfoque interseccional significa estar atenta a contextos que modulan, intensifican o borran asignaciones cruzadas, por ejemplo, entre el sexo-género y la raza o con la clase social (…) La interseccionalidad es tan compleja, precisamente, porque tiene que ver con localizaciones de las relaciones de poder, con colonizaciones, con una distribución jerarquizada de privilegios y desventajas”.

Pocas definiciones podrían explicar mejor la vida e identidad de estas mujeres y, en concreto, de Silvia Albert Sopale. Española, vasca porque nació en San Sebastián, catalana porque es donde reside, negra porque ése es el color de su piel y afrodescendiente porque sus padres vinieron aquí en los años 70 procedentes de Guinea Ecuatorial y Nigeria.

Hace cuatro años, coincidiendo con el nacimiento de su hija, Albert se planteó qué referentes afroespañolas iba a tener la nueva ciudadana, qué suponía la negritud en el Estado español o cuál era la historia de esta comunidad en nuestro territorio. Fue a partir de estas preguntas que nació No es país para negras, una obra de teatro de la que es coautora y protagonista, y que desde hace dos años sacude plateas, sedes de asociaciones y a todo aquella persona que la ha podido ver.

Desde entonces, el movimiento de afrodescendientes y de afroespañoles ha vivido un despertar sin precedentes, como el de la población racializada, del pensamiento decolonial, de las mujeres migradas, de los manteros…  Movimientos con rasgos distintivos, pero también con una estrecha relación en ciudades como Barcelona y Madrid. No es de extrañar que Albert suene chispeante al otro lado del teléfono, rebosante de proyectos y de esperanza.

Silvia Albert (P. S.)

“Ser negra supone múltiples identidades. No es lo mismo serlo en el centro de Barcelona a las cuatro de la tarde que a medianoche. Se nos presupone pobres, ignorantes, incultas, se nos culpabiliza, criminaliza, hipersexualiza dando por sentado que somos trabajadoras sexuales…. Y todo eso pasa en la misma ciudad dependiendo del sitio, la hora, el contexto…”, nos explica esta integrante de la Asociación de Afroespañoles y Afrodescendientes y del colectivo Black Barcelona.

De hecho, en su intervención en el vídeo de la campaña de la Xarxa Albert alerta a El Comidista de que con ese Rumore, Rumore se ha bebido un 35 por ciento de ‘stranger things’, un ingrediente que hace que por ser negra se dé por sentado que no es española.

Los últimos años de Albert han estado sacudidos por sucesivas tomas de conciencia. El punto de partida fue la resignificación que hizo a través de su obra de teatro, precisamente, de lo que había supuesto crecer en un país que no le reconocía su nacionalidad por el color de su piel. A partir de ahí, la profundización en sus distintas identidades ha sido imparable y en ella sigue inmersa. “Todavía estoy en ese darme cuenta de los privilegios que también arrastro porque es algo que tienes tan asumido que hasta que no te relacionas y miras a los ojos a las personas que no los tienen, no eres consciente de lo que supone haber nacido aquí, frente a compañeras que, por ejemplo, han sufrido la trata con fines de explotación sexual para poder venir desde Nigeria”. Y el feminismo decolonial ha sido fundamental en este sentido: “Para mí ha supuesto un cambio en el punto de vista y una validación de un conocimiento y unas creencias que siempre han estado en mí, pero que nadie me había reafirmado desde fuera. El poder observar el mundo desde la perspectiva de género y étnica me ha llevado a que ahora todas las piezas que estoy escribiendo lo haga desde ese lugar que es el mío, pero que no estaba ocupando. Y, de repente, te das cuenta de la cantidad de vías que hay aún por explorar, tantas aportaciones que hacer”, relata transmitiendo el gozo del descubrimiento como si lo estuviese viviendo en ese mismo momento.

El apoyo que los movimientos afro, decolonial, racializado o de migrantes ha recibido por parte de algunas administraciones en Barcelona abre nuevos horizontes, pero también riesgos. “Nos genera la inquietud sobre si estas instituciones pueden blanquearnos, pero estamos muy alerta para no caer en ese peligro”, apunta. En cualquier caso, “hemos perdido el miedo y se palpa ese deseo de querer cambiar las cosas y de implicarnos y actuar ante las agresiones racistas, los abusos policiales… Mucha gente ya no mira para otro lado”, concluye optimista.

David Yubraham, técnico de la Estrategia BCN Antirumores, explica: “Hay un ideario, una narrativa predominante que dice que hay una única forma de ser o de estar para poder ser considerado español o catalán. Y todo lo que no encaje ahí, se ve como el de fuera, el que puede contaminar esa identidad tan marcada que tengo. Eso viene de una idea colonial de la Historia, de no reconocer lo que ha hecho España con otros países”. Y es entonces cuando se crea el caldo de cultivo para estigmatizar, “para adjudicar a la otra persona algo que se considera negativo y que tiene consecuencias en la vida de esas personas”, añade. Es por eso por lo que la Xarxa no está dirigida sólo a desmontar rumores, sino a fomentar la acción. “Cuando tienes un desconocimiento sobre tus vecinos, situaciones o colectivos, y te quedas con información no contrastada, sesgada o falsa que alimenta estereotipos, miedo, desconfianza… estás alimentando el caldo de cultivo para que cuando esas personas lleguen a la escuela, a la administración o en sus relaciones vecinales sufran actos discriminatorios. La alternativa es que interactúes con la gente para saber quiénes y cómo son, para que no te creas los bulos. E iniciar así un proceso de conocimiento y respeto de la diversidad, de la interculturalidad”.

Y pocas recetas mejores para desterrar topicazos, ‘stranger things’ y desconocimiento que hacerlo de la mano de la experiencia vital y el trabajo artístico y comunicacional de las mujeres que los tienen que enfrentar cada día, como Quan Zhou, Ramia Chaoui o Silvia Albert.

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